A través de una carta publicada en sus redes sociales, Pedro Sánchez ha anunciado que medita dimitir como presidente del gobierno. Las razones que aduce son la "campaña de acoso y derribo por tierra, mar y aire" hacia él mismo y hacia su mujer Begoña Gómez, denunciada por el pseudosindicato Manos Limpias por un presunto delito de tráfico de influencias. El presidente del gobierno se hace una pregunta: "¿Merece todo esto la pena?". Se refiere así a la cuestión fundamental de si es compatible la complejidad implícita en la vida política con el desgaste extremo de la vida personal. El debate vida íntima/vida privada cobra todo el sentido. Llegados a este punto, la pregunta del millón: cómo saber si continuar o dimitir es, en realidad, la respuesta correcta en un escenario crítico.
El cambio es la única constante de la vida. Nuestra existencia fluye en un constante cambio que exige tomar decisiones, ya sea de aspectos irrelevantes o de cuestiones capitales, como en el caso de la decisión de Pedro Sánchez. Se trata de un proceso enrevesadamente complejo porque atañe a lo emocional y lo racional.
La neurociencia explica que antes de pensar y expresar un pensamiento, lo sentimos, aunque no todos sepamos interpretar los términos de esa emoción. Neurocientíficos como Nazareth Castellanos da un paso más: "El cuerpo dice lo que la mente calla". Es decir, las sensaciones corporales de rechazo o entusiasmo ya es un input de primer orden para calificar el entorno en el que nos encontramos, aunque la personalidad también es importante. "Depende de si somos personas emocionales o racionales. Las personas racionales suelen escoger el trabajo, mientras que las emocionales priorizan la familia. Curiosamente, también aquí hay diferencias entre hombres y mujeres: las mujeres tienden a escoger el área íntima y los hombres, el trabajo", explica la psicóloga Lara Ferreiro.
Con todo, no hay que menospreciar el poder de la razón. El pensamiento introduce orden y claridad a lo emocional, y la voluntad persigue la elección correcta. La toma de decisiones muestra el libre albedrío de cada ser humano, y es una de las claves del éxito en la vida. Tomar una buena decisión requiere un proceso reflexivo como el que demanda Pedro Sánchez a través de un instrumento tan poco digital como una carta. Aunque se difunda de manera online, la elección de un texto escrito es ya una manera de decir que busca sosiego y serenidad para sopesar los pros y los contras de los escenarios que plantea.
El coach de negocios Jeff Boss, experto en dirimir situaciones de crisis en la empresa, explica que la toma de decisiones puede ser el mayor peso que caiga sobre los hombros de un líder. Boss ofrece una guía para saber si los planteamientos que valoramos pueden ser buenos para uno mismo y su entorno, y para la empresa que dirige. Aunque el contexto empresarial no siempre puede aplicarse a la escena política, las propuestas de Boss podrían ser útiles en cualquier momento vital.
Si la decisión tienen consecuencias positivas para los demás, será buena. En este caso, por tanto, es importante saber en qué riesgos incurriría el país ante una posible decisión. ¿En qué saldrían los ciudadanos perjudicados? ¿Qué oportunidades de crecimiento como país perderíamos?
Cuando se toma una decisión difícil hay que ser transparente respecto a qué la motiva. La valoración final también debe ir más allá de los criterios individuales o personalistas. Las buenas decisiones son pragmáticas y responsables: ¿a quién benefician? ¿A quién perjudican?
Especialmente cuando la crisis está motivada por cuestiones familiares, contar con el consenso de los nuestros es esencial. Dedicarse a la acción política requiere coraje y un entorno personal sin fisuras para poder soportar un escenario cada vez más polarizado. Cuando hay una fractura en el círculo más íntimo, es muy difícil llevar a cabo tareas complejas. Lara Ferreiro abunda en este aspecto: "Cuando estamos ante un decisión difícil, tenemos que valorar los pros y contras. Pero si elegimos a la familia, no hay que machacarse con el síndrome de la culpabilidad. En algún caso, se puede negociar también con la familia si hay un límite temporal. Los acuerdos son importantes".
Las buenas decisiones son sostenibles; es decir pueden mantenerse en el largo plazo. Para saber si somos capaces de ser consistentes en el tiempo, tenemos que hacer nuestro el famoso 'Conócete a ti mismo'. Solo así conoceremos cuál es nuestro ikigai o propósito de vida. Si la decisión que estamos meditando nos aleja de ese propósito, hay que pensar que quizá estemos cercenando una parte esencial de nuestra personalidad y nuestro camino. La decisión final puede que nos aleje del foco de dolor que la motiva, pero también puede transformarnos en quienes no somos ni queremos ser.
Decía Alejandro Magno que "Conocerse a uno mismo es la tarea más difícil porque pone en juego directamente nuestra racionalidad, pero también nuestros miedos y pasiones. Si uno consigue conocerse a fondo a sí mismo, sabrá comprender a los demás y la realidad que lo rodea". También nos permitirá conocer qué nos hace felices, aunque el motor de esa felicidad a veces contenga un cáliz amargo.