Después de meses de especulaciones, ya es un hecho: Jennifer López y Ben Affleck se han divorciado. El suyo ha sido un amor de idas y venidas. Después de un primer encuentro a principios de los 2000 en el que llegaron a comprometerse para, después, romper, ambos actores decidieron darse una segunda oportunidad. Varios matrimonios e hijos después (ella con Marc Anthony, padre de sus gemelos, y él con Jennifer Garner, con quien tuvo tres hijos), se dieron el sí quiero en una fastuosa ceremonia que parecía hacer justicia a su larga historia de amor.
Sin embargo, los rumores de desavenencias empezaron pronto. Primero empezaron a filtrarse posibles condiciones sobre su acuerdo matrimonial (alguna tan concreta como el tiempo de intimidad que debían pasar juntos). Más tarde, la prensa empezó a echar cuentas sobre las separaciones, las ausencias y la vida de familia que realmente compartían. Fue así cómo empezaron a verse las primeras fisuras de la pareja.
Jennifer Lopez habla por primera vez de su sonado divorcio de Ben Affleck
Las pantallas del amor
El amor tiene sus propios tiempos y los aplica sin pensar si los amantes son ciudadanos anónimos o celebridades. Después de una primera etapa de pasión y enamoramiento, vienen dos o tres años de estabilidad. Entre el tercer y quinto año aparece la crisis, que coincide normalmente con cierta rutina y la crianza de los hijos.
No es exactamente el caso de López y Affleck, pero sí han podido acusar los problemas que supone lidiar con exmaridos, exesposas e hijos en edades adolescentes. Todo eso, sumado al distanciamiento lógico derivado de sus carreras profesionales, sin duda, ha impactado en su matrimonio al punto de provocar el divorcio.
Pese a que Jennifer López tiene experiencia a la hora de superar rupturas, la de Affleck, quizá por haber idealizado ese matrimonio, parece habrle afectado bastante. Hace unos días declaró sentirse "sola, asustada, triste y desesperada". Ni las divas de Hollywood parecen librarse de la sensación de desamparo que invade tras una ruptura sentimental.
Superar el divorcio es un proceso que requiere tiempo, paciencia y a menudo, una reevaluación de la vida y de uno mismo. En esa reevaluación, existen una serie de prácticas que pueden ayudar a transitar por ese periodo.
Permítete sentirlo todo. Reconocer y aceptar las emociones, ya sean de tristeza, enojo, alivio o una mezcla de estas, es clave. Reprimir el sentimiento no es buena idea porque puede dar lugar a un trauma. Reconoce lo que sientes y acéptalo.
Busca apoyo. La red de amigos, familiares y, en general, todas esas personas que forman el entorno es crucial: sirven para dar apoyo y compartir las pequeñas cosas del día a día. Tu relación puede haber acabado, pero el mundo sigue y está ahí para que vuelvas a disfrutar de él.
Autocuidado. Mantener un estilo de vida saludable (ejercicio regular, una dieta variada y suficiente descanso) es vital en esta etapa. Piensa en el ocio que te hace más feliz y no lo des de lado. De hecho, establecer rutinas de autocuidado nos aporta una sensación de equilibrio y control, al tiempo que nos permitirá reconectar con nosotros mismos.
No tomer decisiones apresuradas. En tiempo de cambios es mejor no tomar decisiones. Hasta que no te sientas estable emocionalmente, es mejor no decidir nada.
Actitud positiva. Parece imposible, pero un divorcio puede ser liberador (especialmente, en relaciones tóxicas) y una oportunidad de crecimiento personal. A partir de los 50, además, puede suponer un punto de inflexión para trazarse un nuevo proyecto de vida. En este punto, puede ser útil contar con ayuda profesional. Un psicólogo puede orientar y acompañar a las personas recién divorciadas a transitar mejor esa nueva y compleja etapa.