Es probable que todos tengamos en nuestro círculo cercano alguna persona a la que le cuesta compartir un plato en un restaurante, que pone problemas a la hora de hacer regalos o que se regodea hablando de sus trucos de ahorro. Son tacaños, hombres y mujeres que se comportan como esclavos del dinero y que en estas épocas del año, cuando el consumo está por las nubes, pueden pasarlo (y hacérnoslo) pasar muy mal.
La tacañería no tiene nada que ver con el hábito del ahorro. Ahorrar un porcentaje fijo de los ingresos es algo saludable para nosotros y nuestro dinero. Los expertos en finanzas explican que lo aconsejable es tener tres cuentas: una con la que se pagan los gastos fijos; otra, de ahorro, y otra para caprichos. De esta manera, los imprevistos y los gastos extraordinarios podrían y deberían estar cubiertos.
Pero la realidad es que el 44% de los españoles no dispone de un fondo de emergencia para los próximos tres meses; es decir, no podrían mantener su nivel de vida sin trabajar durante 90 días. Esto significa que gran parte de la población no consigue ahorrar nada en parte por una gestión inadecuada y en parte por la alta inflación. En ese escenario, reducir o reestructurar gastos no es tacañería, sino la manera de mejorar la salud financiera.
Cuando no están peligro las finanzas, pero sí hay un comportamiento disfuncional con el dinero, sí puede hablarse de un trastorno de la personalidad.
El dinero, por exceso o por defecto, puede alterar nuestro posicionamiento vital. Existe la crematofilia o el deseo desmedido de ganar o ahorrar dinero, y la crematofobia, la aversión irracional al gasto. Ser tacaño puede situarse entre ambos trastornos. "La tacañería afecta al cerebro de quien es tacaño, pero también afecta a quienes viven con él", sostiene la psicóloga y terapeuta de pareja Lara Ferreiro.
"Un tacaño tiene activado el sistema del estrés, con una amígdala súper reactiva. Las personas tacañas suelen experimentar angustia al gastar dinero. El resultado es que aumenta el cortisol, la hormona del estrés. Se refuerza la evitación de gastos y no disfrutan de nada. Viven a través de la culpa. Les duele gastar en un restaurante o en un viaje. Estas personas también tienen una débil activación del circuito de la recompensa. La persona tacaña segrega menos dopamina, menos hormona del placer. Al final, solo le satisface ahorrar y no gastar dinero. También afecta a la hora de tomar decisiones. Las personas tacañas sobrevaloran el ahorro", señala la experta.
Detrás de un comportamiento tacaño hay un entramado de emociones relacionadas con el miedo, la angustia y la escasez. "La tacañería suele ser un trastorno de personalidad patológico, muy relacionado con el catastrofismo y la necesidad de tener control. Es como una cárcel emocional. El tacaño vive en una prisión, solo tienen un objetivo: ahorrar dinero", afirma Ferreiro
Además de ser un rasgo de la personalidad, también se ve propiciado por la experiencia de algunas circunstancias. Pueden ser por carencias sufridas en la niñez o creencias de los padres. "Todas esas expresiones limitantes, en el sentido de que no se puede gastar dinero porque se acaba y es lo más importante, o bien verlo como algo malo (la creencia de que quien tiene mucho dinero ha hecho algo malo) están en el fondo del tacaño. Todo eso le genera muchísima ansiedad. No tiene que ver con el dinero que se tenga. Se puede ser tacaño siendo rico. En un grado extremo, pueden padecer una adicción llamada crematomanía, están enganchados al dinero. Se dice que el 15% de los españoles la puede padecer", resume la experta.
El ansia por no gastar puede ir asociada a otros trastornos como la fobia social. "Ocurre, por ejemplo, con esas personas que no salen, no van a restaurantes, por ejemplo, para no gastar. Eso les impide tener una buena vida social y les hace discutir mucho con la pareja", asegura la psicóloga.
La Navidad es la época en la que los perfiles tacaños pueden cortocircuitar. "Siete de cada 10 matrimonios se separan y enero es temporada alta. En Navidad hay una exaltación de la generosidad y de los regalos. La tacañería puede generar muchísimos conflictos porque, además, nos comparamos con otras personas y otros miembros de la familia. Eso puede generar mucho resentimiento. Son personas que nunca quieren participar en aquello que signifique gastar, a veces ni siquiera quieren adornar la casa o poner el árbol. Por su parte, la pareja y los familiares interpretan la tacañería como una falta de consideración hacia los demás", expone Ferreiro.
La gestión del dinero común es, como confirma la psicóloga, uno de los motivos más importantes de separación de parejas. La última vuelta de tuerca del tacaño es el scrooging, en referencia al personaje de Scrooge del 'Cuento de Navidad' de Charles Dickens. El scrooging es dejar a la pareja en esta época para no gastar en las celebraciones y, de paso, evitar ser presentado o tener que participar en celebraciones familiares. Para los tacaños, este tipo de eventos y gastos sociales son, evidentemente, "¡paparruchas!".
Según los psicólogos, la tacañería suele darse en perfiles narcisistas y más entre hombres. "Tienen una relación tóxica con el dinero y son personas muy inseguras a nivel emocional, tienen miedo constante a quedarse sin recursos", explica Lara Ferreiro, antes de describir otros rasgos asociados a estos perfiles:
Aunque el tacaño puede llegar a acumular más dinero o bienes que el resto de personas, el coste emocional que paga es alto. "Las consecuencias más importantes para este tipo de perfiles es una continua insatisfacción vital, estrés constante y relaciones disfuncionales".
Para quienes tienen que convivir con ellos, la psicóloga avanza una serie de recomendaciones:
Ferreiro explica que se puede aprender a gestionar el dinero con naturalidad. Lo primero es perderle el miedo: consultar la cuenta para tener claro el destino de los gastos y elaborar un presupuesto por partidas es lo imprescindible. La mayoría de los bancos disponen herramientas on line que permiten hacer estas operaciones de manera rápida. "También en terapia pueden hacerse ejercicios prácticos, como el árbol de prioridades, con ramas principales y secundarias, o el semáforo financiero: los gastos que debemos abordar necesariamente, los excepcionales y los extraordinarios", señala la experta.
La buena noticia es que cuando la tacañería se supera, se puede establecer una relación beneficiosa con el dinero. "Tener el hábito del ahorro es bueno, pero de manera sostenida y razonable. Ahorrar nunca puede amargar, por eso hay que ver la raíz: de dónde viene esa tacañería, si es por una experiencia traumática o por miedos profundos, por ejemplo", sostiene esta profesional.
Para la psicóloga, una vez tratada para que no sea algo tóxico, cierta austeridad puede venirle bien a la pareja y ser el contrapunto de las personalidades más desprendidas. "El generoso es el que aporta la alegría, y el tacaño, cuando está controlado, la seguridad a largo plazo.Tiene que haber un apredizaje mutuo y tender al equilibrio", señala. El objetivo de una buena gestión financiera debería ser clave para cualquiera que inice o tenga una relación, ya que "El dinero, junto a la infidelidad, es uno de los mayores conflictos entre las parejas", concluye la experta.