Desde que la ciencia era alquimia el hombre ha buscado incansablemente el elixir de la vida eterna. El sueño de rejuvenecer como el conde Drácula cuando bebía sangre fresca sigue siendo una quimera, pero la tecnología y la innovación cada vez está más cerca de hacerlo realidad. O al menos de retrasar el envejecimiento (y sin recurrir al bisturí). La nueva obsesión en Silicon Valley es el negocio de la longevidad, la búsqueda de la juventud a partir de acortar la edad biológica.
Varios magnates tecnológicos están reclutando a los mejores científicos internacionales para investigar cómo vivir más y mejor. Morir y envejecer no tiene sentido para ellos. Por eso se están gastando auténticas fortunas en encontrar la fórmula para combatir el envejecimiento. En ocasiones traspasando la línea de lo ético e incluso sirviéndose a sí mismos como 'conejillos de indias'. Fue el exingeniero de Google Ray Kurzweil quien predijo que en 2030 los seres humanos podríamos erradicar la enfermedad y alcanzar la inmortalidad. Y en eso están quienes creen que la muerte es algo que puede evitarse. Con muchísimo dinero, claro.
El caso más popular y paradigmático es el de Bryan Johnson, un multimillonario de 45 años que no tiene nada que ver con el cantante de AC/DC y que está invirtiendo dos millones de dólares al año para ralentizar su reloj biológico y emular a Benjamin Button. Su régimen diario incluye más de 100 píldoras, terapias de luz LED y restricción calórica. Su objetivo declarado es "vivir mucho tiempo (200 años) para disfrutar más de lo que ofrece la vida".
El también CEO de Kernel, startup especializada en neurociencia, ha confesado que las rígidas intervenciones médicas que ha recibido a día de hoy "le dan la salud cardiaca de un hombre de 37 años, la piel de una persona de 28 años y la capacidad pulmonar de un joven de 18". Claro que para ello ha tenido que tomar algunas decisiones extremas. La última, recibir transfusiones de sangre de su hijo adolescente.
Paradójicamente, el padre de Johnson, de 70 años, también se sometió a esta terapia usando el plasma del millonario, pero finalmente la suspendieron ante la falta de resultados. Quizás porque el magnate también lleva la rutina deportiva, alimentaria y de descanso de un atleta de élite, levantándose a las 4:30 de la mañana y acostándose a las 8:30 de la tarde, lo que podría explicar su buena condición física mejor que las pastillas.
Otra de las principales responsables del fenómeno de la longevidad es Liz Parrish, CEO de la compañía de biotecnología BioViva Science y conocida por su audaz experimento de terapia génica anti-envejecimiento que le ha permitido tener 52 años cronológicos y lucir 21 biológicos. En 2013 se sometió a un experimento pionero para probar cómo combatir las dolencias asociadas a la edad. Básicamente ha sido la 'paciente cero' de la terapia de telomerasa, con la que ha revertido la edad biológica de sus células inmunológicas en 20 años. Sin dieta ni ejercicio. Pero es un caso no validado ni avalado por ningún organismo internacional que genera escepticismo entre la comunidad científica.
Otro empresario volcado en la investigación para alargar la vida lo máximo posible es Peter Thiel, cofundador de PayPal y cuya fortuna asciende a más de 2.000 millones de dólares. Parte de ella la ha invertido en Unity Biotechnology, una startup que investiga fármacos para lograr que "consecuencias debilitantes del envejecimiento sean tan poco comunes como hoy en día la poliomielitis”. Thiel admitió en 2014, en una entrevista a Bloomberg, estar tomando una píldora de hormona de crecimiento humano con la que "es mucho menos probable sufrir lesiones óseas o artritis".
Por su parte, Jeff Bezos, creador de Amazon, invirtió millones en un emprendimiento relacionado al rejuvenecimiento llamado Altos Labs, una compañía que mantiene sus desarrollos en secreto pero que asegura que su misión es "restaurar la salud y la resiliencia de las células a través de programas de rejuvenecimiento celular para revertir enfermedades, lesiones y discapacidades que pueden ocurrir a lo largo de la vida".
Larry Ellison, fundador de Oracle, también quiere vivir más tiempo. La cuarta persona más rica del mundo ha invertido más de 430 millones de dólares en distintos proyectos de investigación antienvejecimiento y ha fundado la Ellison Medical Foundation que se encarga de financiar investigaciones para ralentizar el envejecimiento.
Los fundadores de Google Sergey Brin y Larry Page han invertido más de 1.000 millones de dólares en inversiones para empresas como Calico Labs que desarrollan medicamentos para enfermedades relacionadas con la edad, y han creado Verily Life Sciences, una incubadora de proyectos de investigación dentro de Alphabet.
También está Human Longevity, fundada por Craig Vente, pionero de la genómica. Su meta es comprender el genoma humano para crear una gran base de datos y así analizarlos con big data, para encontrar la respuesta al por qué unas personas viven más que otras.
Y no podían faltar sospechosos habituales como Bill Gates, fundador de Microsoft que está invirtiendo en inteligencia artificial y antienvejecimiento; Elon Musk, que ha creado Neuralink para implantar electrodos en el cerebro; o Mark Zuckerberg, que copatrocina el Premio Breakthrough con 33 millones de dólares para Ciencias de la Vida. Incluso deportistas de élite como el tenista Novak Djokovic se están ayudando ya de técnicas de "acondicionamiento celular óptimo" que, si bien no rejuvenecen, sí aumentan el rendimiento muscular
Así que puede que todos estos pesos pesados no alcancen la inmortalidad, pero el negocio de la longevidad es ya uno de los más emergentes del momento y se adivina como el terreno de juego para emprendedores, científicos e inversores en el futuro más cercano. Aunque la búsqueda de la vida eterna plantee debates ético-filosóficos sobre la vida, la muerte y la naturaleza humana, el potencial de las inversiones que se hagan en este campo podría ayudar a conseguir lo avances necesarios para prevenir o curar enfermedades graves.