El pasado 20 de marzo, coincidiendo con la llegada de la primavera, se celebró el Día Internacional de la Felicidad, un estado de plenitud que no tiene el mismo sentido para unas personas que para otras. Algunas variables como el amor, el sexo, la salud, la estabilidad, el dinero, el descanso o los hijos transforman el ser y el estar de cada individuo. Como aseguraba la filósofa Victoria Camps en Aprendemos Juntos (BBVA): “La felicidad es una búsqueda que dura toda la vida”.
En esa búsqueda también participa desde hace años la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de la ONU realizando estudios periódicos sobre el índice de felicidad de 143 países. En el último informe, World Happiness Report por Gallup de 2024, aparece el dato español. ¿Hasta qué punto somos felices? Nuestro gozo en un pozo: España, que el pasado año se posicionaba en el escalón 32, desciende al 36 este año. Desde hace siete años, Finlandia es el que se erige con el puesto de honor situándose en primer lugar. Le siguen de cerca Dinamarca, Islandia, Suecia e Israel. Si atendemos al criterio de edad, público por primera vez este año, se ve que los jóvenes son más infelices que los mayores.
Por su parte, los resultados obtenidos del V Estudio de Salud y Vida del pasado año elaborado por Aegon, revelan que el 67,2% de los españoles señala ser bastante feliz y el 9,7% muy feliz. El 80% desvela que la salud es fundamental para estar contento, le siguen las relaciones de pareja e hijos (67,2%) y las de amigos y familiares, con un 55,2%.
El famoso proverbio “El corazón tiene razones que la razón no entiende" podría ser el mantra de Ana Asensio, psicóloga, doctora en Neurociencia y autora de ‘Neurofelicidad’ (Roca Editorial, 2024). "Nuestro cerebro es muy capaz y potente, pero no es listo. El que más sabe es el corazón", sostiene. La experta aborda la psicología desde un enfoque que, precisamente, combina felicidad y neurociencia. Su objetivo es llegar a conocer las claves para entender lo que uno siente y cómo gestionar las emociones, además de cómo alcanzar el bienestar físico y mental.
Como señala en su libro, se nos ha educado en que hagamos caso al cerebro. ¿Por qué? ¿Cuál sería la pregunta adecuada que deberíamos hacernos antes de tomar muchas de nuestras decisiones?
La tradición hasta la fecha ha sido muy racional. Desde la época cartesiana, la razón imperó por encima de cualquier otro aspecto, sobre todo, para ahorrar impulsos que no se sabían manejar desde la emoción. Hemos heredado el "Pienso, luego existo" cuando también es "Siento, luego existo".
Nuestro cerebro es muy capaz y potente, pero no es listo. Sin la orden del cuerpo, de nuestra memoria, del corazón, de las hormonas y de nuestras emociones sosegadas no sabe actuar. Pero sí es muy obediente y capaz y por ello podemos ponerlo al servicio de nuestro ser al completo.
¿Si el cerebro no es listo, quién toma su puesto?
El que más sabe es el corazón, que recibe la información desde el sistema nervioso y la entrada sensorial en la que también participa una parte del cerebro, la más instintiva. Él rige el campo magnético de nuestro cuerpo y se interconecta con todos los órganos mandándoles información y comunicándose internamente para que las cosas marchen bien. Finalmente, esa información llega a nuestra razón que es la parte más evolucionada de nuestro cerebro, la ejecutora y a la que hemos dado tanto poder en los últimos años.
Es importante parar y ver si está en sintonía lo que vas a decidir hacer, lo que quieres hacer, con lo que está en tu emoción y lo que se encuentra en tus valores y tu corazón. Tras ello, toma tu decisión. De aquí nace la frase: “Haz que tu razón se convierta en la mejor amiga de tu corazón”.
¿Podemos tener falta de endorfinas u 'hormonas de la felicidad'? ¿Qué causaría esto?
Podemos tener falta de neuroquímicos que nos hagan sentir bien como son las endorfinas en cuanto a que nos falta movimiento, falta de oxitocina si faltan abrazos o relaciones saludables, falta de dopamina sin reconocimiento personal, incluso, falta de serotonina cuando no disfrutamos o dejamos de reírnos.
