Alcanzar cierta edad hace que las personas se replanteen diferentes cosas de su vida. Desde dónde están laboralmente y sus expectativas a largo plazo, o si su vida personal está a los 50 en el punto que esperaba cuando cumplió los 40. Los 50 es la edad ideal para tomar decisiones y no arrepentirte una década después, estás en un momento álgido de la vida, con la curva de la felicidad en pleno crecimiento. Pero esa felicidad solo se mantendrá si sabemos tomar las decisiones adecuadas para nuestro futuro.
Desde Harvard apuntan que el arrepentimiento es una herramienta que se utiliza mucho mejor a mediana edad, cuando tienes unas perspectivas de futuro mucho más claras. Ahí es cuando nace lo conocido como arrepentimiento anticipado. ¿Qué es? Imaginarse tu propia decepción en el futuro por no haber tomado determinadas decisiones en la actualidad, aunque sean arriesgadas, pero que es posible que tu yo del futuro agradezca.
De esta manera, Harvard apunta en un artículo publicado en Harvard Business Review tres tipos de decisiones que es el momento de tomar si tienes 50, de lo contrario, es muy probable que en unos diez años te arrepientas.
A través de las experiencias y conocimientos adquiridos a lo largo de tu vida llegas a los 50 sabiendo realmente lo que es importante para ti. Por eso es importante tomar decisiones a largo plazo que realmente te ayuden a ser feliz y a prosperar, aunque no recojas los frutos de esas decisiones de forma rápida. La inmediatez ya no es algo que te importe.
Tu madurez también te hará saber cómo quieres vivir tu futuro, desde tus últimos días de vida laboral hasta tus años de jubilación. Plantearte unos objetivos, sobre cómo quieres pasar ese tiempo o con quién te imaginas relacionándote durante esos años. En definitiva, plantearte qué vida quieres tener.
Llegar a los 50 te hace tener claro cuáles son tus conocimientos principales y las habilidades que has perfeccionado a lo largo de los años. Entonces te planeas cómo usar todo eso para tener un impacto positivo en el resto de la sociedad, aunque solo sea en tu entorno más cercano. Descubrir tu don, eso que se te da bien, y tener la satisfacción de que has permitido que los demás disfruten de él y de ti.