La sucesión de noticias de desenlace trágico en las residencias de mayores a causa de la COVID-19 ha puesto inevitablemente el foco de atención en estos espacios. En ellos viven personas que pertenecen a uno de los grupos más vulnerables ante el contagio: la edad y la alta probabilidad de padecer patologías previas disminuye las posibilidades de sobrevivir al virus. El caso de Madrid, foco de la pandemia en nuestro país, donde la UME encontraba los cuerpos de varios fallecidos en diferentes residencias en espera de ser retirados durante horas, sumado a los de centros como el de Alcalá del Valle (Cádiz) con 35 contagiados, el de San Martín (Vitoria-Gasteiz) con 11 fallecidos y 50 contagios, o el madrileño Monte Hermoso con al menos 25 fallecidos; han desatado el miedo y la preocupación colectiva para la que, además, se acusa poca claridad respecto a las cifras oficiales -el gobierno remite a las comunidades autónomas-.
Este 24 de marzo se tomaban nuevas medidas contra el coronavirus publicadas en el BOE para aumentar el control en las residencias: los centros estarán sujetos a inspección de Sanidad y las autonomías podrán convertir las residencias en centros de uso sanitario para dar servicio a los pacientes de mayor gravedad sin necesidad de traslado hospitalario. Pero a pesar de que la situación en las residencias es muy desigual y convive la información de los casos desbordados y dramáticos con aquellas que, pese a la preocupación inevitable y la toma de medidas extremas, han conseguido mantener una relativa normalidad para sus habitantes; los reclamos desde dentro de los centros son los mismos: reivindican medidas y ayudas con carácter urgente y preventivo. "Se está gestionando muy mal todo. No se está dejando morir a los abuelos como se está contando, nosotros seguimos haciendo todo lo que está en nuestras manos para dar amor y una buena calidad de vida a nuestros residentes", cuenta a Uppers una terapeuta ocupacional de una residencia de mayores del noroeste de Madrid que prefiere mantener su anonimato. "El problema real es que no se nos están proporcionando material básico ni medidas de protección adecuadas, ni para los trabajadores ni para los abuelos".
"Solo nos mandan protocolos", continúa la terapeuta. Una queja con la que coincide José Luis Pareja, gerente de la residencia Perpetuo Socorro (Santa Fe, Granada): "Directrices estamos recibiendo cientos y estas van cambiando constantemente". Aquí la dirección de los centros pone a prueba su capacidad de gestión implementando medidas extra de prevención que se suman al uso de guantes y mascarillas que, reclaman todos los entrevistados, tanto están tardando en llegar. Con las visitas de familiares y de personal ajeno al centro prohibida desde que se decretara el estado de alarma, los trabajadores ahora siguen rigurosos rituales de desinfección al entrar y salir. "Siempre hemos cuidado estrictamente el tema de la higiene y contamos con desinfectante de manos por todo el centro, pero ahora seguimos un protocolo especial: entramos por el sótano, dejamos lo zapatos en una alfombra impregnada de lejía, nos ponemos unas chanclas que nos dan aquí, la ropa de calle y de trabajo la guardamos en taquillas separadas y nos lavamos bien la manos y nos desinfectamos antes de empezar a trabajar. Al salir, nos duchamos", narra Maite García Fernández, enfermera de la residencia El Buifarán (Casarabonela, Málaga).
Una secuencia similar a la que repite Sandra Ramírez, limpiadora de la residencia malagueña Grandevita, cuyas tareas se han multiplicado estos días. "Todo lo que esté al alcance de la mano de los residentes hay que limpiarlo con extremo cuidado. El pasamanos del pasillo, los pomos, los tiradores de los los armarios, los reposabrazos de lo sillones. Lo que antes limpiábamos a fondo cada dos o tres días, ahora se hace a diario. Todas las prevenciones son pocas". En su caso, además de la sobrecarga de trabajo, pesa la sobrecarga mental: "No sabes si lo que estás haciendo está bien o mal porque no sabes si es mejor el bactericida, el desinfectante o la lejía. Y no los puedes mezclar, así que vas turnando. Estás preocupada constantemente, intentas abarcar más trabajo todavía si puedes y te vas a casa comiéndote la cabeza sobre si estará todo bien y manteniendo el mismo cuidado al ir al supermercado o estar en casa para no contagiarte".
