Una caricia. Un simple gesto que alegra el alma. Un roce piel con piel que, en estos tiempos de pandemia, hemos tenido que abandonar por el riesgo de contagio y la distancia social. Los damnificados: nuestras parejas, hijos, padres, abuelos y nosotros mismos. En esta época que nos toca optimizar las carantoñas que regalamos, en Uppers hemos indagado sobre la importancia de las caricias en nuestras vidas y cuál es la mejor posible, aquella que nunca olvidas.
No olvidemos, de entrada, un dato: la piel es el órgano más grande que tenemos en todo nuestro cuerpo. Con él podemos experimentar dolor, placer, presión, temperatura, vibración... y una buena caricia a tiempo activa miles de receptores que nos hacen liberar endorfinas, las hormonas de la felicidad. Sin embargo, el tacto es uno de los sentidos que menos exploramos y cuidamos de manera consciente.
Para analizar cómo influye el tacto y las caricias en nuestras vidas, la BBC y Wellcome Collection han realizado durante varios meses un estudio a más de 40.000 personas de 112 países, convirtiéndose en el mayor análisis creado sobre este sentido y realizado en un periodo de tiempo en el que, precisamente, no nos podíamos tocar.
En aquellas fechas, el 54% de las personas encuestadas manifestaron que tenían poco contacto en sus vidas a pesar de que el 72% decía recibir sentimientos positivos sobre el tacto. ¿Pero volveremos a tocar como tocábamos antes de la pandemia? La profesora de Neurociencia Pediátrica, Rebecca Slater cree que la falta de caricias puede quedarse de forma permanente en nuestras vidas. "No creo que la gente interactúe de la misma manera que como lo hacíamos antes de la pandemia", dijo en la BBC.
Sin embargo, para el psicólogo Robin Dumbar, las cosas no están tan claras. "Todo dependerá de que otras formas de comportamiento que activen el sistema de endorfinas en el cerebro realmente comiencen a funcionar mejor que el contacto físico, y sospecho que eso es poco probable, a menos que abandonemos toda noción de tener relaciones románticas".
Y ahí está una de las principales claves: en saber hacer una buena caricia para que nos olvidemos de desprendernos de ellas. Aunque ahora no sea el mejor momento para acariciar a nuestros familiares y seres queridos, nos podemos preparar para cuando volvamos a la "nueva realidad".
Para la neurocientífica Rosa Casafont, autora de 'Viaje a tu cerebro emocional', "hay más de una caricia perfecta", nos explica. "Las caricias son maravillosas. Se ha demostrado que no solo potencian el sistema inmunitario, sino que también conectan. El tacto es uno de los sentidos que tiene más receptores y cuando nosotros tocamos puede ser maravilloso. Cada mente es cada mente, y una caricia suave puede ser molesta para una persona o viceversa".
Hay muchas maneras de dar una caricia: con la palabra, con las manos, con el cuerpo, con la música... Todos son tipos válidos de acariciar, y ninguno de ellos está por encima del otro. "Las caricias no dejan de ser un masaje, un contacto... pero puede ser solo poner la mano en una mejilla, y eso puede conmover, junto con la mirada mucho más", nos cuenta Casafont.
Así, la caricia perfecta no tiene por qué ser fuerte ni continuada. "Tenemos unos receptores por nuestro cuerpo que solo responden a las caricias, así que una como cuando acariciamos algo suave, a un perro o a un gato, puede ser muy placentera", dice la neurocientífica.
No obstante, el estudio de la BBC también nos dicen cómo ha de hacerse la caricia para la que estamos programados que nos guste al máximo: ligera, sin mucha presión sobre la piel y a una velocidad de exactamente 2,5 cm por segundo. Toca sacar la escuadra y el cartabón si queremos hacerla sin fallo, aunque, como dice Casafont: "al final, la caricia perfecta es la que recibes bien y con amor".