España arde. Y lo peor es que todos los veranos van a ser así. Noches asfixiantes, olor a humo y tensión entre los habitantes de las zonas rurales son elementos habituales de una escena que viene repitiéndose con mayor frecuencia de la deseable este año. Ya hemos sufrido 37 grandes incendios, el triple que el año pasado, que han quemado en nuestro país 241.833 hectáreas, lo que supone el 40% del total de superficie incendiada en toda Europa.
Lo que estamos sufriendo son incendios de 'sexta generación', muy violentos y prácticamente inextinguibles, favorecidos por el cambio climático y la aridez extrema, además de por el abandono forestal presente desde que a mediados del siglo pasado tuviera lugar el éxodo rural. Ante esta situación, no vale solo con encogerse de hombros y decir que "ya se veía venir", hay que priorizar la prevención, pero ¿qué medidas pueden tomarse para evitar que estos fuegos tan voraces e intensos se sigan repitiendo cada verano?
El primer paso debería pasar por combatir el cambio climático más allá de las palabras, pese a que la coyuntura realmente no ayuda. La guerra de Ucrania y el cierre del gas ruso servirá de excusa a los países de la Unión Europea para olvidarse provisionalmente de esta batalla.
La coexistencia con el fuego es el mayor problema ambiental. Debemos adaptarnos a su presencia anticipándonos a sus efectos más devastadores y minimizando la vulnerabilidad de los sistemas forestales. Para ello hay que trabajar en la recuperación de la población y los trabajos del campo en las zonas donde la demografía se ha desplomado. Si los pueblos están vacíos, los campos y los pinares lo están más.
La despoblación, los nuevos usos agropecuarios y en ocasiones la figuras de protección de la naturaleza, han dejado los bosques sin nadie que los cuide, ni se encargue de guardar el necesario equilibrio. "Hay que tomar iniciativas que permitan la recuperación de paisajes donde haya un mosaico de usos", defienden los investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en referencia a bosques, cultivos herbáceos y leñosos, pastos y matorrales que actúen como un cortafuegos natural.
Los montes que son rentables no arden, o lo hacen con menor intensidad, y rentabilidad es sinónimo de gestión activa del territorio y de personas viviendo en él. Para que la España vaciada vuelva a estar poblada hace falta que genere negocios. "Es necesario poner en valor e impulsar el aprovechamiento sostenible de los productos forestales como la madera, corcho, biomasa y la ganadería en extensivo impulsando políticas que favorezcan el origen renovable y sostenible de las materias primas", asegura a Profesional Agro la secretaria general en España del Programa para el Reconocimiento de Certificación Forestal (PEFC), Ana Belén Noriega.
Estas iniciativas deben adaptarse a las particularidades de cada territorio, a su paisaje y sus habitantes. Contar con quienes viven y conocen el territorio es imprescindibles si se quiere ir más allá de un proyecto escrito. En este sentido, la Comisión Europea lleva tiempo financiando procesos de co-creación que persiguen dinámicas cruzadas entre el personal de las administraciones, científicos y la población.
El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) considera fundamental identificar las que llama ZAR, Zonas de Alto Riesgo de Incendios. La identificación de estas áreas, por frecuencia y peligrosidad, y la priorización de planes preventivos en estas zonas, podría reducir considerablemente el impacto de los grandes incendios.