Dice el refrán que quien calla, otorga. Y en estos tiempos de ruido furioso no podría ser menos cierto. Cuando todo el mundo parece tener la necesidad de alzar la voz y gritar más fuerte en el foro público de las redes sociales, el gesto a la contra es practicar el silencio activo. No abrir el pico es casi una acto de rebeldía. Es más, hoy callar es sinónimo de éxito. Y hablar de más, dejarse llevar por la cháchara incontenible, suele llevar por mal camino. Que se lo digan a Rubiales.
"Te lo digo como amigo, así que por favor no te lo tomes a mal, pero quiero que cierres la puta boca. No es por mi bien, sino por el tuyo". Con estas palabras arranca el ensayista estadounidense Dan Lyons, de 63 años, su libro 'Cállate. El poder de mantener la boca cerrada en un mundo de ruido incesante' (Capitán Swing). El escritor sabe de lo que habla porque él mismo reconoce que era un conversador compulsivo, de los que dan la chapa a todo el mundo en todo tipo de situaciones.
Cuando Lyons se dio cuenta de que esa locuacidad le estaba perjudicando en su relación con los demás, se puso a investigar. Y descubrió que en 1993 los profesores de Comunicación James C. McCroskey y Virginia P. Richmond dieron con un término que le definía a la perfección. Talkaholic. Un trastorno que calificaban como adicción. Al descubrirse a sí mismo como un narcisista conversacional decidió emprender el camino contrario. Y su vida empezó a mejorar.
"Mantener la boca cerrada os hará más inteligentes, más simpáticos, más creativos y más poderosos. Las personas que hablan menos tienen más probabilidades de ascender en el trabajo y de imponerse en las negociaciones. Hablar con intención —es decir, no hablar de más— mejora nuestras relaciones, nos convierte en mejores padres y puede mejorar nuestro bienestar psicológico e incluso físico", explica Lyons, que entrevistó a neurocientíficos, psicólogos, lingüistas e, incluso, un ex agente de la CIA para dar cuerpo a sus teorías.
No solo se trata de hablar lo justo, sino de hablar con sentido. En su libro también detalla cómo encontró un estudio del departamento de Psicología de la Universidad de Arizona en 2018 cuyos resultados apuntaban a que el hecho de mantener una conversación de calidad y no trivial se traduce en una mayor sensación de felicidad. "La cantidad y la calidad de la conversación están relacionadas con el bienestar", concluía Matthias Mehl, el profesor de Psicología de la Universidad de Arizona responsable del trabajo.
"Tuiteamos por tuitear y hablamos por hablar, pero las personas más poderosas del mundo hacen exactamente lo contrario. En lugar de llamar la atención, se reprimen. Cuando hablan, miden lo que dicen", apunta Lyons. Y pone ejemplos, como el del CEO de Apple, Tim Cook, que sucedió a otro ilustre lacónico como Steve Jobs. O Angela Merkel, que cuando se reunía con Barack Obama cada uno intentaba hablar menos que el otro. Incluso menciona a Joe Biden, que solía meter la pata con frecuencia hasta que en 2020 empezó a hablar en voz baja y a dar respuestas breves.
Otro mito que destruye, amparado en diversos estudios, es el de que las mujeres hablan más que los hombres. Durante siglos ellas han sido consideradas las cotillas por excelencia, cuando lo cierto es que son ellos los más propensos a hablar de más. Investigadores de la Universidad de Texas descubrieron que que tanto hombres como mujeres pronuncian 16.000 palabras de media al día. Y los tres sujetos más habladores de la muestra eran hombres. Y otro estudio de la Universidad George Washington revelaba que los hombres interrumpen a los mujeres un 33% más que a sus congéneres. Lo que se conoce como manterrupting.
¿Cómo podemos aprender a mantener la boca cerrada? Lyons brinda hasta cinco trucos para que el hablador compulsivo se los aplique a sí mismo. No es una cura milagrosa pero, según el escritor, "os ayudará a ser un poco más felices, a sentirnos más sanos y a lograr un poco más de éxito":