Desde pequeños nos han inculcado que decir palabrotas está mal. Que es de mala educación, incluso señal de vulgaridad o de poca inteligencia. Sin embargo, vamos a ser sinceros. A todos se nos escapa más de una palabra fuera de lugar en ocasiones, especialmente cuando nuestra paciencia llega a su límite o cometemos un error. Una palabrota sale de nuestra boca y es como si soltásemos parte de la tensión acumulada. Pese a lo mal visto que está, la ciencia dice que quizá no está del todo mal soltar algún que otro improperio, es señal de mayor inteligencia.
Al parecer, diferentes estudios elaborados a lo largo de los años han señalado como decir palabrotas puede ser realmente un signo de tener una superioridad verbal frente a otros. El profesor de psicología del Massachusetts College of Liberal Arts, Timothy Jay, explicaba a CNN que “los beneficios de decir palabrotas comenzaron a surgir en las dos últimas décadas como resultado de una gran cantidad de investigaciones sobre el derecho y las emociones, junto con una tecnología mucho mejor para estudiar la anatomía del cerebro”.
Ya un estudio de 2015 reflejaba esto, que las personas con educación son mejores inventando palabrotas que aquellas que tienen una menor fluidez verbal, asociándolo a una mayor inteligencia. “Las estrategias para saber dónde y cuándo es apropiado decir palabrotas, y cuándo no lo es, es una habilidad cognitiva social como elegir la ropa adecuada para cada ocasión. Es una herramienta social bastante sofisticada”, expone el profesor de psicología.
Pero ojo, porque las palabras mal sonantes no solo hablan de nuestra inteligencia, también de nuestra honestidad. Según algunos estudios, las personas que dicen más palabrotas mienten menos y son capaces de integrarse mucho mejor entre la sociedad. “Cuando expresas honestamente tus emociones con palabras poderosas vas a dar la impresión de ser más honesto”, explica Jay, aunque advierten de que tampoco hay que hacer un uso excesivo de estas palabras.
También hay investigaciones que estiman que aquellos que más palabrotas dicen tienen una mayor tolerancia al dolor y más resistencia. “Decir palabrotas ayuda a sobrellevar el dolor”, indicó a CNN el psicólogo Richard Stephens, autor de uno de los estudios que ha investigado esto. “Al maldecir desencadenas una respuesta emocional en tu interior, que desencadena una respuesta de estrés leve, que lleva consigo una reducción del dolor”, señala.
Más ligado a la inteligencia, resulta que soltar improperios puede ser un síntoma de ser una persona más creativa porque la capacidad de crear palabrotas está en la parte derecha del cerebro, la llamada zona creativa.
Además, también nos hace sobrellevar las emociones de una forma diferente. Por ejemplo, en lugar de canalizar nuestras emociones a golpes, lo hacemos a través de la palabra. “El propósito de maldecir es desahogar mis emociones y permite sobrellevar la situación. Comunica muy fácilmente cuál es mi estado de ánimo. Tiene esa ventaja: es muy rápido y claro”, afirma Jay.