A todos nos ha pasado: hablar con alguien que disfruta de una posición envidiable y verle sumido en la queja. O pedir ayuda a quien creemos que puede brindarla y terminar consolando (incluso, ayudando) a esa persona, produciéndose una peculiar inversión de roles. Si te reconoces en estos casos, probablemente te las hayas visto con una personalidad victimista.
El victimismo es una forma tóxica de ver el mundo, un mundo que siempre parece estar en deuda con la persona que se siente maltratada. "Cuando alguien no asume sus responsabilidades se genera lo que se llama la 'indefensión aprendida', que significa que, hagas lo que hagas, tu vida va a seguir siendo igual de mala", explica la psicóloga Lara Ferreiro. La experta, autora del best-seller 'Adicta a un gilipollas', una guía de referencia para detectar relaciones perjudiciales, ha encontrado un buen número de perfiles victimistas en su carrera profesional, aunque no todos son del mismo tipo. "Hay dos tipos de victimismo: personas que han sufrido algún tipo de abuso o de bullying, con circunstancias muy complejas que les han llevado a generar esa indefensión aprendida, y personas con una vida maravillosa que se mueve a través de la queja y el victimismo para manipular", señala esta experta.
Llegamos así al verdadero objetivo del victimista: "Al final, es una técnica de manipulación hacia otros", asegura Ferreiro, matizando que hay que saber por qué ha llegado a ese estado. "También puede haber una víctima puntual, por una circunstancia concreta. Hay que diferenciarlo del victimista crónico que siempre está mal", explica.
¿El victimista nace o se hace? "En el origen de este comportamiento hay causas complejas. Muchas veces se ha vivido circunstancias difíciles, fracasos continuados o traumas. Pero, a veces, sucede todo lo contrario: son personas que lo tienen todo, pero no saben agradecer la vida. Lo que hacen siendo víctimas es una llamada de atención con la intención de captar el interés de los demás", afirma la psicóloga.
La consecuencia más directa es que se activa el rol víctima-salvador. "Si se es especialmente empático, lo normal es que intentemos ayudar a las víctimas y estaríamos facilitando que esa persona siga sin asumir responsabilidades", asegura la experta.
Como explica Lara Ferreiro, sentirse desamparado ante algunas circunstancias es normal. Sin embargo, alterar la realidad para que haya un agravio crónico es propio de ciertos trastornos. "Detrás de un victimismo puede haber depresión, no ves salida ni futuro a tu vida. No ves un propósito, un 'para qué', que es lo más importante. Algunas de estas actitudes pueden venir de una infancia con padres negligentes, o, al revés, han estado muy protegidos y se agobian en un vaso de agua", señala la psicóloga.
Además de una conducta depresiva, el victimista también puede experimentar ansiedad e incluso tendencias suicidas. "Es normal verlas apáticas y de mal humor. Todo eso es fruto de la victmización y de la culpabilización inversa: la culpa siempre la tienen los demás. Nunca van a asumir ningún error: los demás son malos o el mundo está en mi contra", explica la experta.
En su opinión, "el victimismo es, en el fondo, un mecanismo de defensa para suplir su baja autoestima a corto plazo". El problema es que esa manera de ver el mundo anula su capacidad de agencia: "Hay ciertos patrones que podrían trabajarse en terapia, pero no quieren", asegura la psicóloga.
Querer o no querer salir de la queja es la decisión a la que se enfrenta un victimista. Se mueven en esa ambigüedad, por lo que no siempre podemos reconocerlos, pero hay estilos emocionales que nos indican que estamos ante una víctima empedernida. La psicóloga Lara Ferreiro apunta estos siete:
"Increíblemente, existen una serie de beneficios en las actitudes victimistas", asegura Lara Ferreiro. Cada conducta aporta una serie de ventajas. En el caso de las personalidades victimistas, "Recibes la atención de la gente y no asumes la responsabilidad de nada. El entorno va a ser muy indulgente, te van a criticar menos y, al tiempo, sigues reforzando el derecho a la queja porque la vida ha sido injusta contigo", afirma la experta.
En el reverso, las personas victimistas, a veces sin ser conscientes, abusan de la empatía de los otros, manipulan voluntades y ni establecen cambios que permitan salir de su patrón, algo que muchas veces solo puede conseguirse en terapia, ni dejan que en ellos afloren emociones positivas. Sin quererlo, se convierten en imanes de infelicidad. La suya y la de los demás.