Hacerse adulto significa, entre otras muchas cosas, reducir el círculo de amistades. Las exigencias de la familia y el trabajo, las agendas plagadas de reuniones ineludibles o las actividades de los niños cada vez nos dejan menos tiempo para algo tan sencillo como quedar con un amigo para tomar un café. Y sin embargo, el viejo tópico sigue siendo verdad: quien tiene un amigo tiene un tesoro. Un buen cómplice de vida siempre va a ser bueno para nosotros física, mental y emocionalmente, pero, claro, esa relación hay que cultivarla.
Si alguien quiere saber cuál es el secreto para tener un amigo fiel a los 50 años, mala suerte. No hay fórmulas mágicas en esto. Cada amistad y cada amigo son únicos y prosperan o se marchitan dependiendo de cómo interactuemos. Pero sí es cierto que establecer ciertas rutinas, como una llamada telefónica semanal -que tampoco tiene por qué eternizarse- o fijar una escapada anual de fin de semana, ayuda a mantener fuertes los lazos.
Tampoco es realista pretender tener decenas de amigos "de verdad". Según Beverley Fehr, psicóloga social de la Universidad de Winnipeg, una persona puede mantener entre tres y cinco amistades íntimas. Más allá de eso, "simplemente no tenemos tiempo ni energía suficiente para todos". En lo que sí coinciden todas las investigaciones, formar una amistad requiere, en primer lugar, un cierto número de horas de estar juntos.
Concretamente, hay que pasar entre 50 y 60 horas con una persona para que pase de ser un conocido a un amigo ocasional, según un estudio de Jeffrey Hall, profesor de estudios de comunicación de la Universidad de Kansas. En esa progresión, pasar de amistad ocasional a amistad íntima demanda estar juntos entre 140 y 160 horas más, lo que hace un total de unas 200 horas.
¿Se podría crear un vínculo estrecho en menos tiempo? Sí, es posible con conversaciones significativas e interacciones más profundas. Pero, ojo, pasar 200 horas con alguien tampoco significa necesariamente que esa persona se convierta en un amigo íntimo. Tiene que tener voluntad de serlo. Algunos compañeros de trabajo pueden pasar 300 horas juntos y no llegar nunca a ese grado de intimidad.
Basándose en su propia investigación, Hall subraya que tan importante como la cantidad es la calidad. No es solo el número de horas, sino lo que hacemos con ellas. En ese sentido, compartir actividades pasivas, como ver una serie en Netflix, puede ser divertido y agradable, pero no va a contribuir a forjar un vínculo de la misma forma que una conversación profunda, en la que se expresan sentimientos y se escuchan.
En un estudio distinto en el que recopiló los diarios de 127 personas durante siete días, el profesor Hall descubrió que el contacto rutinario con las personas que nos interesan, a través de llamadas, mensajes o en persona, ayudaba a mantener las relaciones y conducía a puntuaciones más altas de sentimientos positivos.