A la hora de perder peso, la alimentación juega, junto al ejercicio físico y el descanso, un papel fundamental. Si bien es cierto que no existe ninguna dieta milagrosa que nos permita perder todos esos kilos que nos sobran en cuestión de semanas, para adelgazar sí es necesario que mantengamos un cierto control sobre los alimentos que ingerimos y que reduzcamos el consumo de ciertos productos en pos de otros con propiedades más beneficiosas para nuestro organismo.
Hablamos de los superalimentos, un término que se utiliza para designar a una serie de alimentos muy completos que sobresalen sobre los demás por la gran cantidad de ventajas que ofrecen a nuestro organismo. Dentro de este grupo se incluyen alimentos con un toque exótico que han ganado popularidad en nuestro país en los últimos años, como el aguacate o el acai, pero también alimentos tan comunes en los supermercados como la coliflor, una hortaliza de la familia de las Crucíferas procedente de Asia Menor, Líbano y Siria que llegó a nuestro país en el siglo XVII.
Empleada en multitud de recetas gracias a su amplia versatilidad, la coliflor es, como todas las hortalizas, un alimento muy poco calórico. Aproximadamente, se calcula que en cada 100 gramos de este vegetal hay unas 25 calorías, una cifra extremadamente pequeña que, por sí sola, ya justificaría que la incluyéramos en nuestras dietas.
Pero además, esta verdura también tiene un alto contenido en agua (se calcula que el 92% de su composición es agua) y en fibra, por lo que puede ayudarnos a mejorar la digestión (puede ayudarnos a combatir el estreñimiento y a mejorar la flora intestinal) y a prevenir la retención de líquidos, tal y como reveló la nutricionista Concepción Martínez en una publicación del periódico El Español.
El alto contenido en fibra de la coliflor, además de ayudarnos a digerir, también previene la aparición de diabetes de tipo 2, una enfermedad relacionada con el nivel de glucosa en sangre que tiene entre sus factores de riesgo el sobrepeso y la falta de ejercicio físico, así como los antecedentes familiares.
Más allá de la fibra, la coliflor también es un alimento antioxidante y antiinflamatorio rico en vitamina C y que contiene quercetina, kaempferol, ácido cumárico, selenio y zinc. Además, también cuenta con varias vitaminas de tipo B, entre las que destaca el ácido fólico, un tipo de vitamina que ayuda al organismo a crear células nuevas.
Aunque la coliflor puede comerse en cualquier momento del día, resulta especialmente recomendable para las cenas, ya que tiene propiedades saciantes que nos ayudarán a impedir esos picoteos tan comunes en las noches más largas.
A la hora de cocinarla, es recomendable no superar los 15 minutos de cocción para que no pierda ninguno de sus nutrientes, y debe tenerse en cuenta que, más allá de su mal olor, puede provocar flatulencias en las personas sensibles a la fermentación de los vegetales, por lo que, si se tiene este problema, deberá consumirse con moderación. De igual manera, aquellas personas que tengan problemas intestinales también deberán moderar su consumo.