Entre uno y cinco años. Es el tiempo que tarda en diagnosticarse, de media, el síndrome del intestino irritable. Un trastorno común que limita la vida del que lo padece y que tiene una prevalencia alta. Una de cada 26 personas lo tendrán en algún momento de su vida. Causa cólicos abdominales, distensión y, sobre todo, cambios en los hábitos intestinales.
Pese a la investigación, no se conoce la causa exacta de este trastorno y hasta ahora no existía una prueba específica para diagnosticarlo, se hacía descartando otras patologías, de ahí que el proceso fuese tan largo. Sin embargo, el hospital Vall d'Hebron, de Barcelona, está trabajando en la implementación del RAID-Dx, el primer test diagnóstico no invasivo para diagnosticar esta enfermedad.
Desarrollado por la compañía GoodGut, se basa en detectar la combinación de nueve biomarcadores diferentes, que parecen ser comunes en todos los pacientes que lo padecen. Estos se encuentran en el microbioma fecal, es decir, que se pueden estudiar en un análisis de heces y son totalmente diferentes al de otras enfermedades que tienen una sintomatología similar. El paciente, por lo tanto, solo tendrá que recoger una muestra exactamente igual que siempre y en laboratorio realizarán la prueba y harán la interpretación de resultados.
De acuerdo con los estudios realizados hasta el momento, tiene una sensibilidad del 82,4% y una especificidad del 85,7. Por ello, su implantación permitiría ahorrarse, al menos, el 30% de los procedimientos diagnósticos a los que se someten estas personas actualmente, que lograría tanto un tratamiento temprano como un importante ahorro sanitario.
Por el momento, no existe una medicación específica para esta patología. Normalmente, los médicos recomiendan cambios en la dieta o antidiarreicos y fármacos contra el estreñimiento en los casos agudos. Una de las pautas alimentarias más extendidas como solución es la dieta FODMAP que consiste en tomar carbohidratos fermentables y eliminar, en gran medida, frutas, verduras y frutos secos.
También están las recomendaciones del Instituto Nacional de Salud británico (NICE), que se basan en la reducción de las porciones y el autoconocimiento de qué alimentos nos sientan mejor.
Ahora, Un estudio elaborado por investigadores del País Vasco concluye que las personas con síndrome de intestino irritable pueden mejorar los síntomas y su calidad de vida con una dieta en la que se reduzca el azúcar, concretamente, la sacarosa y los alimentos especialmente ricos en almidón. "Al cabo de un mes de seguir la dieta más del 85% señalaba una mejora en los síntomas", asegura la nutricionista Usune Etxeberria, investigadora del estudio.