En España, como en la mayoría de los países, la carne más consumida por la población es la de pollo. Así lo exponen los datos del ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, según los cuales en España cada persona consume de media 14’64 kilos de pollo, frente a los 11’53 kilos de cerdo o los 5’64 kilos de carne de vacuno. Al ser carne blanca y una de las más asequibles, es lógico que se convierta también en una de las más demandadas en los supermercados, aunque hay que cuidar la forma en la que se consume.
A la plancha, en salsa, con verduras o al horno. El pollo se puede cocinar y consumir de múltiples maneras al ser rica en proteínas, minerales y vitaminas. Cada uno elige la forma en la que prefiere tomarlo y muchas veces cuando se hace al horno se cocina con piel para darle un toque más crujiente a la hora de servirlo. Sin embargo, ¿es bueno comerse el pollo con piel?
Según la nutricionista del Centro de Información Nutricional de la Carne de Pollo en Argentina (CINCAP), María Dolores Fernández Pazos, explicó a BBC Mundo que “la piel del pollo tiene un 32% de grasas, es decir, que cada 100 gramos de piel que consumimos, 32 gramos son aporte graso”.
Si bien dos tercios de las grasas que contiene la piel del pollo son insaturadas, la conocidas como grasas buenas, una tercera parte de estas son saturadas, las que no son tan buenas y que contribuyen a aumentar los niveles de colesterol malo. ¿Qué quiere decir esto? Que al comer pollo con piel se aumenta el aporte calórico de las porciones que tomamos en alrededor de un 50%.
Por eso mismo, la nutricionista aconseja retirar la piel antes de comer el pollo, ya que de esta manera no se aportan “calorías ni grasas extras en el plato”.
"En el caso de personas sin antecedentes de enfermedades, con un peso adecuado para su altura, físicamente activas y una adecuada composición corporal, podemos sugerirle dejar la piel del pollo durante la cocción y retirarla antes de la ingesta, ya que la presencia de la piel durante la cocción nos ayudará a que la carne se seque menos y quede más jugosa y sabrosa", recalca la experta.
Las grasas saturadas son precisamente las que más limitan los nutricionistas y otros médicos, la misma Asociación Americana del Corazón recomienda que las grasas saturadas tan solo supongan entre el 5 y el 6% de las calorías consumidas a lo largo del día, especialmente a partir de los 60.
Ya su consumo en exceso durante la juventud se asocia con la aparición de enfermedades durante la vida adulta. Por eso mismo, a partir de los 50 o 60 años hay que llevar esa limitación a rajatabla, pues su consumo provoca obesidad o que los niveles de colesterol suban por las nubes y sus consecuencias ya las conocemos: aparición de una posible enfermedad cardíaca o un accidente cerebrovascular, entre otros.