Para el coach Raúl Ravelo, la risa es para el alma lo que el jabón para el cuerpo. Ravelo hace suyo este viejo proverbio judío, convirtiéndolo en el mantra de toda su labor como experto en Coaching, Inteligenia Emocional, Programación Neurolingüística y Risoterapia. Tras 15 años ayudando a personas y a organizaciones a mejorar sus resultados y su calidad de vida a través del aprendizaje y el entrenamiento de sus emociones, acaba de publicar 'Vivir con alegría' (Luciérnaga), una guía práctica para reconectar con la sabiduría interior.
¿Por qué crees que nos cuesta tanto conectar con nosotros mismos?
Vivimos en general en una sociedad que va a un ritmo muy frenético. Hay ciertos estudios que dicen que desde la década de los años cincuenta del siglo pasado en las sociedades modernas se habla y se camina más rápido. En este contexto donde el ruido, las distracciones, las presiones de todo tipo (económicas, familiares, etcétera) y la gran velocidad a la que vamos, faltan espacios para parar, para reconectar, para disfrutar y para entender que el equilibrio en la vida es muy importante.
Algo de lo que me he dado cuenta como facilitador y formador y como fruto de lo anterior, es que para muchas personas el tener espacio de disfrute, diversión y descanso es algo que, si bien es muy importante para muchos, suele ocupar los últimos puestos en las prioridades personales, siendo algo siempre pendiente o a posponer y creo que eso es un gran error.
¿Vivimos en un mundo cada vez más individualista?
Estamos creando sociedades en donde el individualismo va en aumento en contraposición a las relaciones y vínculos estrechos, creo que tendríamos que recuperar el concepto de comunidad y crear relaciones cercanas en nuestros entornos, puesto que esto es algo que también incide en nuestra salud y calidad de vida, y hacerlo además jugando a través de experiencias como talleres de risoterapia, por ejemplo, es una forma muy divertida de conseguirlo.
En el libro hablas de la ciencia del bienestar. ¿Qué aspectos la componen?
Me refiero a la rama de la psicología que se conoce como psicología positiva. Esta nace a finales del siglo XX y principios del siglo XXI y, en sus inicios, surge de reflexionar sobre que, si bien es verdad que la psicología tradicional nació en su momento para estudiar la patología y el sufrimiento humano, hasta la fecha, nadie había puesto énfasis en la otra cara de la moneda; es decir, en estudiar las fortalezas humanas, qué es lo que hace que la vida valga la pena ser vivida y qué hace felices a las personas.
Sólo por poner un ejemplo de esta mirada, en un estudio llevado a cabo por David Myers en el que revisó las revistas de psicología más prestigiosas de entre los años 1967 al 1998 para averiguar cuáles eran los temas predominantes en ellas, descubrió que en total existían unos 101.004 artículos que hablaban sobre la depresión, la ansiedad y la violencia, mientras que tan sólo habían unos 4.707 que hablaban sobre la alegría, el amor o felicidad.
La psicología positiva comienza a estudiar pues de qué manera podemos disfrutar más de la vida y qué es lo que realmente nos aporta felicidad y bienestar.
Según estos estudios, ¿qué nos aporta bienestar?
Son muchas las estrategias que nos comparten los expertos en este campo, pero, por poner algunos ejemplos, estas seis actividades nos pueden ayudar a estar más sanos y felices:
¿Cuáles son us recomendaciones para enderezar un día que empieza mal?
Sin duda, nuestra actitud es clave en relación a cómo nos relacionamos con lo que nos pasa y, en relación a esto, hay que decir que la manera en la que nos estamos sintiendo influye en la percepción de lo que vivimos, por lo que nuestra realidad subjetiva siempre está coloreada y contaminada con nuestra manera de sentir.
Hay, sin duda, cuatro verbos que nos pueden ayudar tanto a sentirnos mejor como a transitar de manera sana cualquier estado emocional que estemos viviendo, estos son: cantar, bailar, jugar y reír, y la paradoja suele encontrarse en que cuando menos ganas tenemos de hacerlo suele ser cuando más lo necesitamos. Por otro lado, a estos cuatro verbos también podemos añadir otro que es el de llorar, puesto que en general, muchas personas no se permiten por diferentes razones tanto llorar como reír, y en los dos sentidos, llorar y reír son dos recursos maravillosos para expresar y canalizar emociones que, tanto después de una buena risotada como de llorar a moco tendido, suelen dejarnos mejor de los que estábamos.
¿Y al final del día, recomiendas algún hábito para cerrar bien la jornada?
De manera resumida, comparto tres pequeñas estrategias aunque para quien lo deseé, puede ir a mi web www.raulravelo.com y descargarse de manera gratuita la guía de recursos para vivir con alegría, en donde comparto varios juegos, vídeos y libros al respecto.
Como primera propuesta y como rutina al finalizar el día, puedes compartir con tus seres queridos o con quien vivas simplemente los tres mejores momentos de tu día, es decir, cuáles han sido las tres mejores cosas y que más te han gustado de tu día, poniendo el foco con ello en lo que sí ha ido bien o te ha gustado, puesto que en general solemos quedarnos enganchados en lo que no nos ha gustado o lo que perturba nuestra tranquilidad. De esta manera, podemos cambiar durante un momento el foco para saborear y reflexionar sobre lo que sí ha ido bien.
En segundo lugar, terminar el día exponiéndonos a información que nos conecte con los estados emocionales que queremos sentir, puede ser disfrutando de una película o serie, leyendo un libro, dibujando, escribiendo o meditando, entre otras cosas. Lo importante aquí es disponer de hábitos y rutinas que nos ayuden a conectar con estados positivos para cerrar el día de una manera que sea amable e inteligente para nosotros.
¿Y en último lugar?
Un recurso que podemos hacer tanto para terminar el día como para usar en cualquier momento que lo deseemos o lo necesitemos es jugar con nuestra respiración y con nuestra sonrisa, de manera que le dediquemos cinco o diez minutos, según el tiempo que tengamos para respirar con los ojos cerrados y de manera consciente y profunda, mientras vamos dibujando al final de cada exhalación una sonrisa, notando en nuestro cuerpo y nuestra cara el impacto que tiene cada vez que lo hacemos.