Cierre temporal de oficinas, despedida masiva de trabajadores, mensajes en tono provocador y renuncia de un buen número de empleados que no aceptan las nuevas condiciones y exigencias de Elon Musk. Entre otras, el compromiso a trabajar muchas horas y “ser extremadamente duros”. Desde que compró Twitter, el mes pasado, por la inmódica cantidad de 44.000 millones de dólares, el hombre más rico del mundo trae de cabeza a los 330 millones de usuarios de la red del pajarito. El nuevo dueño de Twitter ha adelantado que habrá servicio premium por ocho dólares mensuales o que la empresa va a estar a partir de ahora más enfocada a la ingeniería, pero esto no nos saca del caos.
¿Qué podemos esperar?
Musk es imprevisible. El viernes, en medio de la tormenta, tuiteó: "Y… acabamos de alcanzar otro máximo histórico en el uso de Twitter. Jajaja". El satírico Frank Lesser le respondió con una alusión al emperador romano Nerón, que tocó la lira mientras Roma ardía.
Es evidente que el pánico ha llegado a los usuarios y quien mejor nos puede aclarar qué está ocurriendo es Joan Barata, investigador del Cyber Policy Center de la Universidad de Stanford (Estados Unidos). Antes del desembarco de Musk, participó en lo que se podría denominar comité de sabios que asesoraba en Twitter en cuanto a regulación de contenidos y libertad de expresión. Este órgano, por cierto, ha quedado desmantelado por el descabezamiento que se está produciendo en la red estos últimos días.
¿Twitter va a cambiar las normas de uso en cuanto a contenidos?
Las reglas internas de convivencia en la comunidad permanecen igual. Forman parte de un proceso de muchos años y de un gran esfuerzo para adaptarse a la sociedad. Lo que sí cabe sospechar es que, ahora que los equipos de control han sido desmontados, se relajarán los mecanismos que permitían verificar si se cumplen esos estándares.
¿Iríamos entonces hacia atrás?
Lo que hay es una sensación de laxitud en cuanto a los contenidos, la idea de que se permitirá todo lo que no sea ilegal. Pero este término es muy ambiguo. Muchas publicaciones en la red, sin llegar a ser ilegales, son dañinas, incorrectas, incómodas… ¿Cómo se van a revisar o verificar si han cruzado una línea roja? Solo puedo decir que mis interlocutores con los que formábamos el comité de control han desaparecido ya de Twitter. Esta es la foto actual. Vaga, confusa y errática.
Moderar los contenidos sin coartar la libertad de expresión. ¿Cómo se consigue en las redes sociales?
Las redes no son un foro público, sino un espacio de carácter privado. El usuario está sujeto a las normas internas que establece la plataforma, ya sea Facebook, Twitter u otra red social. En casos de manifiesta ilegalidad, como pornografía infantil, violencia extrema, etc., el consenso es mayoritario y las plataformas pueden actuar en contra por iniciativa propia. Más allá de estos límites, pueden aplicar sus propias normas y mecanismos internos de moderación o eliminación de contenidos indeseables y comportamientos abusivos, aunque no necesariamente ilegales. Al firmar un contrato, el usuario está aceptando unas condiciones para disfrutar del servicio.
¿Realmente el ciudadano conoce las normas internas de uso de una plataforma?
Está claro que no, a pesar de que las plataformas permiten un fácil acceso a sus políticas de moderación y las exponen de una forma muy sintética y clara. Los usuarios desconocen también las consecuencias que pueden tener muchos de sus comportamientos, sancionados por el Código Penal. Por ejemplo, un insulto, una difamación o la difusión de una imagen sin consentimiento. De todos modos, algunas prácticas son muy difíciles de perseguir por medios legales, excepto si claramente se comete un delito.
La suplantación de identidad es un calvario para las víctimas, pero una costumbre común.
Asumir como propia la identidad de otra persona es un delito recogido en el Código Penal. Normalmente se hace como herramienta para cometer más delitos, sobre todo de tipo económico. Es una posibilidad que preocupa seriamente a los ciudadanos y, una vez que ocurre, no siempre tiene fácil solución.
¿El anonimato es un derecho, aunque hagamos mal uso?
Aunque sea muy cuestionado, el anonimato es un derecho y su protección garantiza la libertad de expresión. Tanto Facebook como Twitter funcionan con sistemas que sí permiten el anonimato. Otras plataformas no lo admiten. Unos usuarios aprovechan este derecho para proteger sus identidades y expresar sus opiniones libremente y otros lo emplean para desinformar o generar noticias falsas. En términos de derechos humanos, es especialmente interesante en los países en los que los ciudadanos tienen recortadas sus libertades.
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