Nadie sabe muy bien qué es la felicidad, pero sí los caminos que nos pueden llevar a ser, si no más felices, al menos a sentir cierto bienestar. Ser feliz también depende de la cultura imperante. En Occidente, tiene que ver con la alegría de la acción, mientras que en Oriente se asocia más a estados de calma.
Puede que la felicidad sea la alquimia perfecta de todas estas sensaciones y logros. El profesor de Harvard Arthur C. Brooks lleva toda su vida profesional dedicado a definir qué es la felicidad. La mayor parte de su trabajo puede leerse en su libro 'Build the Life you want' (Penguin), escrito junto a la periodista Oprah Winfrey.
En este libro aborda el tema de la felicidad como si fuera un alimento dotado de distintos nutrientes. Su objetivo es crear un plato gustoso, equilibrado y nutritivo. ¿Cuáles son esos macronutrientes?
Disfrutar es parecido a sentir placer. Pero hay importantes diferencias. El placer es algo animal. El disfrute, algo completamente humano. El placer surge de la dopamina y de las áreas del cerebro relacionadas con la recompensa y con actividades como comer o tener sexo, todo eso que nos ha ayudado a que la especie humana se reproduzca.
El disfrute implica placer y dos elementos más: comunión y conciencia. Un ejemplo ayudará a entenderlo: la comida de Navidad pueder ser muy sabrosa y ser placentera para nuestras papilas gustativas, pero cuando en esa comida disfrutamos de la compañía de los seres queridos y creamos un recuerdo cálido y positivo, siendo conscientes del momento, estamos disfrutando.
El placer no requiere de consciencia ni del concurso de los demás. Para ser felices no hay que sentir solo placer ante ciertos aspectos de la vida, sino disfrute consciente. Eso tiene un coste: disfrutar de algo significa invertir tiempo y cierto esfuerzo porque implica escoger, actuar, vencer la pereza, elegir con quién estamos o de qué manera gastamos nuestros días. Hacer ejercicio cuando no apetece, pero disfrutar del momento porque sabemos que es bueno para nuestro cuerpo y nuestra mente. Ese el disfrute consciente.
Ese 'subidón' que da cuando conseguimos un objetivo largamente acariciado es lo que llamamos satisfacción. Se da cuando ese objetivo, muchas veces difícil y hasta doloroso, cumple con nuestros propósitos.
Sentirse satisfecho es maravilloso, pero, como en el caso del disfrute, no aparece sin cierto esfuerzo ni sacrificio. Si no se sufre un poco, no habrá satisfacción. Parece contradictorio, pero no lo es. Si estudiamos mucho ante un examen difícil y sacamos buena nota, la satisfacción será inmensa. Pero si nos valemos de trampas para aprobar el mismo examen, habremos conseguido el objetivo, pero no habrá satisfacción. Esta es la razón por la que tomar atajos vitales no es una buena estrategia para ser felices porque arruina la posibilidad de sentirnos satisfechos.
La satisfacción es alegre por naturaleza, pero también muy huidiza. Nada nos da una satisfacción permanente. Por eso, como decían los Rolling Stones, intentamos alcanzarla una y otra vez. Este comportamiento es lo que los psicólogos llaman la rutina o rueda hedonista: nos adaptamos fácilmente a las cosas buenas y, una vez conseguidas, necesitamos nuevos estímulos para conseguir satisfacción. Esta rueda gira más rápido cuando hablamos de conceptos tan mundanos como el dinero, el poder y la fama. Saber parar la rueda es otra habilidad de las personas felices.
Para Brooks, el tercer macronutriente es el más importante. Se trata del propósito o 'ikigai' japonés. Podemos no disfrutar de la vida durante algún tiempo; incluso, podemos no darnos por satisfechos. Lo que no podemos es vivir sin propósito, sin el 'para qué' estamos aquí.
Sin propósito no podemos gestionar los dilemas que acompañan a la vida. Cuando encontramos sentido y propósito a lo que hacemos, podemos encarar con esperanza y serenidad cualquier problema.
Paradójicamente, el sufrimiento puede ayudar a encontrar ese sentido. Así lo pensaba el psiquiatra Viktor Frankl. superviviente del Holocausto y autor del libro 'El hombre en busca de sentido': "Aceptar el sufrimiento, incluso en las circunstancias más difíciles, nos da la oportunidad de añadir un significado más profundo a la vida". Sufrir y aceptar el sufrimiento, sin embargo, no está de moda. Eliminar lo que nos hace sufrir es, de hecho, la estrategia más común en la búsqueda de la felicidad. Según el experto de Harvard, es un error: el sufrimiento puede ayudar a descubrir el porqué de la vida, distinto para cada uno. A su vez, ese sufrimiento puede convertir el dolor en una oportunidad para crecer.