En alguna ocasión nos encontramos con personas o mismamente convivimos con ellas que se obsesionan demasiado con los cambios físicos que conlleva el envejecimiento. Se resisten con angustia a las arrugas, la caída del pelo, la pérdida de movilidad… que se desencadenan al cumplir años. Incluso la necesidad de no envejecer se vuelve una obsesión. En Uppers nos cuestionamos cuándo hay que preocuparse por esta angustia, ¿dónde está el límite? Hemos consultado a los psicólogos cómo se llama el miedo a la vejez. Tal como apuntan, esa fobia o pánico a envejecer se denomina gerascofobia o gerontofobia.
Cuando a alguien le afecta tanto todo lo que implica envejecer sufre de verdad. La gerascofobia es un temor irracional. No solo se trata de una obsesión por las canas o por la flacidez de la piel que llega con el paso del tiempo, sino que el empeoramiento normal de la salud, la necesidad de un audífono o de un bastón de apoyo, depender de los demás, el traslado a una residencia… provoca auténticos cuadros de ansiedad y fobia. La consecuencia es que todo esto afecta muy intensamente a la calidad de vida de las personas que padecen gerascofobia.
Normalmente, la gerascofobia se presenta cuando aparecen los primeros signos de la edad como son las arrugas iniciales del rostro hacia los 30 y los 35 años.
Los profesionales señalan que pueden influir factores externos como las imágenes con las que nos bombardean la publicidad, las redes sociales o los medios de comunicación o incluso el valor cultural de la juventud. Todo ello puede causar ese temor irracional. La sociedad, la moda, la estética o el deporte asocian continuamente la juventud con estereotipos positivos. El contrapunto es que también se llega a relacionar la madurez y la vejez con estereotipos negativos.
Otra causa de la gerascofobia podría provenir de factores internos como, por ejemplo, un hecho traumático que sucedió en el pasado y generó miedo a estar solo al igual que indefensión ante los últimos años de vida. El problema es que todo aquello le llevó a relacionar la vejez con alguna experiencia desagradable.
Los psicólogos apuntan que las personas que padecen gerascofobia suelen ser inseguras, con baja autoestima y una fuerte dependencia. Además, detallan que afecta más a las personalidades narcisistas; se dan demasiada importancia, necesitan que se les preste una atención excesiva y admiración, tienen relaciones conflictivas y carencia de empatía por los demás. A su vez, dan más valor a lo físico que a la personalidad y tienen miedo a no formar parte de los cánones de belleza y juventud de la sociedad actual. De la misma forma creen que han pasado los mejores años de su vida sin haber cumplido sus sueños, lo que les genera insatisfacción. Temen a la muerte, a las enfermedades y a sus limitaciones: gafas, bastón, audífono…
Por ejemplo, algunas de las personas que sufren gerascofobia son aquellas que han estado demasiado expuestas a la crítica social y el juicio ajeno, como los modelos, actores, presentadores, músicos, etcétera.
Entre los síntomas está el hecho de que ocultan su edad real por costumbre, se visten con prendas demasiado juveniles o discordantes con su edad y están obsesionadas por hacerse retoques estéticos, tratamientos antiedad, tintes capilares, probar cremas…
Pero también tienen pensamientos recurrentes y negativos relacionados con su futuro y el hecho de envejecer, al igual que demuestran inseguridad ante un cuerpo que antes creían atractivo y no tienen capacidad para controlar o evitar los cambios físicos de la edad. Además, se ven impotentes ante no poder frenar el proceso natural de envejecimiento y sufren envidias y no asumen las comparaciones con otras personas más jóvenes. Incluso muestran un miedo excesivo ante la fragilidad y el empeoramiento de la salud, depender de otros, estar solos y a no sentirse útiles.
Todas las reacciones, sentimientos y sensaciones que provoca la gerascofobia cursan con fobias y difíciles cuadros de ansiedad que es necesario tratar. Son personas conscientes de su miedo irracional, pero no disponen de recursos y capacidad para superar solos la patología. Lo recomendable es contar con un profesional sanitario especializado en fobias y trastornos de ansiedad que ayudará a superarlos a partir de una terapia cognitivo-conductual, la desensibilización afectiva o la programación neurolingüística. Es necesario entrenar el cerebro para convertir los pensamientos negativos en positivos.
Hay algunas pautas que se pueden seguir fuera de la consulta: aceptar con naturalidad los signos externos de la madurez; comprender que el envejecimiento es un proceso gradual de cambios físicos y psicológicos; seguir cuidándose, pero dejando a un lado la obsesión; valorarse a uno mismo, es decir, lo que se ha llegado a ser, pero internamente no de cara a los demás; vivir el presente; y valorar las posibilidades de cada nueva etapa. También animan a aprender cosas nuevas; estimular la atención, la concentración y la memoria; hacer vida social; compartir con amigos las inquietudes de la edad; y, por supuesto, cuidar la alimentación; hacer ejercicio físico; y dormir lo suficiente.