Comunicarse con los demás para lograr un objetivo es algo que hacemos todos los días. Da igual nuestro nivel económico o nuestra posición en el mundo. Mientras Alberto Núñez Feijóo trataba de lograr su investidura como presidente del gobierno, objetivo que volverá a abordar en una nueva votación, otras tantas personas, cada una a su escala, intentaban alcanzar sus propios objetivos con una herramienta estratégica: el lenguaje y todo lo que le rodea. De eso trata la comunicación persuasiva, algo que va más allá de la lengua oral. De hecho, lo no verbal puede contradecir nuestro discurso. Por tanto, ¿cómo podemos asegurar que lo que decimos y cómo lo decimos va en una única dirección? Los expertos en comunicación establecen algunas pautas.
Cuando estamos tensos la persona que debe recibir el mensaje lo percibe y responde a nuestro estado poniéndose en alerta. Una postura cómoda y, al tiempo, respetuosa consiste en mantenerse erguido, echando los hombros para atrás y la cabeza alta, sin resultar prepotente. Si no cruzamos los hombros (es agresivo para el interlocutor) y esbozas una sonrisa amable, tendremos a la otra parte dispuesta para la escuha.
La voz es, posiblemente, la herramienta más útil de la comunicación persuasiva. Un tono sereno, evitando lo monocorde, es fundamental para comunicar bien. Como aconseja el experto Jordi Gracia, si tendemos a hablar de una manera lineal, aburriremos a la otra parte. Dos de sus consejo: introducir diálogos para tener que cambiar de estilo verbal y, paradójicamente, bajar la voz para recuperar la atención cuando en la audiencia cunda el desorden.
En la comunicación verbal es fundamental marcar la transición de un tema a otro. La pausa es la herramienta adecuada para hacerlo. Las pausas en el discurso equivalen a los puntos de un texto. Esta interrupción voluntaria del discurso también puede ayudarse con el movimiento de las manos. De manera simbólica, la manera de posicionar las manos ayuda a ordenar las ideas, estableciendo bloques de contenido. Aunque se trata de una herramienta muy útil, hay que utilizarla con medida: una persona que use demasiado las manos puede hacer que el mensaje deje de escucharse.
La sorpresa es otra de las claves de una comunicación efectiva. Sorprender es captar la atención del otro y, cuando esto se logra, es más fácil que ese otro simpatice con nuestros intereses. El humor es una de las mejores maneras de sorprender y agradar; la risa tiene poderes casi mágicos: nos convierte en personas más atractivas y confiables. Pero no solo la risa. En general, las historias cautivan al que las escucha. Fue en los albores de la humanidad cuando un príncipe indio pensó que en vez de adoctrinar a los suyos con consignas era mejor compartir una historia y que cada uno captara las enseñanzas que más resonaran en él. Así nació el hoy famoso 'storytelling'.
Ser honesto y transparente no son herramientas para comunicar bien, pero sí son competencias fundamentales para que nuestro discurso se perciba como auténtico. En este caso, no hay trucos: lo que no vaya con nosotros, sencillamente, no puede expresarse bien de ninguna manera. Surgen así los discursos impostados, esos que dan pie a fallos, lapsus y malos entendidos.
Volviendo a la actualidad política, es claro que no todos los portavoces y personajes de la escena pública comunican igual de bien, pero casi todos destacan en algo. No en vano, si son capaces de representar a un partido, es que disponen de capacidad o cierta 'auctoritas'. Luis Miguel Díaz-Meco, consultor y formador en comunicación, desgrana las habilidades expresivas de los principales líderes políticos.
"Ofrece una mejor versión como presidente de la Xunta de Galicia que como líder de la oposición. Su aspecto serio, su tono pausado, casi ausente, dan más el perfil de un padre, clave en el rol de presidente, que el de un adolescente, el perfil combativo que suele adoptarse en la oposición. Por su tono y carácter, le cuesta la confrontación y le penaliza su mal manejo de los datos, a veces directamente falsos".
"Buen orador. En ocasiones adopta un papel tan institucional que traslada cierta lejanía, quizá intencionadamente, con el propósito de colocarse a dos palmos del suelo, por encima del bien y del mal".
"Resulta más creíble y digna de confianza como ministra con un tono conciliador, pero firme, y abierta a la búsqueda de acuerdos, que como líder de Sumar, donde en ocasiones utiliza cierto tono admonitorio, como una profesora que regañara a sus alumnos por portarse mal".
"Agudo, ágil, maneja con maestría el sentido del humor, lo que le genera cierta simpatía en sectores que no son abiertamente antagónicos a su ideología. En ocasiones se pasa de frenada. Y aun así te arranca una sonrisa".
"Utiliza un discurso clásico, reposado, medido, apoyado en datos, que refuerza su credibilidad y la de su ministerio. Destaca por contraste con el de otras formas dialécticas, más agresivas y faltonas, habituales en el entorno político".
"Más fresco, natural y menos crispado que el perfil de otros portavoces, especialmente en su propio partido. Su estilo le penaliza más dentro, donde cuenta con algunos enemigos, que fuera de su organización donde se le ve como un tipo majo y digno de confianza".
"Estilo campechano, directo y claro. Su tono, simpatía y utilización del sentido del humor le permitirían, con éxito, acusarte de un delito de cierta gravedad y no tenérselo demasiado en cuenta".
"Elegido en el debate de investidura por su carácter y tono directo, casi agresivo, para desnudar la estrategia del PP. Un peón útil, opuesto al estilo presidencial del etéreo Sánchez".