Alguien cercano comparte que las cosas no le están yendo bien y, aunque le ofreces tu ayuda y todo tu apoyo, algo en tu interior siente cierto alivio. No es una emoción ejemplar, pero es real. Y muy humana. Más de lo que parece. ¿Qué nos pasa cuando nos alegremos -un poco- de que ese compañero, amigo o familiar tenga problemas en su paraíso?
"Está relacionado que con la autoestima. Si tu vida es miserable, tú te alegras de las desgracias de los demás porque te hace sentir menos miserable a corto plazo. Hay personas que dedican su energía a destruir a otros porque les hace sentir mejor. En realidad, es muy muy frecuente. Pero si lo pensamos bien, hay que evolucionar: merece la pena dedicar la propia energía a construir no a destruir", asegura Lara Ferreiro, psicóloga, terapeuta de pareja y autora del best-seller 'Adicta a un gilipollas'.
Normalmente, alegrarse del mal ajeno tiene que ver con la naturaleza de la relación y la experiencia de cada persona. "Por ejemplo, si tienes envidia a tu hermana o a tu amiga, te vas a alegrar en el fondo de tu personalidad, en un caldo de cultivo que puede existir desde hace años. También depende de las propias experiencias. Si eres una persona que ha sufrido, has experimentado muchos conflictos y tienes rencor o resentimiento, también puedes alegrarte de la desgracia ajena porque llevas dentro mucho dolor. Son personas 'dormidas' espiritualmente que no se han dado cuenta de que la vida no va de alegrarse de las desgracias de los demás", advierte la experta.
Hay que preguntarse si, además de las experiencias personales, la sociedad no favorece de alguna forma que haya una confrontación constante. "Hay factores culturales que nos hacen expresar de determinada manera las emociones y reaccionar de una manera concreta. Lo normal sería mostrar empatía o tristeza ante el sufrimiento cercano, pero es frecuente sentir envidia", explica la psicóloga.
La envidia, de hecho, es la emoción principal que subyace, aunque no la única. "La admiración es una emoción sana, ocurre cuando esa persona te inspira. La envidia se da cuando tienes una mente de escasez, crees que eso no lo puedes conseguir y lo que haces es sentir envidia mezclada con cierto sentimiento de venganza. Otra emoción frecuente es la falta de empatía, nos cuesta empatizar con los demás porque estamos en un mundo completamente narcisista, con una gran crisis de valores. No es que siempre se trate de malas personas, a veces son solo personas inconscientes de cómo funciona la vida. En cualquier caso, la envidia es una emoción muy compleja que se mezcla con otros problemas. Por ejemplo, personas que creen que los otros hermanos son los favoritos de los padres o que se sienten menospreciadas", señala Ferreiro.
Sin embargo, pese a que es un escenario marcado por las experiencias personales, según la psicóloga, sí hay perfiles más propicios que otros a alegrarse del mal ajeno:
Para Ferreiro lo que está detrás de la envidia es el afán de comparación. "La comparación social cumple un papel fundamental. Al final, tú te alegras de la desgracia ajena porque te estás comparando y te sientes menos mal o superior a esa otra persona. De alguna forma, ver que a otra persona le va mal sirve para justificar los propios fracasos. Tu vida no está tan mal. A corto plazo, esa comparación alivia", asegura.
Para la experta, la comparación mueve el mundo. "Estamos comparándonos todo el tiempo y siempre queremos lo que no tenemos. Al final, esa comparativa nos hace tener envidia", afirma antes de pronunciarse sobre el papel que desempeñan las redes en este juego de espejos. "Las redes muestran una imagen idealizada. Creo que las redes son el cáncer de este siglo, no se han sabido gestionar bien. Los filtros y la edición de fotos fomentan una comparación partiendo de una imagen que no es real. En consulta me lo dicen continuamente: "Quiero ser como esta chica que vive divinamente". Pero las redes ofrecen una realidad filtrada, no todo es bonito e interesante. También están creando una presión por gustar, buscando likes y haciendo lo que sea para buscar la aprobación. Compararse continuamente con lo que sale en redes sociales conduce a la insatisfacción buscando algo inalcanzable. Las redes fomentan la envidia".
¿Cómo deshacer el círculo vicioso de envidiar algo que, en realidad, no existe? La experta 'receta' contactar con la realidad: "Estar en contacto con los nuestros. Conectar con el mundo real y trabajar en la propia vida, sin compararse. Eso se puede trabajar".
Normalmente, la alegría por el mal ajeno se disimula. Pero hay señales que muestran que el apoyo que quieren brindarnos no es verdadero. Lara Ferreiro comparte ocho señales:
Huir de este tipo de vínculos parece la reacción más razonable, pero no siempre es posible hacerlo de manera inmediata. "Hay que analizar qué tipo de relación se tiene. Si hay familia de por medio (por ejemplo, entre hermanos o hermanos), se puede hacer 'muerte lenta': poco a poco vas enfriando la relación, vas quedando menos con esa persona, la respondes cada vez más tarde...", explica la psicóloga, quien solo aconseja un cese fulminante cuando ha habido un hecho grave o la relación es ya algo muy tóxico. "El distanciamiento es necesario, poniendo límites y trabajando la autoestima, porque se trata de cuidarse a uno mismo", concluye la experta.