"Puestos a soñar, mejor soñemos a lo grande". Esto es lo que alguien le dijo a Toya Viudes de Velasco cuando se propuso recuperar la figura de su tía abuela Rosario de Velasco, una pintora del siglo XX, una más de esos extraordinarios talentos que, por su condición femenina, quedaron fuera de los libros de arte. Ese alguien que le dio a Toya el consejo es el gestor cultural Miguel Lusarreta, hoy comisario, junto con ella, de la exposición de Rosario de Velasco que presenta el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, junto al Museo de Bellas Artes de Valencia, del 18 de junio al 15 de septiembre de 2024. Toya está cumpliendo ese sueño a lo grande y también el de su tía abuela.
"La muestra reúne treinta pinturas de los años veinte a los cuarenta, su primera etapa, y una sección dedicada a su trabajo como ilustradora. Entre ellos, destacan pinturas conservadas en museos, como el óleo ‘Adán y Eva’, del Museo Nacional Reina Sofía, o ‘La matanza de los inocentes’, de 1936, del Museo de Bellas Artes de Valencia. Por el primero de estos De Velasco obtuvo la segunda medalla de pintura en la Exposición Nacional de Bellas Artes y le vetaron el primer premio porque era impensable en la época que la máxima galardonada era mujer", nos explica Toya.
Hasta aquí el camino ha sido, y lo sigue siendo, fascinante, pero inagotable y laborioso. La obra de Rosario de Velasco era un continuo runrún en su cabeza desde que esta periodista murciana tiene uso de razón. La presencia en casa de ‘Lavanderas’ era demasiado fuerte como para no darse cuenta de que su autora estaba necesitada de una gran soñadora. Y siguió su impulso con determinación, dedicación y mucha ilusión. "Rosario pintó 'Lavanderas' en 1934 y en el 36 se lo regaló por la boda a su hermano, mi abuelo Luis. Nunca en mi vida he dejado de ver este cuadro, primero en casa de los abuelos en Valencia, luego en casa de la abuela en Murcia cuando quedó viuda y ahora en casa de mis padres", detalla.
En 1937, Luis de Galinsoga, director de La Vanguardia durante dos décadas, describió el cuadro con estas palabras: "masas pictóricas sueltas, pero armónicas y de composición resuelta magistralmente con dibujo somero, pero firme y con colores sencillos, pero expresionistas; un buen modelo, en fin, de arte moderno".
Lo difícil para la sobrina nieta era recuperar el resto de la obra, buena parte en colecciones privadas, casas particulares y algunas aún en paradero desconocido. Toya regresó de Colombia, donde había ejercido durante años como periodista, justo antes de la pandemia. Decidió entonces instalarse en Cabo de Palos, un pequeño pueblo pesquero de la costa murciana, donde conoció a Miguel Lusarreta, con el que emprendió este sueño ya hecho realidad.
Abrió entonces una cuenta en X (antes Twitter) con un mensaje muy directo: "Busco obra de mí tía abuela Rosario de Velasco, gran artista de los 30, hoy olvidada. La de arriba es su firma". Poco a poco, esos cuadros e ilustraciones empezaron a emerger.
En Burgos, por ejemplo, aparecieron los dibujos originales con los que Carmen Karr ilustró ‘Cuentos a mis nietos’ y los que pintó para ‘Cuentos para soñar’, de su amiga M. Teresa León.
Hay otros que aún tienen que aparecer, como ‘Mujer con jilguero’, que expuso la autora en 1945 en la Sala Pictórica de Barcelona, del que solo conserva una foto antigua. Igual ocurre con ‘El baño’, pintado en 1931. Su pista se perdió después de la guerra, pero encontró una imagen en blanco y negro en una revista de la época.
Ilustró también ‘Princesas del martirio’, de Concha Espina y pintó retratos de niños inspirándose en su hija María del Mar, "con flores, conejitos, pequeños caballos de cartón, están llenos de resabios, resonancias, sólidas e inconfundibles, de los grandes maestros" (Destino, 1941). Una dificultad añadida es que Rosario de Velasco a menudo firmó como VDR o solo VR.
