Madrugas. El metro para llegar a trabajar va abarrotado, pero ir en coche es peor. Fichas con la hora pegada y necesitas un segundo café. Lo que faltaba, en tu mesa te espera ese compañero que día tras día te da la tabarra casi siempre con mala cara. No recuerdas si alguna vez te ha sacado una sonrisa. Piensas: ¡A ver con qué me machaca hoy! Tal vez te encuentres frente a una persona tóxica.
En Uppers hemos consultado con un gabinete de psicología sobre cómo gestionar personas tóxicas en el trabajo. El objetivo es disponer de herramientas para saber qué hacer con un compañero de trabajo tóxico, reconocerlo y solucionar los problemas que se puedan ocasionar sin hacer daño a nadie.
Según definen los psicólogos, una persona tóxica es aquella que no ha madurado emocionalmente, aunque sería mejor hablar de relaciones tóxicas o de comportamientos tóxicos. Es habitual que esa persona sea insegura y egoísta. El problema es que tiene la necesidad de convertir a su “amigo” en su víctima con la finalidad de crear una relación absorbente y asfixiante.
Lo utiliza para descargar su frustración, no respeta sus límites y solo se fija en sus defectos que saca a la luz continuamente. Siembra dudas sobre sus aptitudes y es incapaz de celebrar sus logros. Necesita compensar su inseguridad y sus carencias fijándose en cualquier cosa negativa de los demás. De este modo se siente mejor. Pero nunca o casi nunca aporta los elementos positivos que necesita cualquier relación.
Además, como estrategia suele hacer pequeños favores a su víctima, aunque lo normal es que esconda un interés personal o quiera cobrarse ese favor en un futuro. Pretende que su “amigo” siempre esté dispuesto a todo. Nunca escucha ni ofrece su apoyo emocional. Incluso, ese comportamiento no le permite asumir responsabilidades y culpa a los demás.
Al final, acaba sacando lo peor de su víctima que tras un largo día de trabajo lidiando con él, vuelve a casa exhausto, agotado, estresado y frustrado… envuelto en una nube negra que no le deja pensar en positivo como siempre lo había hecho. A menudo se encuentra envuelto en situaciones que no ha buscado ni pretendía. Poco a poco le consume la energía, está triste, le invade el pesimismo y desaparece su alegría. Solo siente alivio cuando pierde de vista a esa persona tóxica.
Tal como detallan los psicólogos, en el trabajo, el comportamiento tóxico no permite asumir responsabilidades. Esta persona consigue que se le vea como una víctima, hasta sus compañeros se sienten culpables porque les hace chantaje emocional. Igualmente tiene la costumbre de criticar, descalificar, propagar rumores negativos… lo que desmotiva y mina la autoestima de los que integran el equipo de trabajo. Llega a engañar en busca de su propio beneficio. Incluso sucede que se cree perfecto y menosprecia al que piensa distinto. Todo ello provoca verdaderos conflictos que hay que solucionar.
En el entorno laboral, de cara la productividad es inevitable que disminuya, el ánimo del equipo decae y acaba por los suelos. Cada uno de los compañeros se siente incómodo ante esa persona tóxica porque siempre les cuestiona su actitud y su tarea.
Sin embargo, este comportamiento esconde miedos, carencias, frustraciones o vivencias de la infancia que no han permitido que la personalidad se desarrolle de forma correcta. Lo positivo es que hay soluciones.
Una vez se detecta esa situación que se ha generado en el trabajo, no hay que ignorar el problema. La comunicación es la clave. Se hace necesario hablarlo, identificar y definir los límites que no se han de sobrepasar, al igual que los valores y las prioridades de cada uno. Dejar claro que la crítica destructiva no sirve de nada.
Al contrario, hay que abrir paso a la crítica constructiva porque con ella se obtienen los mejores resultados, así como redirigir las actitudes del grupo buscando un entorno de trabajo positivo. El cambio mejora el ambiente y permite una comunicación fluida, positiva y válida. El objetivo final es el bienestar de las personas, lo que repercute en un mejor desempeño de las actividades. En definitiva, ese bienestar aportará mayores beneficios a la empresa.
La realidad es que cada persona que integra un grupo de trabajo, de amigos o una familia será diferente, ni mejor ni peor. Cuando se es consciente de que el comportamiento es tóxico, problemático y hasta destructivo, que ha provocado consecuencias negativas que han afectado a otros compañeros e incluso a la relación con los clientes, se puede tomar la determinación de cambiarlo. Todas las personas son válidas y tienen mucho que aportar.