"Hoy por hoy, la única estrategia que ha sido validada científicamente para extender la longevidad es la restricción calórica sin malnutrición", afirma categóricamente Carlos López-Otín, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la facultad de Medicina de la Universidad de Oviedo, y uno de los mayores expertos mundiales en longevidad y envejecimiento. "Lo que pasa es que a la especie humana le resulta muy difícil admitir que para vivir un poco más, tengas que comer un 30% menos de lo normal", explicaba el científico.
La restricción calórica, RC, consiste en la reducción del aporte calórico sin causar malnutrición. "Para humanos sería la reducción de entre un 20-30% de las calorías diarias totales que ingerimos. Esta RC se puede lograr por dos vías fundamentales; la reducción de la ingesta diaria o la realización de periodos de ayuno intermitente" explica Dámaso Crespo, experto en biología y nutrición de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, SEGG. Siguiendo esta dieta, obviamente se pierde peso, entre un 10 y un 15% del peso al inicio del proceso. Pero "lo más importante es que mejoran los niveles de insulina, las hormonas tiroideas, la temperatura corporal, del gasto energético basal, se produce una marcada reducción de los niveles de triglicéridos, colesterol y presión sanguínea y una menor incidencia de cánceres. Estos efectos beneficiosos se han mostrado más efectivos en personas con sobrepeso. Por el contrario, en las personas con peso normal o con valores inferiores, los resultados no han sido tan significativos", cuenta Crespo.
Según el experto de la SEGG "con la restricción calórica se producen dos efectos muy importantes sobre nuestros organismos, la mejora de la actividad inmune, reduciendo los niveles de inflamación celular y la reducción de la producción de radicales libres de oxígeno. Ambos procesos están afectados en el envejecimiento, de tal manera, que la RC pudiera inducir a nuestras células a iniciar un proceso de reprogramación 'saludable' que determinaría, como consecuencia de sus efectos beneficiosos para la salud, un incremento en la longevidad", afirma.
Sí, si comes menos vivirás más. Los científicos están casi seguros. Casi, porque todavía nadie ha realizado un ensayo clínico a un grupo de personas durante toda su vida que lo pueda corroborar al 100%. Lo más cercano a este estudio ha sido la observación de los habitantes de la isla de Okinawa, en Japón. Durante siglos, los habitantes de estas islas han practicado la restricción calórica "por narices": eran pobres, y tenían poco para comer. La base de su dieta son frutas, verduras, hierbas, té, algas y pescado. Poca carne y nada de leche ni de azúcar. En los últimos 50 años, las medidas de salud pública han evitado a los isleños las deficiencias nutricionales y enfermedades infecciosas presentes entre los pobres de numerosos países del tercer mundo. Todo ello acompañado de un estilo de vida relajado y activo ha provocado que ahora la isla tenga el mayor porcentaje de población centenaria del mundo.
Lo que se intuye que funciona en personas ya se ha probado en animales. En 1934, Clive McCay y Mary Crowell de la Universidad Cornell observaron que las ratas de laboratorio alimentadas con nutrientes vitales y muy pocas calorías vivían el doble de lo esperado. En 2010, un estudio desarrollado por el equipo de María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), demostró que una disminución sostenida en el tiempo en la ingesta de alimentos incrementa la longitud de los telómeros –extremos de los cromosomas– en ratones de edad adulta, lo que protege el ADN y el material genético.
Los ratones a los que se les administró una menor ingesta calórica presentaron una menor incidencia de cáncer y de otras enfermedades asociadas a la edad, como la osteoporosis. Investigaciones llevadas a cabo en monos Rhesus durante más de dos décadas han comprobado que la restricción calórica sin desnutrición alargaba la vida de estos macacos, al tiempo que se producía un retraso en la aparición de enfermedades asociadas al envejecimiento, manteniéndose más tiempo sanos. La investigación en estos monos es interesante pues compartimos con ellos el 98% del genoma.
El informe más detallado hasta la fecha sobre los efectos celulares de una dieta restringida en calorías en ratones lo ha dirigido un científico español, Juan Carlos Izpisúa. "Ya sabíamos que la restricción calórica aumenta la vida útil; ahora también conocemos los cambios que se producen a nivel de una sola célula para que ocurra esto", comenta Izpisúa. En su estudio, publicado en la revista Cell, los investigadores compararon ratas que comían un 30% menos de calorías con otras que seguían en dietas normales. Tanto al comienzo como al final de la dieta, el equipo aisló y analizó un total de 168.703 células de 40 tipos distintos en las 56 ratas. Muchos de los cambios que se produjeron cuando las ratas en la dieta normal envejecieron no ocurrieron en ratas con una dieta restringida. Incluso en la vejez, muchos de los tejidos y células de los animales en la dieta se parecían mucho a los de las ratas jóvenes.
