Cuando pasamos la frontera de los 45 años la grasa se convierte en uno de los peores enemigos de nuestra línea. Sin embargo, no toda la grasa es mala. Hay un tipo, la grasa parda, que no solo no perjudica nuestro aspecto físico sino que tiene efectos positivos sobre la salud. Conozcamos hoy algo más sobre la grasa parda, también conocida como tejido adiposo marrón.
No fue hasta la primera década del siglo XXI cuando diversos grupos de investigación descubrieron que las personas adultas tenemos dos tipos de grasa: la grasa blanca y la grasa parda. La primera de ellas, también conocida como grasa mala, es la responsable de los temidos michelines. Toda la vida nos la pasamos huyendo de ellos pero más aun cuando nos acercamos a los cincuenta. Pero hay otro tipo de grasa totalmente desconocida para el ciudadano y que es beneficiosa. Me refiero a la grasa parda que predomina en recién nacidos. Todos nacemos con reservas de grasa parda alrededor del cuello y el torso porque esa es la forma en la que la naturaleza nos ayuda a mantenernos calientes en nuestros primeros meses de vida, cuando somos más vulnerables. En adultos esta grasa se almacena en varias partes del cuerpo como el cuello, la clavícula, los riñones y la médula espinal.
Aunque solo representa un pequeño porcentaje si la comparamos con la blanca, la grasa parda es responsable de quemar calorías y de reducir los depósitos de la grasa mala. De hecho, mientras que la grasa blanca tiene como función principal de actuar como reservorio de energía, el objetivo fundamental de la grasa parda es la termogénesis, es decir la producción de calor en respuesta a temperaturas frías.
Cuando el cuerpo siente frío, la grasa parda se activa utilizando el azúcar y la grasa de la sangre para generar calor en el cuerpo. Por eso a la grasa parda también se conoce como grasa buena y es inversamente proporcional al peso total del individuo (a más grasa parda, menos peso) y a sus niveles de glucosa en sangre.
Para que se hagan una idea, investigadores del Instituto Garvan de Investigación Médica de Sídney (Australia) mostraron que 50 gramos de grasa blanca almacenan aproximadamente más de 300 kilocalorías de energía. La misma cantidad de grasa parda puede quemar 300 kilocalorías al día. Aunque su mecanismo de acción aun está investigándose, recientes estudios sobre la grasa parda señalan que la grasa parda ayuda a eliminar los aminoácidos ramificados básicos y esenciales, unas moléculas orgánicas que en grandes cantidades pueden provocar diabetes tipo 2 u obesidad.
Como podrán imaginar los lectores de Uppers la búsqueda de moléculas que sean capaces de transformar la grasa mala en buena, es decir la blanca en parda, se ha convertido en el sueño de muchos científicos. Si lo logran se habrá dado un paso de gigante para desarrollar fármacos que permitan reducir los altos niveles de obesidad y diabetes que sufre la población. ¿Y lo han conseguido? Aún no.
Hay evidencias científicas suficientes para asegurar que tanto el frío como el ejercicio son capaces de activar la grasa parda debido principalmente a la actuación de dos hormonas (irisina y FGF21) pero el hallazgo de la molécula que facilite la 'adipoconversión' (paso de grasa blanca a grasa parda) aún no ha llegado. Esta es la razón por la que muchos científicos siguen estudiando en los principales laboratorios del mundo el proceso de conversión de grasa blanca a grasa parda.
Tras leer lo que les he contando entenderán que los investigadores nos cabreemos cuando vemos en herboristerías, tiendas de dietética o incluso en farmacias infinidad de complementos alimenticios que prometen lograr que adelgacemos gracias al fenómeno de 'adipoconversión' por el 'módico' precio de 50 euros. ¿Y por qué nos cabreamos? Porque si cientos de científicos en todo el mundo pertenecientes a los más importantes centros de investigación están intentado hallar la molécula que permita el paso de grasa blanca a grasa parda, ¿cómo es posible que existan simples complementos alimenticios que prometan realizar el mismo proceso? En realidad la respuesta es fácil: estos productos tienen truco.
Analicemos la composición de estos curiosos suplementos que pueblan las estanterías de muchos centros comerciales. Estudiando sus ingredientes observamos como el principio activo que se esconde tras la mayoría de estos suplementos es un extracto de Amorphophallus Konjac, una planta de cuyas raíces tuberosas se obtiene el glucomanano. ¿Y este compuesto es capaz de lograr la conversión de la grasa blanca en parda? En absoluto.
Esta molécula se comporta como fibra dietética no digerible en el intestino delgado lo que provoca un efecto de saciedad que te quita las ganas de comer. Solo eso. Además se ha demostrado que el consumo de glucomanano no implica pérdidas de peso relevantes a largo plazo. Así que de pasar la grasa blanca a parda…nada de nada.
Si seguimos analizando la lista de ingredientes observamos que, además del glucomanano, estos complementos alimenticios que prometen la conversión de la grasa mala en buena contienen extractos de ajo (Allium sativum), uva (Vitis vinífera) y chile (Capsicum spp.). Pues bien, no existe informe alguno de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria acerca de la eficacia de estos ingredientes para convertir la grasa blanca en parda… ni para nada semejante.
Estimados lectores de Uppers, si lo que quieren es adelgazar olvídense de adipoconversores, quemadores de grasa u otras moléculas surrealistas. Lleven un estilo de vida adecuado que compagine una buena alimentación, un correcto ejercicio físico y suficientes horas de descanso y olvídense de productos milagro. Mientras tanto los científicos seguirán buscando soluciones a los serios problemas de salud que tenemos, pero basándose en el rigor y no en la mentira.
*Manuel López Nicolás