Existen muchos tipos de amigos, desde los íntimos que nos acompañan a lo largo de los años, en las duras y en las maduras, a los puramente instrumentales, esos con los que coincidimos por circunstancias externas (por ejemplo, el colegio de los hijos o la vida de urbanización) y, finalmente, llegan a hacerse un hueco en nuestra vida.
La clave es, precisamente, esa: el tamaño del hueco. ¿Qué proporción guardan esas relaciones en el total de nuestros vínculos? Cada amistad dispone de su propio espacio y de sus propias peculiaridades, pero no se mantiene de manera automática por el hecho de que una vez existió. Para los psicólogos mantener una relación amistosa es algo parecido a cuidar una planta. ¿Cuáles son sus cuidados? Depende de cada especie, pero en lo que todos estamos de acuerdo es que algún tipo de atención hay que procurarle. De lo contrario, la planta (y la amistad) muere.
Saber que a los amigos hay que cuidarlos es una verdad universal. Pero no por eso es fácil de llevar a cabo. Las agendas de cualquier hombre o mujer del siglo XXI arden. Todos hemos experimentado lo que cuesta poner una fecha para celebrar algún acontecimiento. Aplicaciones como Doodle surgen precisamente para eso: para facilitar la engorrosa tarea de acordar una fecha que nos venga bien a todos. Sin embargo, lo habitual es que dejemos ir pasando oportunidades (el clásico "Nos vemos otro día") hasta caer en la cuenta que hace meses que no vemos a personas a quienes consideramos amigos. La amistad, como la planta metafórica que es, languidece.
"Hacer planes para socializar puede convertirse en un desafío, independientemente del momento vital en el que se esté", explica en el New York Times la psicóloga social Kasley Killam, autora del libro 'El arte y la ciencia de conectar'. Por esa razón, la experta cree que una de las mejores cosas que se pueden hacer por la salud social de cada uno es poner la amistad en piloto automático, lo que no quiere decir dejarla desatendida, sino todo lo contrario. Se trata de organizar y agendar encuentros regulares que alimenten el vínculo.
"La idea es automatizar citas de común acuerdo con el único fin de verse. El resultado es que cuanto más contacto tengamos con nuestros amigos, la amistad será más fuerte", afirma convencida Killam, que no parece estar muy de acuerdo con que el vínculo amistoso verdadero resiste el paso del tiempo, incluso aunque la relación sea mínima. ¿Cómo se hace esto de agendar la amistad?
Invitar a unos cuantos amigos a una cena informal una vez al mes puede ser una excelente manera de fortalecer vínculos. La clave es que siempre sea un día fijo: el primer viernes de mes o la fecha que tenga sentido para el grupo. Si se avisa con suficiente antelación, explicando que la idea es reservarse todos los meses esa fecha tiene beneficios tangibles, como es crear un espacio de comunicación.
Algunos estudios, como el realizado por Eric Kim, profesor de psicología en la Universidad de British Columbia, explican que tener contacto personal frecuente se asocia con una mejor salud física y mental. Según explica, cuanto más interactúemos de manera rutinaria con alguien, mejor será la relación porque las relaciones sociales tienen algo de aprendizaje, de entrenamiento. Además, es una oportunidad para anticipar ese encuentro con ganas. Y ese deseo de verse alimenta la relación.
La verdad es que los encuentros persona a persona son imbatibles. Pero, a veces, cuando la distancia física se impone, hay que recurrir a la simple conversación telefónica o a las cartas, ahora versión e-mail. Cuando tenemos claro que no hay más opciones de saber del otro, el móvil o el correo electrónico pueden tener todo el sentido.
La clave es hacerlo semanalmente para mantener vivo el compromiso de ser amigos. Si además de la llamada o el mail semanal, mandamos otros mensajes significativos cuando nos acordemos de esa persona estaremos reforzando el vínculo.
Algunas personas quedan un sábado para correr, hacer una ruta en bici y luego desayunar. Otras organizan una sesión de yoga con picoteo posterior. Algunos grupos de amigas se citan invariablemente un día al mes para comer o cenar largo y tendido. Muchos amigos tienen su sesión de cine semanal o mensual.
Para la mayoría de ellas, estas citas son intocables en su agenda. Y lo de menos es hacer ejercicio, realizar la tabla de yoga o ver la película del momento. ¿Por qué? Porque en estos encuentros se crea un espacio de confianza, seguridad y complicidad que no es fácil de lograr, un espacio de bienestar en el que como comentaba una amiga cercana "podemos vernos las caras, despotricar de lo que haya que quejarse, alegrarnos con lo bueno e irnos a casa relajadas, pensando en cuándo volvereremos a vernos". Entre todas las definiciones posibles de la amistad, la de verse para compartir la vida y desear seguir viéndose es quizá la menos científica, pero la que más nos llega.