La primera investigación de la restricción calórica realizada en humanos no obesos, es el ensayo CALERIE, que ha aportado información muy interesante y que todavía sigue en marcha. En una de las fases de este estudio, se observó que al reducir un 15% la ingesta calórica durante 2 años en humanos, el estrés oxidativo y la tasa metabólica basal disminuían. Son datos que tienen importantes implicaciones porque estos procesos están relacionados con enfermedades asociadas al envejecimiento como el cáncer, la diabetes o el Alzheimer. Además, son también efectos que se habían visto antes en otros animales sujetos a restricción calórica. Otro estudio en humanos mostraba que la restricción calórica era muy efectiva en reducir el riesgo de aterosclerosis (depósitos de grasa en arterias), lo que implica un papel muy interesante de esta dieta en la prevención de enfermedades cardiovasculares.
La literatura científica concluye que a pesar de que la investigación sobre los efectos de la RC en humanos es todavía muy incipiente, los datos disponibles sugieren de forma clara que induce las mismas respuestas que en animales de experimentación, y reduce el riesgo de desarrollar enfermedades asociadas a la edad, tales como diabetes tipo 2, aterosclerosis, cáncer y enfermedades neurodegenerativas.
Parece que pasar hambre todos los días puede darte unos meses más de vida, pero aún no se sabe a ciencia cierta, con lo que para la mayoría de nosotros la motivación para establecer una dieta de restricción calórica de por vida es baja. Pero los investigadores, siempre a la busca de nuevos caminos que explorar, se han planteado qué pasaría si pudiéramos desencadenar los mecanismos beneficiosos que pone en marcha la RC en nuestras células sin necesidad de dejar de comer.
Esto fue lo que se propuso David Sinclair, un investigador de Harvard que descubrió que existe una familia de enzimas llamadas sirtuinas, que actúan como sensores de la disponibilidad de nutrientes y como reguladores del metabolismo. Si se activan estas sirtuinas, el efecto en nuestras células es similar al que provoca la RC. Por lo tanto, si se consiguiera activar estas sirtuinas de forma artificial, mediante fármacos, podríamos conseguir los efectos beneficiosos de la restricción calórica sin necesidad de pasar hambre.
Sinclair identificó el resveratrol, un elemento presente en las uvas tintas, como un elemento capaz de activar las sirtuinas, y creó en 2004 una empresa, Sirtris, para desarrollar fármacos basados en este activador natural. Las expectativas eran enormes. En un país con unos índices de sobrepeso disparados, una píldora que consiguiera los efectos de una dieta baja en calorías era el bombazo del siglo. En 2008, el gigante farmacéutico GlaxoSmithKline anunció la adquisición de Sirtris por un total de 270 millones de dólares. Pero los ensayos clínicos en humanos con los fármacos diseñados por Sinclair tuvieron efectos secundarios indeseados, y Glaxo se vio obligada a suspender esta línea de investigación.
Pese al varapalo, Sinclair sigue tan convencido de que su idea funciona, que utiliza su propio cuerpo a modo de conejillo de indias. Cada mañana toma una cápsula de nicotinamida mononucleótido (NMN), un compuesto que segrega el organismo de manera natural, pero con la edad se va reduciendo. También medio gramo de resveratrol en polvo, y por la noche, una pastilla de metformina. Un fármaco muy conocido para la diabetes de tipo II. Y pone como ejemplo a su padre, que toma lo mismo que él, y que "trabaja, hace piragüismo… en fin, está hecho un chaval y va camino de los 80", explica Sinclair.
No obstante, pese a los prometedores resultados en laboratorios, la práctica de RC no presenta pocos problemas, puesto que restringir el número de calorías, especialmente en las personas de edad avanzada, supone un grave riesgo de pérdida de masa muscular y ósea, lo cual puede ponerles en una situación de debilidad. Por ello conviene ser precavidos con este tipo de intervenciones que juegan con la dieta y pueden resultar más perjudiciales que beneficiosas.
El doctor Crespo es cauto, y se fía de lo que ha funcionado desde siempre. "Si comprobamos el mapa mundial de las zonas en las cuales la longevidad de las personas alcanza los valores más elevados, entre ellos España, veremos que en todas ellas las personas longevas han realizado una RC mantenida (han comido poco y de forma equilibrada en el aporte de nutrientes) y han realizado ejercicio físico (han trabajado de forma manual). Estos dos factores sabemos, en la actualidad, que son dos determinantes fundamentales para incrementar la longevidad y reducir los efectos negativos que el envejecimiento pudiera ejercer sobre nuestras células".
Entre la cautela y la esperanza, la ciencia avanza hacia un horizonte donde lleguemos a viejos sin enfermedades incapacitantes. Pero después de tantos años de investigación y tantos millones invertidos, resulta un tanto frustrante que lo único que se ha demostrado eficaz para envejecer más saludablemente sea el consabido 'menos plato y más zapato'.