En los centros entrevistados, en los que afortunadamente no se han dado casos de contagio, se tiene previsto un protocolo de actuación en caso de detectarlos: zonas que ya están cerradas y preparadas para poder aislar a varios contagiados. Otras han optado por aislar a los mayores en sus habitaciones o apartamentos y reducir y modificar su forma de acceso a los espacios comunes. Siempre con la intención de que sus rutinas no se vean demasiado alteradas. "Nosotros hemos tomado la medida preventiva de tomarles la temperatura mañana y tarde a cada uno y en cuanto vemos que tosen, los aislamos hasta que podemos determinar si continúan con síntomas para remitirlos a los equipos técnicos de detección", explica Rocío Ruiz, directora de Grandevita. Teléfonos que, vuelven a coincidir todos los entrevistados, están tardando mucho en dar respuesta para proceder a las pruebas necesarias. "También estamos haciendo talleres para explicarles a los abuelos que no tienen deterioro cognitivo lo que está pasando. Con aquellos que presentan alguna demencia intentamos normalizar el uso de las mascarillas para que nos reconozcan".
"Lo que hemos pedido desde el principio aparte de esos EPIs (Equipos de Protección Individual) -que han llegado pocos, no todos a la vez y que hemos tenido que buscar también por la vía privada- ha sido que se les que hicieran tests a los residentes, que son el grupo más vulnerable, y también a los trabajadores, si la plantilla se contagia nos quedamos sin asistencia", recuerda José Luis Pareja, que además de dirigir la residencia Perpetuo Socorro colabora en diferentes equipos de investigación de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología sobre calidad asistencial. La llegada de 640.000 de estos tests rápidos, repartidos con prioridad en hospitales y residencias de mayores, estaría ya en camino según anunciaba el pasado 22 de marzo el Gobierno. "No podemos esperar tres días con una persona mayor con síntomas aislada y sin hacerle pruebas, es un tiempo crucial", apunta poniendo en perspectiva la cantidad de personas en riesgo en esta situación. "Solo en Andalucía estamos hablando de 44.000 residentes y 27.000 trabajadores en centros".
Otra de las medidas de carácter urgente que desde dentro de los centros de mayores reclaman los profesionales para agilizar los diagnósticos diferenciados es una línea directa de llamada para residencias. "Si un residente tiene una décima de más, se contacta con los teléfonos de emergencia. El problema es que estos están saturados. Podemos llegar a tardar siete horas en consultar una cosa que es de carácter urgente", recuerda Pareja. Por ello, "se hace necesario que exista una línea verde de atención epidemiología y clínica directa para residencias", coincide el geriatra José Antonio López Trigo, director sanitario de varias residencias de mayores de la provincia de Málaga. "Yo personalmente estoy haciendo gestiones con representantes de la comisión sociosanitaria del Parlamento para intentarlo", cuenta.
"Las líneas de teléfono de nuestra residencia están saturadas", afirma la enfermera Maite García. La noticias de la pésima gestión de determinados centros y de aquellos otros en los que las medidas de prevención no han llegado a tiempo desatando el caos no contribuyen a que los residentes ni sus familias puedan ver lo que está ocurriendo en sus residencias con perspectiva. "Aunque la tónica general es de confianza y comunicación continua con el centro, entiendo que quieran hablar con ellos más estos días. Y nosotros les facilitamos que lo hagan. Subimos también muchas fotos y vídeos de las actividades que hacemos a nuestras redes sociales para que vean que están bien. Pero creo que hay que tener cuidado. La alarma de muchos abuelos es más a causa la información que le da el familiar, que les puede contagiar el miedo. Me gustaría que esas llamadas no sean solo para preguntar por el coronavirus, sino que hablen de otros temas que les ayuden a estar más tranquilos", sugiere Maite.
En Grandevita, por ejemplo, su directora Rocío Ruiz y el gerente, se han repartido en dos grupos a los residentes e intentan que estos se comuniquen a diario con sus familias, ya sea por vídeollamada, mensajes o algún vídeo que les envían. En otros casos, como cuenta Ana María, hija y sobrina de dos residentes malagueñas del Residencial Santa Clara, ha sido el propio grupo de hermanos y sobrinos -siete en total- el que se han repartido la tarea de informarse: "Cada día llama a uno y comunica las novedades al resto a través de un grupo de WhatsApp".
"Es cierto que las familias tienen sus miedos, pero confían en nosotros (o al menos eso nos transmiten)", apunta la terapeuta ocupacional madrileña que prefiere mantenerse anónima. "Nosotros, como profesionales que somos, hemos sabido adaptarnos a esta situación y priorizar también en nuestras funciones; si tenemos que dejar de hacer una ficha para que un residente hable o vea a su hijo pues ¡esa es la prioridad! Que las familias que vean que están bien, que hay transparencia y que tratamos a los abuelos como si de los nuestros se tratara".