Pocos inventos habrá tan simples y genuinos como el aplauso. Mayte González Ochoa recibió el suyo el pasado mes de junio como tributo a su tenacidad caracterizada de una tal Lisístrata en Teatro Luchana. Aristófanes en su ópera prima. Casi nada. La comedia le permitía, por fin, con 57 años, lucir esas dotes artísticas de las que ya hacía gala de niña. Se sintió feliz como protagonista de una historia en la que una mujer, cansada de lidiar con los males de la guerra y de engendrar hijos que morían en contienda, decide reunir a las mujeres de su pueblo y a las de las regiones beligerantes para ofrecerles un trato. Todas se comprometerían a abstenerse de mantener relaciones sexuales con sus maridos hasta que no se declarase la paz.
Con la escenificación de esta lucha feminista griega, Mayte cumplía su segundo desafío en poco tiempo. “Como soy de retos tardíos, con 55 años me preparé mi tesis doctoral”, dice. Química de profesión, ya puede decir que también es actriz de corazón. Así es desde que, hace un año, decidió sumar a sus inquietudes investigadoras y curiosidad por la experimentación el entusiasmo por las tablas.
Como mujer de ciencia, sabía de su aptitud a la hora de desenvolverse en el laboratorio, con la concentración y la capacidad de análisis y de comprensión abstracta que exige su trabajo. Ahora está descubriendo otras cualidades gracias a las diferentes técnicas teatrales que le imparten en la escuela de teatro madrileña La Lavandería. “Desde pequeña me apasionó el mundo de la interpretación. Digamos que casi nací con una vis cómica, un espíritu atrevido y alegre que me ha acompañado siempre. Cuando hice la Selectividad y tuve que rellenar el formulario de acceso a la universidad, estuve a un tris de anotar Arte Dramático”. Sin embargo, quizás porque le pareció que sería demasiado temerario, optó por la Química, una carrera con la que también se siente plena.
“El teatro -continúa- quedó como una pasión aplazada. Por eso, subir ahora a un escenario, contar una historia y sentir el vínculo con el público, transmitiéndole mis propias emociones, es indescriptible. Supone un paso más en mi trayectoria vital y, por otra parte, me ha ayudado a superar un momento desagradable”. Antes probó con diferentes actividades, como yoga y pilates. Pero soñar es algo común a todos los seres humanos, independientemente de la edad, y por fin asumió que su mayor anhelo era la escena y se dio permiso para liberar esa fuerza interpretativa. Valoró varias opciones y enseguida recaló en una escuela, próxima a su domicilio, que imparte cursos de iniciación a todo aquél que quiera un primer contacto con el teatro.
Asiste con la misma alegría a sus clases de interpretación a través del cuerpo y de la voz que a las de improvisación. “El teatro te hace sentir que tú también puedes ser grande. La interpretación forma ya parte de mi vida, de mi desarrollo como persona, y La Lavandería se ha convertido en una escuela de vida y en un lugar donde río y hago reír”. Además de divertirse, Mayte está aprendiendo recursos para relajarse y concentrarse, manejar la voz, expresarse con el cuerpo y el movimiento, improvisar, usar la imaginación o crear. Dice que el trabajo en grupo la enriquece, a pesar de que, según confiesa, la gran mayoría de sus compañeros son bastante más jóvenes que ella.
Igual que Lisístrata, Mayte se ha desafiado a sí misma con un cambio tanto en actitud como en patrones de pensamiento. “Me permite expresar mi fuerza y la pasión por algo que me gusta, cambiar mi mundo y aumentar mi sensación de bienestar”. Con ese espíritu anima a su gente a hacer teatro, a superar ese pavor que muchos sufren cuando tienen que hablar en público. “Puedes tener más o menos talento, pero lo que está claro es que te vas a sentir a gusto y satisfecho”, aconseja, planteando el reto como una forma de crecimiento en muchas áreas vitales.
“El teatro -escribió el dramaturgo Augusto Boal- nace cuando el ser humano descubre que puede observarse a sí mismo y, a partir de ese descubrimiento, empieza a inventar otras maneras de obrar”. Como proceso creativo de autoexpresión, a Mayte le permite ir más allá de lo que hasta ahora conocía y mostrar aquello que siente activo. Puede ser amor, belleza, alegría o dolor. Esa es la magia. La actuación es un juego que le brinda esa posibilidad de vivir en la piel de otros personajes y aprender de ellos.
Desde el punto de vista de la salud, la risa y el disfrute liberan endorfinas, las hormonas de la felicidad. El estudio Humor, realizado por de H. M. Lefcourt, muestra que las personas que gestionan el estrés a través del humor fortalecen su sistema inmunológico, tienen un 40% menos de probabilidad de sufrir un ataque al corazón y viven cuatro años y medio más la mayoría.
Por todos esos motivos, y seguro que alguno más, muchas personas toman la interpretación como herramienta terapéutica. Mayte sabe bien que quien lo practica rompe corazas y se desinhibe encontrando complicidad en un espacio lleno de confianza.
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