El tacto rectal, consistente en introducir un dedo enguantado y lubricado en el recto para palpar si hay algo anormal en la próstata, es una exploración sencilla que genera cierto temor o vergüenza en muchos hombres. De hecho, es tan impopular que muchos prefieren no acudir a la consulta urológica y evitarse así el pasar el 'mal trago'. El El especialista del Lyx Instituto Claudio Martínez-Ballesteros nos explica en una nueva entrega de 'Cuestionario Prost' si este método intrusivo sigue siendo necesario en una exploración de la próstata.
Lo cierto es que el tacto rectal es una herramienta más a disposición del urólogo que no es obligatoria en una primera consulta. Muchas veces la disposición del paciente impide hacerla, mientras que en otras ocasiones lo dificultan sus características físicas y las del médico, en cuanto si tiene el dedo más o menos largo. Tampoco es imprescindible para evaluar la salud prostática del paciente.
Además, no es una práctica infalible para detectar precozmente un cáncer de próstata. En realidad, con el tacto rectal solo es posible explorar la parte más periférica de esa glándula. No es posible saber qué está ocurriendo más allá de la zona rectal, que es dónde se originan aproximadamente tres cuartas partes de los cánceres, pero no todos.
Algunos ocurren en una parte de la próstata que no se puede alcanzar fácilmente con un dedo. Y los cambios en el tejido de esa glándula pueden ser demasiado leves para apreciarlos. Por ello, algunos expertos sugieren que el llamado examen rectal digital debería ser reemplazado por resonancias magnéticas: cero invasivas y con una fiabilidad altísima.
Más efectiva es también la prueba de antígeno específico de próstata (PSA), un análisis de sangre para encontrar una proteína producida por las células de la glándula prostática: el antígeno prostático específico. Unos valores altos en esta prueba pueden indicar la presencia del tumor. Quizás sea la mejor herramienta de cribado poblacional. Con ella, además, se ganarían muchísimos pacientes en consultas, porque no produce el clarísimo efecto rechazo que provoca el tacto rectal.
En cualquier caso, Martínez-Ballesteros insiste en que el tacto rectal "no debe ser el motivo que nos infunda miedo para no ir al urólogo". En el caso de que sea realmente necesario ser practicado hay que saber que "no es una exploración cruenta, ni humillante". El médico tiene que hacer por que el paciente se encuentre en un ambiente cómodo y no hostil.