Qué tendrá el dulce que nos gusta tanto. Esa onza de chocolate después de la comida o de la cena, el trozo de tarta de cada celebración, el olor a bizcocho recién hecho o el apetitoso helado que combate las altísimas temperaturas con las que estamos lidiando estas semanas. Todos ellos son sinónimos de placer. Un placer no especialmente bueno para nuestra salud. Hablamos con Diego Sánchez Muñoz, especialista en Aparato Digestivo y director médico de IDI-Instituto Digestivo, para que nos explique cuál es la cantidad máxima que podemos tomar cada día.
Más allá de los gustos personales, ¿la necesidad del organismo del dulce o azúcar difiere en los distintos ciclos de la vida?
Una cosa es la necesidad de azúcar que tiene nuestro organismo y otra cosa diferente es la satisfacción psicológica inmediata que se obtiene al ingerir productos muy azucarados como los dulces o los pasteles. El azúcar es el combustible que necesitamos para tener energía suficiente para realizar nuestras tareas cotidianas, y nuestro cuerpo nos avisa que la necesitamos mediante el hambre, es decir, el tener hambre es el mecanismo que tenemos para saber que tenemos que ingerir.
Ahora bien, hay que diferenciar entre el hambre “real” y el hambre “psicológica”. De esta forma, en las diferentes etapas de la vida tenemos necesidades diferentes en función de nuestro gasto metabólico y nuestra actividad física, pero la necesidad psicológica de azúcar depende de otros muchos factores, fundamentalmente educacional.
¿Cómo afecta a nuestro sistema digestivo un exceso de azúcar?
El azúcar es el combustible del que nuestro cuerpo tira para llevar a cabo nuestro día a día. Si no se consume, se acumula en forma de grasa. Así, el exceso de azúcar va a estar siempre relacionado con el gasto metabólico que tengamos. Por tanto, la primera consecuencia de un consumo de azúcar en exceso va a ser que se va a acumular en forma de grasa y, por tanto, vamos a engordar.
Por otro lado, de forma compensatoria, cuando hay un exceso de azúcar el páncreas segrega insulina. De esta forma, el consumo mantenido de azúcar en exceso puede hacer que nuestro cuerpo se haga resistente a la insulina y, por tanto, predisponer a enfermedades crónicas como la diabetes.
A partir de los 50, ¿sería aconsejable evitar los dulces?
Como siempre, no hay que evitar ningún alimento siempre que se consuma con moderación y acorde a las necesidades de cada persona. Salvo que exista alguna enfermedad que lo contraindique, se pueden comer dulces a cualquier edad. La precaución que hay que tener es ser prudentes y conocer los límites, no abusando de forma continuada.
Cuando nos apetece chocolate o algo dulce, ¿es un mensaje de nuestro estómago que demanda porque necesita ingerir esos alimentos o es algo caprichoso?
Ahí es difícil diferenciar entre el hambre real y la necesidad psicológica. Los alimentos azucarados suelen provocar placer a corto plazo, por lo que se suele crear un mecanismo de recompensa inmediata que nos haga tender a que cuando notamos hambre, tengamos preferencia por alimentos con azúcar. Esto es engañoso, ya que la tentación se vence en el corto plazo pero no soluciona el hambre en el medio o largo plazo.
De esta forma, se tiende a consumir en exceso este tipo de alimentos. Esto es un comportamiento humano natural, pero tenemos que conocerlo para establecer tácticas para su superación. Por ejemplo, no tener acceso a este tipo de alimentos de forma fácil, que en el frigorífico estén en primer lugar frutas u otros alimentos más saludables, etc.
Precisamente, está claro que nos podemos permitir un capricho y ello no debe significar que incidamos en un mal hábito nutricional pero, ¿qué ocurriría en nuestro organismo si decidiéramos dejar de ingerir para siempre alimentos procesados con exceso de glucosa y azúcares añadidos?
Evidentemente, ningún extremo es saludable, y si es perjudicial el exceso de azúcar, su déficit también lo es, sobre todo en el medio y largo plazo. En una dieta equilibrada, los hidratos de carbono deberían suponer el 55-60 % de las calorías ingeridas. Por tanto, el azúcar no es malo per se. Si comemos menos proporción de esta cantidad, nuestro organismo pone en marcha otros mecanismos para la obtención de energía, captándola mediante la “destrucción” de tejidos como el graso o el muscular. Si este déficit es excesivo y mantenido en el tiempo, puede provocar cetosis, que es un estado catabólico que debe estar bajo vigilancia médica.
En las pautas para mantener una dieta saludable, ¿incorporamos el dulce?
¿Por qué no? Todo en su justa medida es básico para llevar una dieta feliz y una vida equilibrada, y darnos un capricho de vez en cuando no está reñido con la salud. De hecho, está mas que demostrado que las restricciones dietéticas estrictas, salvo por motivos de enfermedad, se suelen cumplir en el corto plazo pero no se mantienen en el medio-largo plazo.