Ya lo dice el refrán: quien tiene un amigo, tiene un tesoro. Un amigo de verdad, de los que están ahí cuando se los necesita, es una suerte y algo de lo que presumir. No digamos cuando a esa persona la conocemos de toda la vida y nos ha acompañado en las duras y en las maduras.
Cuando describimos ante terceras personas a ese incondicional (que pueden ser varios, y de ambos sexos) nos gusta fechar el inicio de nuestro idilio amistoso: ¡nos conocemos desde el colegio! ¡Nos hicimos amigos en la universidad! ¡Fuimos compañeros en la mili! Para algunos, estos escuderos son más importantes que sus parejas sentimentales, pues estas vienen y van, pero los amigos del alma permanecen.
Pero a medida que pasan los años, y sobre todo al llegar a la madurez, una vida asentada y la búsqueda de la estabilidad contradicen la incorporación de cosas nuevas a nuestras vidas. Los actores de nuestra gran película son los que son, y no sentimos que sea necesario incorporar personajes adicionales. Y aunque queramos, las obligaciones del trabajo, la vida en pareja, el tiempo que dedicamos a las amistades de siempre y el cuidado de los hijos dificultan conocer gente nueva. Sin embargo, los 50 de hoy no son como los 50 de antaño. Es probable que, en la actualidad, a esta edad nos veamos expuestos a nuevas experiencias laborales, nuevas relaciones sentimentales y nuevos espacios para vivir. En ese contexto, ¿por qué no abrir la puerta también a nuevos amigos?
Tener amigos es importante en todas las etapas de la vida. "Los seres humanos necesitamos relacionarnos. Y los amigos son aquellos que nos aportan algo más. No solo el apoyo instrumental, del tipo 'llévame en coche' o 'acompáñame al médico', sino apoyo emocional. Que puedas coger el teléfono y decirle: 'Estoy triste, me encuentro mal'. El ser humano no puede vivir sin ese apoyo", dice Alejandra Chulián, psicóloga del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. Lo contrario, hay que evitarlo: "Cuando una persona empieza a aislarse socialmente, comienza a ser algo más patológico. Se ven afectadas su salud física, su salud mental y empieza a ser más complicada su existencia".
Pero ¿qué puede aportar un nuevo amigo una vez cumplidos los 50, cuando tenemos la vida 'completa'? Según la psicóloga, "a partir de la madurez, el amigo te aporta ideas nuevas, la posibilidad de iniciar nuevos hobbies, dejar de pensar en el día a día para hacer nuevas actividades y desarrollarse uno mismo. Cambiar de rol, porque a veces nos ponemos ese rol de trabajador y de padre o madre de familia, para ser una persona diferente".
Un estudio dirigido por Rosemary Blieszner, del Centro de Gerontología de Blacksburg (Virgina, EEUU), en 2019, subraya que "las ventajas de la amistad en la edad adulta avanzada van más allá del bienestar psicológico. La cercanía relacional y el apoyo social también son importantes para mantener el funcionamiento cognitivo y la salud física en la vejez. Además, la madurez plantea desafíos únicos, que incluyen cambios en la salud que pueden requerir asistencia o cuidados. Por lo tanto, es particularmente importante estudiar las amistades a esas edades, especialmente para aquellos sin miembros de la familia, sin miembros proximales de la familia, o sin miembros de la familia dispuestos a cuidarlos".
Si algo tiene de bueno el vaivén laboral de los últimos años es que amplía nuestro entorno social y podemos encontrar personas afines a nosotros con quienes hacer piña. Es lo que le sucedió a Manuel, de 52 años: entró a trabajar a tiempo parcial en una oficina y allí conoció a otro Manuel, dos años mayor. Ambos acababan de divorciarse, y estaban en los prolegómenos de nuevas relaciones sentimentales (el segundo Manuel estaba enamorado de una chica de la oficina que no le hacía caso). Sintonizaron de manera natural. En poco tiempo, habían cogido confianza suficiente para compartir sus penas y alegrías. Pronto descubrieron, además, que tenían gustos similares en música, cine y libros.
"Cuando me separé —cuenta Manuel uno—, sentí una necesidad tremenda de hablar y desahogarme. Pero mis amigos de siempre estaban felizmente casados y no lograban entenderme del todo. A mis padres y hermanos le contaba la mitad de la mitad para no alarmarlos. De repente conocí a una persona que era muy parecida a mí, estábamos pasando por lo mismo y nos comprendíamos a la perfección". Al principio solo charlaban a la salida del trabajo, pero al cabo de unos meses empezaron a quedar los fines de semana para comer o tomar una copa.
Resultó que Manuel dos era muy niñero, y cuando conoció a las hijas de su tocayo, se mostró tremendamente cariñoso con ellas. "Este verano fui con las niñas de vacaciones a Santander, donde mi amigo tiene una casa. Y lo pasamos estupendamente juntos", dice Manuel uno.
Podría decirse que ambos han conectado porque se han visto reflejados el uno en el otro, pero lo habitual es que con el transcurso de los años nos volvamos más exigentes. "Sí, porque además hemos sufrido desengaños, que no son solo amorosos, también de amistades", aduce Patricia Chulián. "No nos apetece volver a pasarlo mal. Ponemos el listón más alto y no dejamos entrar a cualquiera en nuestro círculo. Pero sí que podemos dejar entrar a dos o tres personas que nos cubran esas necesidades de afecto emocional. En esa rigidez tenemos que ser un poquito flexibles y aprender a conocer a otras personas".
Para ello, debemos tomar la actitud idónea. "Conviene cambiar nuestras rutinas: no ir del trabajo a casa, a ponernos una serie y esperar a que acabe el día. Es bueno establecer nuevos hábitos: aprender un idioma, hacer un voluntariado, recibir clases de baile… Apuntarse a pádel y que le busquen una pareja…”, sugiere la psicóloga.
Ahora bien, tampoco se recomienda irse al otro extremo y, quizá por miedo a quedarnos más solos que la una en esta etapa crucial de nuestras vidas, convertirnos en esclavos de la amistad. "Hay que dejar el hueco para nosotros mismos", dice la experta.
"Cuando tú disfrutas de ti mismo, ya puedes darte, volcarte y disfrutar con los demás, pero con quien debes disfrutar sobre todo es contigo mismo. No hay que dejarse llevar por el miedo a la soledad. Tampoco nos tenemos que aferrar a determinadas personas por siempre. Tenemos que disfrutar y hacer disfrutar en el momento concreto y debemos tener la flexibilidad de ir cambiando según las necesidades que tengamos".