Tarde y mal. Ese podría ser el resumen de la renuncia de Luis Rubiales a su cargo como presidente de la de Real Federación Española de Fútbol, mediante un comunicado en el que vuelve a hablar 'persecución desmedida' 'falsedades' e incluso 'poderes fácticos', pero no de sus propios excesos y conductas inexcusables. Los hechos, por todos conocidos, eran los que eran y su dimisión -una consecuencia lógica de los mismos en cualquier lugar del mundo- era esperada no solo a nivel deportivo, político e institucional sino a pie de calle. Y era exigida desde el feminismo.
Sin embargo, lejos de aceptar ya no solo la gravedad de las faltas sino la necesidad de retirarse, Rubiales se enrocó durante tres semanas en un torbellino de cerrazón y amenazas con denunciar a ministras de gobierno e 'ir hasta las últimas' que no solo lo ha perjudicado a él sino a todo el fútbol español, empezando por las Campeonas del Mundo. ¿Qué dice de nosotros que nos cueste tanto aceptar una equivocación?
Como te contábamos en esta nota de Sara Vila, "según el filósofo Leon Festinger, cuando nuestras creencias se dan de bruces contra la realidad, muchas veces preferimos buscar la manera de justificarnos que admitir nuestro error. Es lo que se conoce como teoría de la disonancia cognitiva, una hipótesis que sugiere que las personas se ven motivadas a defender sus ideas y comportamientos cuando dos creencias entran en conflicto. Para equilibrar la balanza entre aquello que pensamos y aquello que vemos, es decir, entre nuestras creencias y la propia realidad, muchas veces decidimos obviar el error, justificarlo para que encaje con lo que está sucediendo para poder generar así una cierta coherencia interna".
Para otras especialistas como la psicóloga Cristina Ropero, esta reticencia muchas veces aparece por un problema de autoestima: “Una autoestima sana implica admitir tus defectos y virtudes y aceptar tus limitaciones como persona”, explica. “No ser capaces de admitir un fallo nos indica que tenemos una autoestima deteriorada”.
Desde el portal Área Humana, dedicado a la investigación psicológica, apuntan también entre otros factores (como el tipo de educación recibida o la necesidad de aprobación), al narcisismo: "Las personas con rasgos narcisistas tendrán dificultad para reconocer errores. A pesar de aparentar ser personas competentes y muy seguras de sí mismas, en el fondo albergan una necesidad de admiración, múltiples envidias y falta de empatía. Esto les lleva a exagerar sus logros y talentos y a ocultar sus debilidades, incluso a mentir de forma flagrante si cometen un error o tienen algún desliz, por miedo a dar una imagen de debilidad y sentir vergüenza", sostiene la psicóloga Cristina Mae Wood.
Factores de la personalidad como estos pueden darse en todas las personas, pero a menudo se exacerban cuando están atravesados por el machismo. El narcisista, lejos de asumir el error como una oportunidad para aprender, lo considera un fracaso vital, por lo que es capaz de pensar que el mundo está en su contra o que todos los demás están equivocados. En el caso de Rubiales, ese rasgo quedó expresado en el infame 'gilipollas' y 'tontos del culo' con los que adjetivó a sus detractores desde el minuto uno. Y volvió a quedar patente en la también infame conferencia del "no voy a dimitir". Los expertos recomiendan siempre acudir a terapia para trabajar este tipo de actitudes.