"El pensamiento positivo es estúpido o cobarde. No necesitas ser optimista, necesitas hacerles frente a tus problemas siendo honesto con quién eres y cómo te sientes". Esta frase del psicólogo Buenaventura del Charco resume certeramente 'Hasta los cojones del pensamiento positivo', el libro que acaba de publicar, un manual que parece de 'anti-ayuda', pero que resulta todo lo contrario: acompaña al lector para que aprenda a gestionar sus buenos y malos momentos de manera efectiva y realista, desmontando el mito de que todo lo que nos pasa deriva de nuestra actitud, sin que cuenten el entorno y la responsabilidad de los otros. La vida es interacción. Y en la interacción pasa de todo. Hemos entrevistado a Buenaventura del Charco para hablar de esto y de otros temas. Este es el resultado.
El título del libro ya es un posicionamiento en contra. ¿Qué es para ti el pensamiento positivo y por qué tienes un mal concepto de él?
El pensamiento positivo no es sino un imperativo de tener que ser siempre feliz, una negación de la realidad de la vida y de las personas, que no es otra que la de que no somos seres invulnerables y las cosas nos afectan. A pesar de su estética naif y de su aparente 'buenrrollismo' se trata de un enfoque muy cruel que promueve en las personas la represión emocional y la falsedad al no poder mostrar su dolor.
¿No hay nada bueno en querer ver algo positivo incluso en los peores momentos?
Creo que hay una gran diferencia entre estar en algo vs. instalarnos en ello. Las personas tenemos derecho al malestar, y más aún, no es algo que podamos decidir, simplemente ocurre porque forma parte de nuestro diseño biológico, es como querer que no te duela un golpe o no te sangre una herida. Además, el dolor, la tristeza y la rabia nos mueven y motivan, nos dan las famosas 'fuerzas de flaqueza' (que no son fuerzas de optimismo por algo) desde donde somos capaces de enfrentar y superar la adversidad, de cambiar y transformarnos.
No es bueno instalarse en el malestar ni en el optimismo, porque ambas son una actitud rígida. Hemos sencillamente, de ser honestos con lo que está pasando, ver el vaso medio vacío es una distorsión, pero verlo medio lleno también, además las dos dejan fuera el 50% de la realidad. Necesitamos ver el vaso entero, con lo bueno y lo malo, para poder decidir sobre él y entenderlo para reaccionar de forma eficaz.
¿Cuáles son, en tu opinión, las peores derivadas del pensamiento positivo?
Creo que lo peor es la culpabilidad que genera en las personas, culpabilidad por algo tan lógico y coherente como sentir dolor cuando la vida nos golpea, que tiene cojones la cosa. Esa fue la principal razón que me llevó a escribir ese libro, ver en mi consulta a pacientes que cuando estaban mal, encima tenían un sufrimiento extra al sentirse culpables por no ser 'positivos'. Además, promueve la represión emocional (intentar no sentir y no expresar), que está extensamente demostrado científicamente que hace que esos sentimientos se sustituyan por síntomas psicológicos (ansiedad, impulsividad, obsesividad, emociones incontrolables…). Por si todo esto no fuese ya dañino, también incita a la cobardía: en lugar de mirar el problema para enfrentarlo, evádete mirando lo bueno y así no tienes que hacerte cargo.
¿Hay algún otro efecto colateral? ¿Lo has visto entre tus pacientes?
También deja una profunda insatisfacción y frustración en las personas porque, sencillamente, no funciona. Es de esas teorías que sobre el papel están muy bien, pero que no aguantan un asalto con la vida real, algo en parte lógico al tratarse en su gran mayoría de personas que se dedican a dar talleres y conferencias, pero que no tratan a pacientes y no acompañan en la realidad de un proceso de cambio. Son estrategas de salón que jamás se han ensuciado en una trinchera.
Parece que el pensamiento positivo se utiliza como coartada para no ayudar a los demás o pensar que no somos responsables de algunas cosas que les afectan. ¿Estás de acuerdo con esto?
Creo que el pensamiento positivo ha creado etiquetas como 'vampiro emocional', 'persona tóxica' que promueven que cuando una persona sufra, en lugar de compadecernos por ella y no te digo ya ayudarle, pero si al menos tratarla con consideración, humanidad y respeto, lo que hagamos sea culpabilizarla de su malestar y señalarle continuamente que no lo está haciendo bien, que su sufrimiento no existe y es ella la que lo está creando.
¿Qué papel juega aquí la empatía?
El pensamiento positivo ha sustituido la empatía por juzgar al otro, lo cual me parece una buena mierda y muy cruel. También es una filosofía que promueve el 'yo mí me conmigo' combinado con el nihilismo: todo el rato hay que estar disfrutando, acumulando experiencias y con una sonrisa estúpida grabada en la cara, por lo que hay que alejarse de la gente que está mal, y para que no nos rechacen, hemos de llevar máscaras y ser deshonestos con cómo nos sentimos realmente.
Creo que hay una pregunta que es clave, que es acostumbrarnos a preguntar, a nosotros mismos y a otros: ¿cómo te sientes? Y tener un interés real por la persona. No porque todo sea bonito o agradable, quizás la humanidad, aunque sea en el dolor, es más valiosa que lo risueño.
¿Qué te parece el principal mantra del pensamiento positivo: ser siempre la mejor versión de uno mismo?
Creo que es un factor enfermizo hasta vomitar. Nos lleva a una continua exigencia, a una presión constante por mejorar no se sabe muy bien para qué. Se trata de un proceso insaciable, un consumismo bulímico de experiencias y aprendizajes donde nuestra felicidad depende de ello. Más allá de eso, lleva un mensaje implícito: no vales tal y como eres, por eso tienes que mejorar. Promueven que el valor de las personas dependa de lo que sabe hacer o de lo que tiene, y no un amor propio y comprometido, fundamentado en lo que se basa el amor: tratar bien y que te importe el ser amado, y eso es aplicable a nosotros mismos.
¿Qué consecuencias tiene para ti intentar ser siempre la mejor versión'?
Me preocupa una sociedad que crea individuos que priorizan mejorar (como si fuésemos un producto) a tratarse bien. Creo que cuando pensamos en la gente que queremos, no lo hacemos por sus características, sino por cómo nos tratan, cómo nos hacen sentir y porque están a nuestro lado en el dolor si es necesario. Creo que la relación con uno mismo, la autoestima real, funciona exactamente igual, pero nos dicen que, en vez de eso, nos esforcemos por mejorar.
Si el pensamiento positivo no es auténtico y nos hace olvidarnos de los demás, pero lo negativo también nos arrastra, ¿cuál es la opción vital más saludable?
En la segunda parte de mi libro, promuevo mi filosofía para hacer frente al dolor y la adversidad, basada en tres cosas: conciencia, para darnos cuenta de lo que está ocurriendo en nuestras vidas y cómo nos sentimos con ello; honestidad, para no maquillar la realidad y aceptarla tal y cómo es, para no invalidar nuestra vivencia con los típicos "no es tan grave", "exagero" que sólo hacen que sigamos permitiendo el malestar en vez de cambiarlo; y con lealtad hacia uno mismo, para tener el coraje de defender, luchar y acompañarnos en el dolor si es necesario con aquello que nos está ocurriendo y sobre todo, cómo nos hace sentir. Sólo desde ahí podemos elegir honestamente la vida que realmente deseamos vivir, cómo hacerles frente a los problemas y asumir la factura que hay que pagar por ella.