Escultora, escritora, pintora, ceramista, divorciada y viuda a los 25, amiga de Dalí y Vasconcelos, fotografiada por Man Ray en el París de los años 30... La vida de Consuelo Suncín-Sandoval Zeceña (El Salvador, 1901-Francia 1979) es fascinante en sí misma. Pero ocurre que tuvo la fortuna, según se vea, de enamorarse de un piloto comercial en Buenos Aires. El piloto: Antoine de Saint-Exupéry, que 12 años más tarde se haría célebre al escribir el libro infantil, según se vea, más célebre de la historia, 'El principito'.
Aseguran biógrafos y estudiosos, que sería ella la inspiración detrás de 'la rosa', esa que el pequeño príncipe cuida con cariño y responsabilidad a pesar de que tenga sus espinas. Pero asegura ella misma, en sus memorias, que Saint-Exupéry no sería precisamente el cuidador que parece. Escritas solo dos años después de la muerte del autor y nunca publicadas en vida de su autora, las 'Memorias de la rosa' vieron la luz finalmente en el año 2000 y causaron un gran revuelo literario ya que hasta el momento el autor de 'El Principito' era considerado algo así como un noble aventurero, pero que en dichas memorias queda retratado como un ser también aquejado de las más bajas pasiones.
Lo que visto con los ojos de nuestro tiempo se conoce como una relación tóxica en la que él, según Suncín, no solo le habría sido constantemente infiel sino que la habría humillado públicamente reiteradas veces, la habría ignorado y la habría chantajeado emocionalmente amenazándola con suicidarse si ella le dejaba, además de aislarla de sus amistades. "¿En qué podía ser útil? ¿Cuál era mi deber inmediato? Esperar, esperar, esperar, esperar siempre…", escribe Suncín.
Acusaciones que son matizadas por algunos al considerar que el libro de Suncín tiene su parte de autoficción. Una defensa escueta, digamos, para quien es considerado hasta ahora una suerte de héroe nacional francés. Una defensa, por lo demás innecesaria, si se tiene en cuenta que la personalidad egocéntrica de Saint-Exupéry (como casi la de cualquier autor) está bien documentada y que las memorias de la que fuera su esposa no hacen sino agregar una capa de complejidad al personaje. De hecho, Galimard publicó en 2001 unas cartas entre ambos cónyuges en los que quedan reflejadas algunas de estas actitudes.
Incluso la propia lectura de 'El Principito', que ya ha sido revisado desde múltiples perspectivas, puede enriquecerse al entender los claroscuros de la personalidad de su autor. O podemos seguir leyéndolo como un cuento maravilloso para niños. Depende de cada uno.