Gestionar el tiempo es una de las tareas más complicadas a las que nos enfrentamos a lo largo de nuestra vida. Durante la juventud nos peleamos con las horas achacando que 24 diarias son muy pocas y, en la madurez, nos damos cuenta de que esta gestión tiene mucho más que ver con la elección que con la organización. "Es imposible llegar a todo, debemos aprender a decir que no", es la teoría en la que se basa el periodista británico Oliver Burkman, autor de ‘Cuatro mil semanas. Gestión de tiempo para mortales’, una guía práctica de cómo construir una vida con objetivos realistas y llenos de sentido.
Como el mismo título del libro expone, suponiendo que lleguemos a los 80 años, nuestra vida solo habrá tenido 4.000 semanas, un tiempo que, en su mayoría, vivimos estresados y acelerados, tratando de tachar tareas de una lista interminable. El autor asegura que, tras años de estudio, ha encontrado un método eficaz para aprovechar el tiempo que consiste en programar reuniones con nosotros mismos e incluirlas en nuestro calendario.
Eso nos hará darnos cuenta de que tenemos que fijar un número máximo de proyectos en los que nos damos permiso para estar trabajando simultáneamente. "Introducir este modesto cambio en mi forma de trabajar tuvo un efecto sorprendente. Ya no podía ignorar el hecho de que mi capacidad de trabajo tenía unos límites estrictos, porque cada vez que seleccionaba un elemento de mi lista de tareas pendientes y decidía que sería uno de los tres proyectos que tendría en marcha, me veía obligado a reflexionar sobre todos los que inevitablemente estaba dejando de lado para centrarme en él", explica.
Antes de empezar a aplicar esta metodología en nuestra vida y para saber si la estamos aprovechando de verdad, Burkman nos propone hacernos cinco preguntas que van a suponer el gran cambio que llevas tanto tiempo esperando. Asegura que no importa si no las sabes responder al momento y que planteárselas con un grado importante de sinceridad equivale a empezar a asumir la realidad de nuestra situación y empezar a sacar mayor partido a nuestro tiempo limitado.
"Buscamos el significado de la felicidad, pero, en realidad, muchas veces solo nos resistimos a cosas que nos hacen sentir incómodos", explica el periodista. Dedicarnos a nuestros propios proyectos unas veces nos llevarán al éxito y otras al fracaso y nos mostrarán una faceta que a veces tenemos miedo a asumir.
La procrastinación, la distracción, la fobia al compromiso, tratar de llegar a todo lo que tienes pendiente y asumir demasiado son formas de intentar conservar la ilusión de que tienes todo bajo control. Sin embargo, debemos saber si lo que hacemos nos hace más grandes o más pequeños.
"Si tu autoestima se basa en lograr un volumen de tareas que nadie puede conseguir, tienes una mala definición de la autoestima. Debemos ser conscientes de cómo identificar si lo que estamos tratando de hacer es imposible, por el contrario tendremos una sensación agónica", apunta Brukman.
Esto nos hace pensar que no dedicamos tiempo suficiente al trabajo, ni a los hijos, a tener vida social, a viajar o al activismo político, pero en realidad, lo que debemos dejar es que los estándares imposibles de cumplir se estallen contra el suelo.
"Mucha gente está gastando parte de su vida en vivir los roles que cree que la sociedad le exige o que sus padres quieren o querrían de ellos. Sin embargo, como decía Stephen Cope, tenemos que darnos cuenta de que a nadie más le importa realmente lo que hacemos con nuestras vidas", asevera el autor.
En cuanto dejes de sentir esa presión asfixiante, serás capaz de convertirte en un tipo concreto de persona y podrás lidiar con tus fortalezas y debilidades, talentos y entusiasmos y ver adónde te llevan.
"La vida es solo una gran improvisación. Nadie sabe realmente lo que está haciendo y es muy liberador darse cuenta de esto porque entonces, obviamente, puedes seguir adelante y hacer lo que realmente quieres hacer. El viaje a través de la vida adulta debe ser un descubrimiento gradual de que esta improvisación se hace en todos los gremios e instituciones”.
Aunque da miedo enfrentarse a la perspectiva de que puede que no llegues a sentir nunca que de verdad sabes lo que estás haciendo, es liberador al mismo tiempo ya que elimina uno de los motivos principales por los que te sientes inhibido o acomplejado por tu forma de actuar en los diferentes terrenos.
"Tenemos que desechar la idea de que la forma en la que empleamos el tiempo solo va a juzgarse por los resultados que consigamos. Y es precisamente de ahí de donde se desprende la idea de que debemos centrarnos solo en actividades en las que podamos ver el resultado antes de morir”, aclara el escritor.
Sin embargo, es imposible también centrarse en otros trabajos como la educación de nuestros hijos o algún proyecto comunitario que pertenecen a un contexto temporal más amplio y que añaden ladrillos a una catedral que nunca vamos a ver acabada pero que vale la pena construir.