Puede sorprender, pero no es una noticia nueva. El cambio climático es una amenaza seria para la celebración de los Juegos Olímpicos en las próximas décadas, tal y como hace justo cuatro años se señalaba en un estudio elaborado por investigadores de la Universidad de Waterloo en el que participaron profesionales de Canadá, Austria y China. En ese estudio destacaban que si no se reducen considerablemente las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo solo 8 de las 21 ciudades que han albergado los Juegos serán lo suficientemente frías para volver a alojarlos a final de este siglo.
"El clima en muchas regiones tradicionales de deportes de invierno no es el que solía ser, y cada vez menos lugares podrán albergar los Juegos Olímpicos de Invierno a medida que se acelera el calentamiento global", comentó entonces Daniel Scott, profesor de geografía y gestión ambiental en Waterloo y uno de los autores del estudio. Estos problemas, aunque se pone la vista en el final de siglo, ya han llegado a los actuales Juegos Olímpicos de Invierno en China que se están celebrando ahora mismo en Pekín.
El problema viene de atrás, tanto en los Juegos de Sochi en 2014 como en los de Pyeongchang en 2018, se tuvo que recurrir a cañones que generasen nieve artificial porque la nieve real no era suficiente. En los que ya se están celebrando en Pekín la cosa es muy diferente, ya que la totalidad de la nieve está siendo producida por máquinas, pues a pesar de que el clima en esta época allí es muy frío, con temperaturas gélidas, apenas hay precipitaciones y, por ende, la nieve es más bien escasa.
De esta manera, en estos Juegos Olímpicos de Invierno la nieve real ha brillado por su ausencia y en su totalidad ha sido generado a partir de máquinas, de lo que realmente siempre ha dependido su candidatura para acoger el evento deportivo. En un primer momento, China aseguraba que necesitaría en torno a unos 223 millones de litros de agua para cubrir las pistas donde se ejecutan las pruebas. Ya en noviembre se comenzó la producción de los Juegos para llega a tiempo generando 1.2 millones de metros cúbicos de nieve artificial para una de las sedes del evento.
La nieve se ha logrado producir gracias a una empresa con sede en Italia, TechnoAlpin, capaz de cubrir de blanco los diferentes espacios en los que se están desarrollando los deportes. La compañía ha trabajado durante tres años para lograr el mejor sistema de fabricación de nieve y la construcción a gran escala de la infraestructura. En concreto, se han instalado unos 350 productores de nieve, con tecnología de ventilador y de lanza, nueve torres de refrigeración y 51 bombas de alta presión.
Hasta aquí, quitando que la producción de nieve utiliza tal cantidad de agua que daría de beber a unos 100 millones de personas en todo el mundo en un solo día, parece que es una solución que puede solventar el problema de cara a próximas ediciones de los Juegos de Invierno. Ya en su día el Comité Olímpico Internacional expuso en un informe de 2015 que el país asiático había subestimado la cantidad de agua que iba a necesitar y también que no iba a ser fácil recuperar la cantidad de agua gastada para generar nieve.
Pero también repercute a los deportistas, y no precisamente para bien. El informe citado del Comité ya exponía que los profesionales corren más riesgo al competir debido a que esta es más dura pero también más rápida. Por ello, en caso de caída, las lesiones pueden llegar a ser más graves.
Ambientalmente tampoco es la mejor opción, ya que fabricar nieve, como es obvio, consume muchísima energía y quema combustibles fósiles, por lo que emite CO2 y contribuye al calentamiento global que, precisamente es lo que repercute en que zonas como Sochi, en Rusia, no tengan la nieve necesaria o normal. ¿Ayudan a solventar el problema en momentos puntuales como ahora? Sí, pero lejos de ser la solución, sigue empeorando uno de los grandes problemas de la humanidad: el calentamiento global.