Cada cual tiene su placer culpable gastronómico. En unos casos son caprichos más sibaritas, de estos que te permites muy de vez en cuando, así con el paso del tiempo el paladar lo degusta y disfruta mucho más. Mientras, el antojo de otros pasa por alimentos más costumbristas, más baratos y al alcance de cualquier momento, aunque no siempre caigas en su tentación, por ejemplo, un kebab. Un plato de comida rápida originario de Oriente Medio muy popular en occidente por su precio y porque, para qué engañarnos, está muy bueno. Ahora bien, ¿sabemos a ciencia cierta de qué está hecho ese kebab que has saboreado tantas veces?
Pensar en un kebab es hacerlo en una gran pieza de carne dando vueltas sobre una especie de parrilla y un camarero o cocinero laminándola para poner la carne sobre una tortita con verduras, queso y algunas salsas. En total, según un estudio de Reino Unido, unas 1.000 calorías para el cuerpo.
A pesar de que hoy en día está considerado como comida rápida, lo cierto es que mirando hacia atrás la historia señala que su origen podría estar en los militares de tribus turcas cuando invadieron Anatolia. Durante esos tiempos, los guerreros usaban sus espadas para asar la carne sobre el fuego. A nuestro territorio llegó tras la Segunda Guerra Mundial, con la migración de turcos a zonas europeas, en especial a Alemania, donde se popularizó y hoy en día es un país con un gran porcentaje de establecimientos especializados en el kebab.
Nos vamos a la cuestión que nos ocupa, ¿de qué está hecho realmente? Por lo general cuando acudimos a un establecimiento especializado se puede elegir entre diferentes tipos de carne, ternera, cordero, pero no siempre es lo que nos venden, así lo expone un estudio elaborado por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) en el que analiza el producto en 25 establecimientos de Madrid.
De la muestra, en 20 de los kebabs que supuestamente eran de ternera había pollo y de ellos, en seis la mayoría de la carne procedía del ave, más del 60%. Otro de los puntos que destaca la OCU es que la carne de caballo estaba presente en siete de ellos y la de pavo en 13, aunque recalcan que en pequeñas cantidades que no superan el límite legal establecido por la Unión Europea. Así, según su análisis, solo uno de los 25 kebabs era realmente 100% de ternera.
El estudio no queda ahí, ya que la OCU analizó otros parámetros diferentes, como la calidad de la carne. Según establecen, aunque en la mayoría de los casos, por no decir la totalidad, lo que venden no es cierto, no es carne 100% de ternera, la calidad la denominan como aceptable. De los 25 kebabs, en nueve encontraron más tendones y fibras de las que nos gustaría saborear.
Por su parte, un kebab es una bomba calórica, que tampoco es que sea una sorpresa. La OCU indica que, en caso de pedirse uno contundente, si se le acompaña con patatas fritas, se ingerirá tres cuartas partes de la energía que un adulto necesita para afrontar un día entero.
Principalmente hay gran presencia de hidratos, en parte por el pan, además de bastante grasa, no solo por la carne, también por las salsas que la acompañan y las que contiene el pan. A ello se le suman las proteínas que ofrece la carne o la sal, que la OCU apunta que algunos de ellos llevan bastante más de la indicada. Todo ello suma calorías y, de media, un kebab tiene más que una hamburguesa de cadenas de comida rápida como Burger King o McDonald's.
No obstante, la parte más dudosa vendría por parte de la higiene, de la que la OCU ha detectado algunas carencias. De las 25 muestras, en 11 se detectaron enterobacterias coliformes en cantidades elevadas, lo que podría ser un síntoma de contaminación fecal debido a no lavar bien las verduras, no lavarse las manos antes de una preparación o no utilizar guantes.