España es un país privilegiado por sus costas. Pero el clima (cada vez) más cálido hace que tierra adentro proliferen las piscinas. Madrid a la cabeza. Y hay localidades en las que casi hay más piscinas que habitantes. Una costumbre a todas luces insostenible en temporadas de sequía y de mayor consciencia de la contaminación. Es en este contexto que las biopiscinas, también conocidas como piscinas naturales o ecológicas, se despuntan como las alternativas más sostenibles a las piscinas convencionales.
Las biopiscinas o piscinas naturales tienen sus raíces en Europa, específicamente en Austria y Alemania. El concepto de piscinas naturales o biopiscinas se desarrolló en la década de 1980 como una respuesta a la preocupación por los productos químicos y el impacto ambiental de las piscinas convencionales.
La primera biopiscina reconocida y documentada se construyó en 1987 en Austria, diseñada por el arquitecto Josef Pröll. Este diseño se basó en principios ecológicos, utilizando plantas acuáticas y sistemas de filtración natural para mantener el agua limpia. Desde entonces, el concepto de biopiscinas se ha difundido a nivel mundial y ha evolucionado con diversas técnicas de diseño y construcción. Hoy en día, las biopiscinas se pueden encontrar en varios países y continúan siendo una opción cada vez más popular.
Una biopiscina se diseña para imitar un ecosistema natural. Y de hecho, lo es... aunque con una ligera ayuda. La piscina se divide en dos zonas: una zona de natación y una zona de regeneración. La zona de regeneración contiene plantas acuáticas y otros organismos que purifican el agua de manera natural. El agua de la zona de natación circula a través de la zona de regeneración, donde las plantas y microorganismos eliminan los nutrientes y las impurezas. Esto mantiene el agua limpia de forma natural sin necesidad de productos químicos. Por lo tanto, las biopiscinas son más respetuosas con el medio ambiente. Además, pueden promover la biodiversidad al proporcionar hábitats para insectos y pequeños animales.
Aunque es mínimo, las biopiscinas también requieren un mantenimiento, pero este es diferente al de las piscinas tradicionales. Para empezar se deben podar y mantener las plantas acuáticas, y ocasionalmente se necesita ajustar el equilibrio del ecosistema. Hay que mantener limpia la superficie del agua y limpiar el fondo una vez a la semana. Y aunque el costo inicial de construcción de una biopiscina puede ser más alto que el de una piscina convencional, a lo largo del tiempo, el ahorro en productos químicos y la eficiencia energética pueden compensar este gasto.