La depresión afecta a más de 300 millones de personas en el mundo. ¿El pensar demasiado en todo lo que nos preocupa nos daña demasiado?
Claro que nos daña, nos estresa, nos 'quema' el cerebro, oxida nuestras neuronas, las hace envejecer, sobre todo, si esos pensamientos son de manera repetida, obsesivos, acerca de lo que nos preocupa, lo que no podemos controlar, lo que nos hizo daño en el pasado, el miedo al futuro.
Todo eso pone al cerebro en una actividad eléctrica demasiado elevada, las neuronas se van a juntar a una velocidad que nos les corresponde, no se van a poder comunicar ni en su impulso eléctrico ni en su intercambio neuroquímico y habrá ocasiones en las que se alteren. Al alterarse esa neuroquímica, toda la parte sistema neuroendocrino, los órganos, el sistema nervioso central se va a ver tensado, esto es, estaremos alterados.
Este esquema de vida, lleno de preocupaciones y pensamientos rumiantes nos ha llevado a tener ansiedad y en muchas ocasiones deriva en depresión.
¿Cómo ayuda el ejercicio físico, el aparcar las pantallas y la alimentación saludable a estar mejor a nivel mental?
El ejercicio físico es vital para el ser humano. La mayor parte de nuestras neuronas (las que transportan información muy importante para que estemos bien) son neuronas de tipo motor, es decir, se activan y funcionan con el movimiento. El movimiento también mejora la microbiota intestinal y, por lo tanto, beneficia al aparato digestivo.
El movimiento también mejora nuestro descanso y posibilita un buen rendimiento del cerebro, da endorfinas y sensación de calma bajando el cortisol del estrés, produce alimento neuronal para evitar el envejecimiento y, además, mejora las conexiones cerebrales favoreciendo reserva cognitiva y nacimiento neuronal.
Las pantallas limitan este movimiento corporal tan necesario para que estemos bien, para que nuestro motor funcione adecuadamente y además nos invitan a contenido pasivo, con lo que nuestro cerebro se atrofia y se va estancando. Las pantallas en su justa medida pueden ser un descanso o un distractor, pero no pueden ocupar otras tareas tan vitales como es el movimiento o la socialización real.
¿Cuáles son para usted los enemigos de la felicidad y por qué?
Para mí el mayor enemigo de la felicidad son las escasas o nulas relaciones sociales de calidad, la vida sedentaria, la alimentación poco saludable y el no descanso (sueño).
Reírse con ganas, ¿cómo nos ayuda?
Activa nuestras mareas cerebrales de placer, nos produce endorfinas, dopamina de la saludable y nos produce alegría interna. Reírse es una gran medicina, es el yoga de la boca, activa nuestra seguridad y nos conecta con los demás. La gente que sonríe cae mejor, la gente con la que te ríes te parece más cercana y la gente que te hace reír te regala una dosis de felicidad extra. La risa a carcajadas oxigena los tejidos, relaja el diafragma y hace disminuir la sensación de estrés.
¿Dormir es salud?
Dormir no solo es saludable, es vital. Por la noche el cerebro no descansa, el cerebro por la noche se repara, hace 'chapa y pintura'. En el cerebro tenemos un líquido limpiador que se activa cuando dormimos, además, nuestras neuronas se reorganizan, asientan aprendizajes, ordenan la memoria y se mantiene saludable la química del equilibrio emocional.
Como autora también del libro 'Vidas en Positivo', ¿cómo podemos aplicar el pensamiento positivo a nuestra vida?
Vivir en positivo o el pensamiento positivo es tener un actitud práctica y realista frente a la vida, acogiendo lo que viene sin aplicarle carga de sufrimiento adicional. Respecto a la circunstancia que te sobrevenga, en ocasiones tendrás que hacer algo y en otras, aceptar la situación y atravesarla con las mejores herramientas posibles. No obstante, es importante saber que, si lo pasas mal antes de lo necesario y te resistes o piensas demasiado en preguntas que no te llevan a ningún lado, sufrirás más y tu cuerpo se verá afectado.
El pensamiento positivo se instala desde la calma, desde la respiración, desde prácticas de atención plena y desde el conectar con la confianza de que “esto también pasará”.