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Por qué no podemos dejar de mirar los uniformes y el orden militar en las ceremonias: "Son fenómenos identitarios"

  • El psicólogo social Guillermo Fouce analiza qué hay detrás de la fascinación por el orden y la disciplina en una organización humana

  • "En momentos de incertidumbre solemos confiar en las cosas que permanecen en pie, como la bandera o la nación", señala el experto

  • ¿Por qué nos producen tanta fascinación los desfiles militares?

La imagen de un grupo de personas ataviadas de manera idéntica, ejecutando una serie de movimientos destinados a un mismo fin es algo muy poderoso para el cerebro humano. Cualquier coreografía estudiada, ya sea de un grupo de militares, músicos, bailarines o atletas, nos fascina como nos fascinaron las imágenes de la princesa de Asturias y de sus compañeros al embarcar en el buque escuela Juan Sebastián de Elcano.

La ilusión del orden

El cerebro humano tiende a buscar estructura, orden y organización en todo lo que procesa, incluso aunque no haya ninguna relación entre las partes de un aparente sistema. Esta aversión al caos hace que otorguemos un plus de confianza a todo aquello que parezca ordenado y ejecutado con un sentido de disciplina. Desde la antigüedad, los estrategas militares se dieron cuenta del inmenso poder del orden para ganar sus batallas: no solo era más efectivo organizar la guerra, sino que la mera visión de un ejército disciplinado, ordenado y en perfecto estado de revista valía para amedrentar al enemigo.

A falta de guerras, los desfiles militares se encargaron de mantener la ilusión de que un ente organizado velaba por la seguridad de todos. Hitler y su maquinaria nazi, Stalin o la China de Mao usaron conscientemente la exhibición de lo militar como propaganda para la exaltación de ciertas consignas.

Al mismo tiempo, el prestigio de la seguridad, confianza e infalibilidad saltó a otros a campos como la educación. Durante muchos años, lo mejor que se podía decir de un colegio es que había orden y disciplina. Un orden y una disciplina sustanciados en el uniforme, quizá el elemento más sencillo y útil para designar quiénes somos y a qué nos dedicamos. Médicos, cajeros de supermercado, albañiles, policías, estudiantes, soldados... A cada grupo profesional (y social), su uniforme.

La fuerza del colectivo

"Los uniformes nos fascinan porque tiene una parte de glamour. De alguna manera, es una estética muy cuidada", asegura Guillermo Fouce, psicólogo social, profesor en la Universidad Complutense y presidente de Psicología Sin Fronteras. Para el experto, el poder de las imágenes de un desfile es superior al propio significado del acto. "Nos atrae poderosamente ver, por ejemplo, un cambio de guardia o una jura de bandera o un desfile. Es algo muy visual y atractivo, incluso aunque lo que veamos sea un paseo con armas, que podría generarnos cierto rechazo", afirma.

En esa visión de fuerza el papel que desempeñan los uniformes es fundamental: "Un uniforme suele ser elegante, es poderoso, y, al fin y al cabo, es una manera de mostrar la fuerza del colectivo: todos andando al mismo paso, caminando en la misma dirección".

Sentirse parte de algo (más allá de uno mismo)

Si a nuestro cerebro le horroriza el caos, le pasa algo parecido con la intrascendencia. Desde la Prehistoria, nuestros ancestros buscaron la complicidad de lo que entendían que escapaba a sus límites. La luz del sol, el poder de la lluvia o del fuego o lo que podía invocar unos cuantos trazos en una pared fueron las señales de que más allá de uno mismo existían otras dimensiones. Han transcurrido milenios y ese sentido de trascendencia permanece con distintos nombres y declinaciones. La religión es una de ellas, pero no es la única. Cada uno puede ser trascendente a su manera o no serlo en absoluto. Sin embargo, en los momentos de crisis, todos necesitamos asirnos a algo. Y, de nuevo, la certeza del orden que ofrecen ciertos ritos pueden ser el asidero que buscamos.

¿Nos fascinan más los desfiles, la uniformidad y los rituales cuando vivimos una fase crítica? "No necesariamente está ligado a las crisis o al clima de polarización que vivimos. Pero sí es verdad que en momentos de incertidumbre solemos confiar en las cosas que permanecen en pie", confirma el psicólogo antes de compartir los elementos que más pueden unirnos: "las identidades primarias -la bandera, el ejército, la nación- son las que nos sostienen y pueden cohesionar. También hay una intencionalidad para que esto suceda", asegura.

Todo aquello que nos saca de la visión 'túnel' (propia, por ejemplo, de los estados depresivos) e individualista nos integra en nuestro entorno, donde el interés de la comunidad alcanza un rango superior. Los desfiles de cualquier tipo y los rituales, de una boda a la graduación de un hijo, pasando por la Princesa Leonor zarpando en su buque escuela, ayudan a esa integración. "Son fenómenos identitarios que nos ayudan a sentirnos parte de algo. De esa manera, también nos sentimos poderosos porque formamos parte de algo. Nos dan referentes; en nuestro caso: soy español y esta es mi identidad", concluye el experto.