El sábado será el último partido que Gerard Piqué jugará en el Camp Nou. El bombazo inesperado de su retirada ha revolucionado el mundo del fútbol. “Vosotros, culés, me lo habéis dado todo, y ahora que los sueños de ese niño se han cumplido quiero deciros que es el momento de cerrar este círculo. Siempre he dicho que después del Barça no habría otro equipo, y así será”. Piqué se despide del fútbol con un palmarés envidiable: 8 ligas, una Premier League, cuatro Champions, 7 copas del Rey, 3 supercopas de Europa, 6 supercopas de España, una Eurocopa de naciones y un mundial. Pero ¿cómo afronta la jubilación una persona que se ha dedicado en cuerpo y alma al fútbol? La psicóloga Teresa Terol nos lo explica.
Para Gerard Piqué, como para otros tantos deportistas de élite, las botas son su vida. A lo largo de su carrera ha hecho numerosos sacrificios para poder llegar a donde está y ahora ese hueco, esas largas horas de entrenamiento, debe llenarlas. “El principal problema al que se enfrenta es a la identificación exclusiva, es decir, al hecho de que ha generado su identidad a través de lo que hace. Lleva tantos años dedicándose a ello que, al dejar esa parte de su vida, pierde también, en parte, quién es”, apunta la psicóloga.
Los deportistas de élite, por la naturaleza de su profesión, renuncian a muchos hobbies, a mucha vida social. Pese a que se tiene la imagen de que están todo el día de fiesta, desde jóvenes tienen una rutina muy marcada, necesitan descansar X horas, en temporada no ven apenas a sus familias… es muy sacrificado. “El problema de tener todos los huevos en la misma cesta es que cuando se te cae te quedas muy vacío y es más fácil caer en una depresión”.
El proceso que comienza ahora Gerard Piqué es el mismo que cualquier persona que va a jubilarse y que tiene que aceptar la nueva realidad. Aunque algunos lo hacen con muchas ganas y otros por pura obligación, todos tienen en común una serie de procesos psicológicos que atraviesan hasta adaptarse a la vida que les toca vivir ahora. Antes de nada, debemos comprender que no es lo mismo marcharse voluntariamente o que te despidan. En el primer caso “la fase de prejubilación ya la tienes interiorizada y es en la que empiezas a imaginar o a planificar en qué va a consistir tu rutina diaria, generas expectativas, así, llegado el momento, el golpe no es tan duro”.
Tras esta fase inicial, comienza lo conocido como 'luna de miel'. Es ese momento en el que la persona empieza a disfrutar de haberse liberado de las obligaciones que lleva tantos años cumpliendo. Este proceso suele ocupar uno o dos meses, pero enseguida nos cansamos de él y entendemos que existe la necesidad de cumplir una nueva rutina. “Entonces empieza el ‘desencanto’. A partir de ahí sí que hay un bajón porque, evidentemente, aunque tú quieras el tiempo es demasiado y comienzas a sentirte perdido”, apunta Terol.
La última fase es la de estabilización. Es el momento en el que ya entiendes que la etapa anterior está totalmente cerrada y entendemos que hay que reorientar nuestra vida y empezar a buscar actividades o nuevos hobbies con los que crear una rutina diferente a la de la etapa laboral. "Todo este proceso suele durar entre cuatro y seis meses, aunque depende mucho de cada persona, de su capacidad de adaptación y resiliencia. El momento de pedir ayuda es cuando la tristeza y la apatía te impide llevar a cabo una vida normal, pero no hay que tener prisa, es un camino lento", concluye Teresa Terol.