Toya va reuniendo piezas y está feliz pensando en cómo se sentiría la artista. "Ha sido algo que he buscado toda mi vida, no hacer pintura de mujer sino que pudiera confundirse con la de los pintores por ser verdadero arte sin que nadie la valorara desde planos inferiores en gracia a mi feminidad", declaró Rosario de Velasco.
"Rosario -insiste- no merecía el olvido. En 1935 participó en una de las exposiciones internacionales de Pittsburgh, las primeras y más prestigiosas de arte moderno, con ‘Gitanos’, que se mostró en la sala al lado de ‘El espectro de Vermeer’, de Dalí. Y en 1936, expuso ‘Carnaval’ en el Jeu de Paume de París. Y tanto gustó a los franceses que allí sigue, en el Pompidou, aunque también estará en el Thyssen".
Francisco Umbral la recordaba en 2003 con estas palabras que hacían alusión a su cuadro ‘Adán y Eva’: "No nos llegó la guerra sí nos llegó la paz y con ella esa escuela pictórica que herboriza principalmente en el País Vasco, con la calidad de pan tierno que ya tuvieron los Zubiaurre y que encontramos en Rosario de Velasco, llena de una perfección de manzana verde entre un arte tan masculino como el vasco".
Eugenio d’Ors decía de ella que era la Pola Negri, diva del cine mudo, de la pintura. Y la escogió en 1944 para participar en el Segundo Salón de los Once, una muestra que recopilaba el arte en los primeros años de la posguerra. "Con entrada de caballo siciliano, que no de cebra circense, se presentó ROSARIO DE VELASCO en los oficiales certámenes; y allí fue cosa no ya de coser y cantar sino de llegar, ver y vencer", escribió el ensayista en ‘Mis salones’.
Ha ido recopilando fotos, anécdotas y recuerdos con los que reconstruye la apasionante biografía de esta pintora y animan a poner en valor su realismo intimista. Van apareciendo curiosidades como el destino que le dio al dinero que le dieron por ganar con "Adán y Eva" la segunda medalla en 1932: se embarcó con una amiga en el legendario 'Stella Polaris', rumbo a San Petersburgo.
Rosario de Velasco Belausteguigoitia nació en Madrid el 20 de mayo de 1904. Sus padres, el oficial de caballería Antonio de Velasco y su madre, Rosario Belausteguigoitia, formaron una familia católica de tres hijos. Recibió una muy buena educación y pronto se decantó por el mundo del arte. Sus padres apoyaron la decisión de su hija, poco habitual en aquella época de que una mujer quisiera ser artista. Tuvo el privilegio de estudiar con Fernando Álvarez de Sotomayor, pintor de retratos y director del Museo del Prado, quien le descubrió los secretos de los grandes pintores.
Su nombre aparece en las llamadas Sin Sombrero, mujeres que desafiaron la cultura del momento, a pesar de que, según reconoce Toya, por tradición familiar se distinguió por su conservadurismo. Tras contraer matrimonio con el médico catalán Xavier Farrerons, vivó e Barcelona. Rosario fue detenida, aunque inmediatamente liberada, lo que provocó el traslado a Burgos, donde conocieron al poeta Dionisio Ridruejo. Su siguiente destino fue San Sebastián, donde nació su hija. Al terminar la guerra, Rosario regresó a Cataluña y retomó su carrera artística.
La colección del Thyssen pondrá en valor el trabajo de una de las grandes artistas del siglo XX, sus pinturas, dibujos e ilustraciones, pero no deja de ser también un valioso documento histórico, social y cultural de la época. De Madrid, la exposición viajará a Valencia, donde permanecerá del 7 de noviembre de 2024 al 16 de febrero de 2025. La tarea de Toya Viudes no se agota aquí. Rosario de Velasco siguió pintando casi hasta el último soplo de vida y fue evolucionando hasta dejar de lado las formas convencionales. Cuando esto ocurrió, ella misma afirmó: "Ahora sé pintar". Esa etapa tan personal tiene que ver igualmente la luz. La artista falleció en Sitges el 2 de marzo de 1991, con 87 años. Quizá sin sospechar que, tres décadas después, su sobrina nieta Toya la sacaría del olvido y del silencio en el que su figura quedó sumida tras su muerte.