Jesús Garzón (77) es una referencia mundial del ecologismo. De pequeño se escapaba con su amigo Rodríguez de la Fuente de Madrid a los páramos de Guadalajara para soltar a Durandal, el halcón peregrino de Félix, a la caza de tórtolas y perdices. Desde entonces vive con pasión su amor por la naturaleza, por la que sigue combatiendo sin descanso, y augura que el desprecio con que hemos tratado al planeta va a pasar una cara factura a la humanidad.
Leyendo su currículum uno se queda pasmado. Ha sido pionero de la investigación de especies emblemáticas como el lobo, o la cigüeña negra, haciendo sus primeros censos en España. Promotor e impulsor del Parque Nacional de Monfragüe, director de medio ambiente de la Junta de Extremadura, presidente y fundador de una decena de asociaciones en defensa de la naturaleza, ha publicado cientos de libros, miles de artículos, ha pronunciado conferencias por todo el mundo y tiene más de 30 premios nacionales e internacionales por su trabajo en defensa de la naturaleza. Pero lo que le hizo más popular fue conseguir que miles de cabezas de ganado atravesaran el centro de Madrid reivindicando la trashumancia.
Se hace extraño ver a una persona con su trayectoria pastoreando ovejas. ¿Por qué lo hace?
La trashumancia conectaba ecológicamente los espacios protegidos de España, desde el Pirineo a Gibraltar y desde el Mediterráneo a las montañas de Lugo o Asturias. En España tenemos la inmensa suerte de conservar este patrimonio. Esto es algo único en el mundo. Son 400.000 hectáreas protegidas, en forma de cañadas, caminos y veredas, podemos decir que es el "parque nacional" más grande de toda Europa. El hecho de que vuelvan a pasar por ellos miles de ovejas, vacas y cabras supone recuperar la conectividad natural de la fauna silvestre que ha modelado durante miles de años los ecosistemas. No se puede entender la biodiversidad española sin el movimiento de los rebaños.
¿Cómo empezó todo?
A principios de los años 90 conseguimos que nos aprobaran un proyecto europeo para recuperar la trashumancia en España. El problema era que hace 50 años que se había abandonado esta práctica y no había pastores que quisieran hacerlo. Gracias a Cesáreo Rey, un ganadero de Ávila que había sido trashumante en su juventud, pudimos hacer la primera trashumancia desde Valverde de Mérida, en Badajoz, a Sanabria, en Zamora, y un año después llegamos a Picos de Europa. En 1994 pasamos por el centro de Madrid y aquello fue la bomba. Salió en todos los periódicos del mundo, los pastores invadían una capital europea reivindicando sus derechos a trashumar. Cuatro meses después se aprobó la ley de vías pecuarias, que protegía las cañadas, caminos y veredas, y que permite poder trashumar por toda España. Esta ley de 1995 es única en el mundo, y aún hoy es muy moderna y ecológica, porque une el medio ambiente con el desarrollo rural.
Cuántos pastores hacen hoy la trashumancia
Ahora hay unas 40 familias viajando con los rebaños, pero la única Comunidad Autónoma que apoya a los ganaderos es Extremadura, que paga cuatro euros al día por cada cabeza de ganado que pastoree sus tierras. Esto es muy importante. Los pastores están realizando una labor social. Mil ovejas trasladan diariamente cinco millones de semillas y diez toneladas de estiércol. Estos grandes rebaños en movimiento van sembrando biodiversidad. Además, se conserva un patrimonio cultural que si no, se perdería. Extremadura es un ejemplo a nivel mundial.
El Gobierno habla de trasformación ecológica. ¿Suena bien?
Es tarde. Han perdido 40 años, todo son palabrerías y ya no queda gente. En los últimos diez años se han perdido 10 millones de ovejas, que son 20.000 familias. Esto son fincas abandonadas, campos abandonados, vas por España y no se ve un solo rebaño por los campos. Se ha ido todo al garete.
La Unión Europea ha declarado 2026 como el Año Mundial de los pastores. No hay otra alternativa que el pastoreo. El pastoreo es lo único que puede gestionar el 80% del territorio, conservarlo, producir alimentos de alta calidad y que las culturas y poblaciones tradicionales puedan seguir sobreviviendo. Además, el traslado de los rebaños mitiga el cambio climático fijando carbono en el suelo y previniendo incendios.
Este año que va a ser de terrible sequía y de terrible calor, tendrán que buscar alternativas porque se va a quedar el campo desierto. Se van a arruinar los ganaderos, no hay agua para regar, los cultivos están abandonados, se van a secar los frutales... pero esto estaba avisado desde hace un siglo.
Y todavía hay quien niega el cambio climático
Desde el siglo XIX se sabía que el cambio climático era imparable, que el carbono acumulaba muchísimo calor en la atmósfera, y no se ha hecho nada. Se ha perdido un siglo y ahora vienen las consecuencias.
¿Estamos condenados a cargarnos el planeta?
El planeta no, el planeta es muy resiliente, la humanidad es la que va a sufrir. Subirá el nivel del mar, cambiarán las corrientes, subirá la temperatura, se deshelará el Polo Norte, la Antártida, se extinguirán un millón de especies, pero el planeta seguirá, lo grave va a ser la catástrofe humanitaria.
¿Y cómo no nos damos cuenta?
Tenemos un problema educacional. A los niños de los ganaderos o agricultores se les lleva a los tres o cuatro años al colegio y les enseñan muchas cosas que no les van a servir para nada en la vida, y no vuelven a oír hablar de su pueblo, de su cultura, de su historia, de los rebaños o el ganado. Es como si no existiera la cultura campesina y eso ha hecho mucho daño. Todo el mundo quiere ser abogado, médico o arquitecto y al agricultor y al campesino se le ha despreciado de mala forma, y ahora ningún padre quiere que sus hijos sean agricultores o ganaderos.