Si ganar un Grad Slam ya es llegar a lo más alto en el mundo de tenis, hacerlo con 19 años es de ser un fuera de serie. Hacía mucho, desde 1990, que nadie lo había conseguido a esa edad, ni siquiera Nadal, que se rendía a sus pies públicamente 30 segundos después de la victoria. Carlos Alcaraz lo ha logrado sin sufrimiento, en el partido más fácil de la última semana y es que es un hombre de récords. Encabezará el ranking de la ATP desde hoy lunes, convirtiéndose en el más joven de la historia. Llegar a lo más alto a una edad tan temprana conlleva, sin embargo, un alto riesgo, unas expectativas altas, una posible frustración futura o un endiosamiento demasiado pronto. Hablamos con los psicólogos Teresa Terol y Luis Miguel Real para que nos expliquen los consejos que podemos darles a nuestros hijos si triunfan antes de lo esperado y cómo mantener sus pies en tierra.
Hacer historia es el sueño de cualquiera. Que seas recordado cuando ya no estás por algún logro de tu vida, dejar algo para la posteridad, tenerlo todo, tocar el cielo. Este éxito suele llegar con los años y está relacionado con hitos profesionales que no se pueden cumplir hasta tener un cierto estatus. Sin embargo, lo que le ha ocurrido a Alcaraz es totalmente diferente. Tan solo tiene 19 años y ya hablan de él como el mejor del mundo.
“Por supuesto, lo primero que tiene que hacer con este título es disfrutarlo, pero trae consigo un peligro, que es lo que le suele pasar a actores, cantantes o deportistas que triunfan siendo muy jóvenes y es que terminan idealizando esa época durante el resto de su vida, hasta tal punto que, una vez que se pasa, caen en procesos depresivos”, explica Real.
Además, al no tener una personalidad totalmente formada y desarrollada existe el riesgo de que no sepa valorar lo que ha conseguido y lo que supone eso en su vida. “Es evidente que Carlos Alcaraz lleva años entrenando y trabajando en el tenis para llegar a donde ha llegado, pero haberlo hecho a una edad tan temprana puede llevarnos a no desarrollar ningún tipo de tolerancia a la frustración, porque, en parte, él no se ha caído muchas veces antes de conseguir llegar a lo más alto”, añade Teresa Terol.
De ahí que, una de las principales funciones de sus padres y entrenadores es hacerle entender que no siempre se puede ser el mejor y que el éxito no depende solo de él mismo, sino también de su entorno. Carlos Alcaraz tiene mucha presión encima, como mínimo se le exige que sea como Nadal, es poseedor de un récord antes que él y por eso se espera que su carrera sea meteórica.
“El papel de los padres es lograr que no tenga rabietas o profundas decepciones cuando no gane, explicarle que no siempre lo va a hacer por mucho esfuerzo que haya puesto en ello porque en los deportes dependes de factores externos y no todo está bajo tu control. Es muy importante que interiorice que no ganar absolutamente todos los partidos no le hace peor y que no decepciona a nadie con ello”, apunta Real.
Por lo tanto, la función de los progenitores, en este caso, sería doble. Por un lado, ayudarle a poner los pies en la tierra, cómo hacía el tío de Nadal con su sobrino, y, por otro, ayudarle a gestionar las posibles frustraciones que van apareciendo por el camino. Tampoco podemos dejar pasar otra de los papeles más importantes que tendrán a lo largo de la carrera de Carlos Alcaraz: animarle a poner el foco en otros aspectos de su vida. “Será muy importante que le ayuden a ver que en la vida tiene que hacer más cosas. Los deportes de élite suelen requerir tanto entrenamiento que terminan llevándonos a un extremo y ese ansia de estar en la cima puede hacer que nos terminemos perdiendo a nosotros mismos y ese coste de oportunidad es muy alto”, apunta la psicóloga.
No divinizarse será uno de los retos que el joven tenga que afrontar tanto dentro como fuera de las pistas y es que una buena educación en valores será crucial para el desarrollo de su carrera a partir de este momento. “Precisamente la filosofía estoica habla de que al éxito y al fracaso, esos dos impostores, hay que tratarlos con la misma indiferencia y de que si mantenemos los pies en el suelo nadie tendrá que devolvernos a tierra, ya que la confianza excesiva en uno mismo es una debilidad y una carga”, concluye Terol.