Más de dos millones de españoles toman ansiolíticos a diario. La pandemia del coronavirus ha generado otra muy peligrosa relacionada con la salud mental. Entre enero y septiembre del año pasado, el consumo de estos medicamentos subió un 4,1% según los datos de IQVIA, una compañía especializada en información sanitaria. Un porcentaje que aumenta más si cabe, si tenemos en cuenta los últimos meses. La incertidumbre, la crisis sanitaria, la económica y el miedo derivado de esta situación excepcional son el cóctel perfecto para dos tipos de perfiles: aquellos que ya los tomaban y ahora no se plantean dejarlos y otros muchos a los que los problemas derivados de la covid les han superado. Hablamos con Antonio Blanes, director de servicios técnicos del Consejo General de Farmacéuticos y con Vicente Prieto, vocal de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.
Pablo (nombre ficticio) lleva sin trabajar exactamente un año. Es inmigrante de Nicaragua, se dedicaba a la hostelería y con sus ingresos y los de su mujer, mantenían la familia. Lleva en España ya diez años y se ha pasado meses sin salir de casa. Nos cuenta que, tras la primera ola, cuando los establecimientos comenzaron a abrir sus puertas, se contagió y no le han vuelto a llamar del restaurante en el que estaba de camarero. "La casa se me empezó a venir encima, de ERTE cobraba 200 euros y somos tres. Entré en un bucle de negatividad muy fuerte y mi esposa me dijo que necesitaba ayuda. Fui a mi médico y he empezado a tomar Diazepan, estoy mucho mejor. Hace una semana empecé a trabajar de nuevo, en la central de un supermercado, cargando cajas. Me he tenido que comprar un coche para ir y volver, pero estoy contento. Sin embargo, no me gustaría dejar la medicación", relata a través del teléfono.
Su historia es solo una de las de miles de afectados que han recurrido a los fármacos como vía de escape. De acuerdo con los últimos informes de Sanidad, uno de cada diez españoles mayores de edad toma antidrepresivos a diario, convirtiendo a España en uno de los países de la Unión Europea que más consumen y vamos ganando puestos desde que comenzó la pandemia. "Hemos comparado las cifras de 2019 con las de 2020 y se puede constatar un incremento importante de las ventas de ansiolíticos para el sistema nervioso. No es sorprendente si tenemos en cuenta el impacto emocional de la pandemia en la población, el estrés, el confinamiento…", explica Antonio Blanes, director de servicios técnicos del Consejo General de Farmacéuticos.
Según los últimos datos de Top Doctors, el 66% de la población asegura sentir gran incertidumbre, el 11% habla directamente de tener miedo y solo dos de cada diez aseguran haber logrado normalizar la situación actual. La falta de rutina, la mayor convivencia o, todo lo contrario, la sensación de soledad, han afectado, sobre todo, a personas maduras. "Pese a que no tenemos datos específicos por edad, son un grupo de medicamentos que son de bastante prescripción entre el colectivo de personas mayores ya que se asocian, muchas veces, al tratamiento trastornos del sueño y la ansiedad que eso produce. Precisamente, la tercera edad es la que más precaución debe tener con ellos ya que en su organismo el efecto es mayor", explica Blanes.
Por eso, deben considerarse siempre como la última opción. La situación actual nos ha hecho vivir cosas, hasta ahora, desconocidas. La ansiedad ha entrado en nuestras vidas y estamos teniendo que pasar por momentos complicados que afectan mucho, como por ejemplo el hecho de no poder velar o despedir a nuestros familiares fallecidos. Si el problema está derivado de esto, el tratamiento psicológico debe ser la primera medida.
"Es normal que estén aflorando estos sentimientos en gente que no los tenía antes. Por eso, el Colegio junto con el Consejo hemos preparado un proyecto piloto para incorporar en los ambulatorios de atención primaria un servicio de psicología, de tal manera que los problemas del día a día se traten directamente por un profesional, implementando estrategias a nivel de control conductual que ayuden a los pacientes con su sintomatología", apunta el portavoz del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.
La hipótesis de trabajo es que los tratamientos de ansiedad y en eso los mayores de 50 juegan con ventaja. "Que esto se pueda llevar o no a cabo depende de varias cosas: la adherencia al tratamiento, el apoyo familiar, la relación con el terapeuta, la red social… todos estos factores mejoran el pronóstico y es cierto que, en mayores, suelen funcionar mejor ya que son personas con un recorrido y una experiencia vital previa que, con una intervención psicológica, suelen salir adelante", apostilla.
El tratamiento farmacológico para este tipo de patologías asociadas a los trastornos del ánimo son el último recurso y por eso se trata de medicamentos con prescripción médica. Sin embargo, la venta ilegal de ansiolíticos por Internet durante la pandemia se ha disparado, el mercado negro está en auge y los farmacéuticos alertan del peligro que esto supone ya que se trata de productos no homologados que, en algunos casos, pueden estar adulterados y poner en riesgo nuestra salud.
"Se trata de un grupo de medicamentos muy amplio que cuentan con modalidades de prescripción diferentes. No suelen ser tratamientos crónicos, no es como un medicamento para la hipertensión, sino que se receta durante un periodo de tiempo concreto para que el organismo no se acostumbre y no disminuya su efecto a largo plazo, por eso en ningún momento son de venta libre", explica Blanes.
De no tener receta, nos instan a acudir a la farmacia a por tratamientos naturales que, aunque no tienen los mismos efectos, son un primer escalón en el proceso junto con la ayuda psicológica. Hablamos de complementos o infusiones naturales. "Pedimos mucha precaución. Hay que ser muy conscientes de que se trata de un medicamento muy fuerte y hay motivos de peso para que sea con receta. Estos fármacos pueden agravar patologías previas si no son recetados por un especialista y eso puede tener graves consecuencias, sobre todo, a partir de cierta edad", concluye el director de servicios técnicos del Consejo General de Farmacéuticos.