Silicon Valley es un territorio geográfico en la zona sur del Área de la Bahía de San Francisco en el que hoy se agrupan más de 2.000 compañías tecnológicas. Pero Silicon Valley también es una idea, un concepto nacido de la Universidad de Stanford que se ha convertido en símbolo de la innovación y la revolución tecnológica en todo el mundo. En Silicon Valley se fabrica el futuro, solo que es un futuro creado mayoritariamente por hombres blancos y jóvenes de un contexto social determinado. Son imágenes que asociamos todos al desarrollo tecnológico: la de un universitario más o menos marginal en sudadera con capucha, o la de un hombre, joven y millonario, en oficinas lujosas en San Francisco.
"Los orígenes sexistas y edadistas de la cultura digital en California se han perpetuado en el tiempo. La cultura corporativa de Silicon Valley desafía al trabajador a cambiar el mundo y romper barreras, y se identifica más con un joven emprendedor y un trabajador incansable que con un trabajador con la obligación de recoger a sus hijos de la escuela a las cinco de la tarde", explica Andrea Rosales, investigadora de la Universitat Oberta de Catalunya y coautora junto a su colega Mireia Fernández Ardèvol y Jakob Svensson, del libro 'Digital Ageism. How it Operates and Approaches to Tackling it' ('Edadismo digital. Cómo opera y enfoques para abordarlo' . "Los fondos de inversión de riesgo que financian las empresas emergentes tecnológicas buscan ese espíritu joven y desafiante, basándose en referentes como Steve Jobs o Mark Zuckerberg, que crearon grandes empresas siendo muy jóvenes y trabajando muchas horas a la semana", añade.
Hoy, por causa de esos orígenes y de los desafíos de recursos humanos del sector, la cultura tecnológica es bastante homogénea en términos de edad, etnia y género. Para la experta de la UOC, esto se combina con las percepciones culturales, los sesgos y las expectativas de que los trabajadores tecnológicos mayores van a ser menos apasionados, tendrán más dificultades para procesar información y aprender cosas nuevas y mostrarán menos interés en la tecnología en general. A partir de ahí, desde Silicon Valley, el edadismo digital se expande por el resto del mundo tecnológico.
"Silicon Valley ha promovido los programas corporativos que presentan los lugares de trabajo como patios de recreo, con beneficios en la oficina y actividades de cohesión de equipos, subrayando los valores empresariales de la empresa como familia, fusionando la vida personal con los objetivos corporativos", señala Rosales. "La pasión devota por el trabajo y el lugar de trabajo atiende con mayor frecuencia a un trabajador tecnológico joven, un paradigma que se ha impuesto en las empresas tecnológicas internacionalmente y que persiste a pesar del teletrabajo", agrega.
"El primer paso para romper con este marco es crear más conciencia sobre los estereotipos que marcan las relaciones interpersonales y, particularmente, los estereotipos de edad, y cómo estos marcan las relaciones laborales en las empresas tecnológicas", apunta Rosales. "No podemos creernos que todos los programadores deberían cambiar de rol a partir de los 35 años y que ser programador no es compatible con tener una vida propia", concluye.
Según el Informe mundial sobre el edadismo de la OMS, el edadismo tiene consecuencias graves para la salud, el bienestar y los derechos humanos de las personas. En particular, entre las personas mayores, el edadismo se asocia con una menor esperanza de vida, una salud física y mental más deficiente, una recuperación más lenta de la discapacidad y un mayor deterioro cognitivo. El edadismo también aumenta el aislamiento social y la soledad de los mayores, restringe su capacidad de expresar su sexualidad y puede aumentar el riesgo de violencia y abuso.
Para reducirlo, el Informe Mundial sobre el edadismo de la propia OMS, es necesario invertir en estrategias basadas en ciencia, mejorar los datos y las investigaciones para comprender mejor el edadismo y fomentar un cambio en el discurso sobre la edad y el envejecimiento. "En lo digital, debemos pensar en términos de diseño universal y escuchar la voz de estos colectivos, incluir a las personas mayores en todas las etapas, desde las discusiones de políticas públicas hasta los diseños de los servicios y las pruebas de usuario", señala Mireia Fernández Ardèvol, experta en comunicación móvil, personas mayores y TIC y coautora de la investigación.