El año pasado se divorciaron 93.505 parejas en España, un 2,7% más que el anterior y todo apunta a que vaya a ser una tendencia al alza. De los matrimonios que se rompen, 57.168 fueron consensuadas, pero las demás terminaron por lo contencioso. Tras cualquier tipo de separación existe un proceso de duelo que causa dolor, pero en algunos casos este es tal que se convierte en algo patológico. Es lo que se denomina ‘síndrome de abstinencia emocional’ y está relacionado con la sensación de no poder vivir sin la otra persona, de forma similar a lo que siente un adicto cuando le quitan la sustancia a la que está enganchado.
Experimentar malestar psicológico tras una ruptura es algo habitual, sobre todo si es después de una relación que ha sido importante, teniendo en cuenta que un matrimonio suele serlo. Romper algo implica muchos cambios vitales y, por lo tanto, requiere un proceso de adaptación. El problema está cuando desde un comienzo la ruptura se gestiona de forma disfuncional, con una gran dependencia.
Suele ser común en personas muy dependientes de sus parejas durante la relación y cuando se produce la ruptura eso se intensifica y es cuando se produce el síndrome. Una de las claras señales de que lo padeces es llamar con constancia, enviar mensajes asiduamente o vigilar a la otra persona en redes sociales.
Además, tener pensamientos obsesivos y recurrentes, sentir ansiedad y angustia continua, tener una sensación de culpa enorme y perder el interés de realizar cualquier tipo de actividad son otras señales de alerta. Este síndrome está asociado al insomnio, a dolores de cabeza, náuseas, pérdida de apetito, malestar digestivo, dificultad para respirar u opresión en el pecho.
Cuando alguien padece este síndrome se suele creer que la manera de acabar con el sufrimiento es recuperar a la pareja, pero esto es un pensamiento totalmente irracional y sesgado, fruto de no aceptar la nueva situación y olvidando todos esos motivos por los que hemos decidido poner fin al matrimonio.
Superar una ruptura requiere un proceso de duelo que no es igual para todas las personas, pero que tiene una serie de fases que nos llevarán a convertir el dolor en recuerdos. Hay que sentirlo y procesarlo, por eso, centrarnos en actividades que nos hagan sentir bien es una buena actitud hacia el cambio.
En cuanto al contacto con la expareja, lo mejor es evitarlo ya que mantenerlo no hace más que alargar este síndrome, al igual que pasa con las drogas. Recurrir a un profesional en estos casos suele ser lo más recomendable, sobre todo en los casos en los que existe una interferencia en poder seguir con tu vida diaria.