En los próximos días asistiremos a la sesión de investidura del candidato Pedro Sánchez. En principio, hay 179 votos que apoyarían un nuevo gobierno del político socialista. Aunque los números dan (la mayoría absoluta está en los 176 diputados), otro asunto es el ambiente de tensión que se vive en la calle y en las instituciones. La hostilidad hacia la bancada socialista, sus socios de gobierno y todas las formaciónes que van a facilitar esta investidura es patente. Hagamos el pequeño ejercicio de trasladar el ambiente hostil de las Cortes, donde se gestionan las cuestiones de estado, a cualquier ámbito laboral. Unas señorías hostiles no parece el mejor comienzo para una nueva legislatura. Evitarla es posible, aunque la propia esencia de la hostilidad es mantenerse en el tiempo y abonarla periódicamente, desde el momento de su nacimiento.
"Mantener un ambiente hostil requiere de ciertas condiciones. Hay un experimento clásico en Psicología Social que se llamó 'La cueva de los ladrones'. A partir de ahí ha habido una investigación acelerada sobre el tema y sobre generación de racismo y xenofobia", señala Guillermo Fouce, profesor de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid y presidente de la Fundación Psicología Sin Fronteras.
Para este experto, es relativamente sencillo generar hostilidad entre dos grupos. Lo que entra en juego es el concepto de exclusión e inclusión. "Es tan sencillo como decir 'lo mío y lo tuyo', 'nosotros y ellos'. A partir del 'nosotros' y 'ellos' y de decir también que hay algo por lo que competir ('Si tú ganas, yo pierdo. Y si tú pierdes, yo gano'), tenemos los condimentos típicos del conflicto. No necesito nada más. A partir de ahí se produce la polarización grupal, con lemas como 'Los míos son los buenos y los tuyos son los malos'. A partir de ahí se generan conductas hostiles", asegura Fouce, para quien la hostilidad nunca se da de manera gratuita.
En un grupo siempre se van a generar adhesiones, emociones neutras y, a veces, animadversiones. Pero la hostilidad a gran escala persigue otros objetivos. "La hostilidad sirve para justificar, para desvirtuar y desnaturalizar al otro. Pensar que no merece mi respeto porque no es como yo, y para justificar, incluso, acciones como agredir al otro. Puedo agredirlo porque persigo un fin mayor: mi patria, mi religión o la defensa de algo que sea importante para mí, normalmente son 'principios supra', que están por encima de las personas. ¿Cómo se hace? Desnaturalizando, deshumanizando al otro y generando una idea en la que la otra persona no es un ser como yo".
En ese sentido, ser hostil es la expresión mayúscula de que algo es ilegítimo, inaceptable y, por tanto, debe ser rechazado por la mayoría. A su vez, ese sentimiento de rechazo puede crear una sensación de fracaso y baja autoestima en la parte agraviada. Superar esta sensación requiere una mente fría, ajena al famoso secuestro de la amígdala, capaz de valorar en su justo término cada acción y circunstancia y, por supuesto, una hoja de ruta que trascienda cualquier ambiente hostil.
Además del estado emocional de las víctimas, el entorno, como se ha demostrado en otras situaciones traumáticas como el bullying, desempeña un papel clave. "Sin duda, el entorno influye mucho porque puede ser definitivo para la resolución o para dar elementos que incrementen el conflicto", asegura el experto.
¿Por qué es tan importante? Para Fouce, "El entorno es fundamental porque es el que va a inclinar la balanza hacia 'siéntese ustedes, hablen y lleguen a acuerdos' o se favorezca un relato de 'quien gana, gana y quien pierde, pierde".
La hostilidad se percibe como se percibe un mal olor o una luz siniestra. Es indisimulable, aunque muchas veces se cuela en la vida diaria porque tenemos totalmente intregrados algunos de sus elementos clásicos, muchos de ellos emparentados con el humor. "Las señales de hostilidad, sutiles o no, pueden ser desde un chiste, los famosos rumores, los insultos... Todo lo que tiene que ver con la deshumanización del otro. Todos estos elementos sirven para desnaturalizar al otro y justificar la hostilidad. Es una manera de decir que esa hostilidad responde a una causa objetiva: estoy haciendo algo que se necesita hacer", afirma el psicólogo.
Según Fouce, uno de las peores derivadas de las conductas hostiles es que se extienda por el grupo. "Se da también un fenómeno de contaminación grupal. Mucha gente no se atrevería a hacer una agresión a nadie, mucho menos a un policía en un determinado contexto, salvo cuando está en la masa y cuando se pierde la individuación o las responsabilidades individuales. También se piensa que si todos lo hacen, yo también; pienso que en ese colectivo se puede hacer y no va a tener consecuencias. O las va a tener positivas, me va a ensalzar como un héroe, como una estrella."
La hostilidad consta de tres fases. La primera es de disparo o salida. En esa fase, el impulso es tratar de frenar a la otra parte, pero es muy posible que se fracase. La segunda es la del enlentecimiento: si no hay nuevas provocaciones, la hostilidad disminuirá su energía. La tecera es la de afrontar la situación: es una frase crítica a partir de la cual se puede dialogar.
El psicólogo Guillermo Fouce tiene ya la vista en esta tercera fase. "Tarde o temprano tiene que haber un proceso de diálogo, pero para eso las dos partes tienen que estar interesadas y no puede abordarse en el momento de auge del conflicto, ya sea por un auge objetivo o subjetivo, en el que haya interés porque se mantenga el conflicto".
Para llegar a la deseada fase de diálogo, pueden articularse distintas estrategias: