El debut de Andie MacDowell en el cine no pudo ser más traumático. Después de encandilar al mundo como modelo singular en unos anuncios de Calvin Klein que explotaban su 'encantador acento sureño', fue contratada para hacer de Jane en la ambiciosa 'Greystoke: la leyenda de Tarzán, señor de los monos' (1984). La cámara estaba tan enamorada de ella como los espectadores, la película era una versión 'más adulta' y rigurosa de la clásica historia del 'hombre mono', la producción era espectacular. Pero Andie no pronunció palabra en toda la película. ¿La razón? Su 'encantador acento sureño'. De manera sumamente humillante para la joven actriz de 26 años, sus diálogos fueron doblados por otra actriz (nada menos que Glenn Close, además) más competente.
"Tenía dos opciones -recordaría la actriz años después- o saltaba por la ventana del hotel en el que estaba, llena de humillación y de vergüenza, o lo peleaba". MacDowell, afortunadamente, decidió pelearla. Y de la manera más constructiva: empezó a tomar clases de actuación. Como resultado apenas un año después empezó a encadenar títulos en los que sus dotes interpretativas empezaron a lucir cada vez más. La mayoría de ellos son considerados, además, clásicos de su época: 'St. Elmo, punto de encuentro (1985)', 'Sexo, mentiras y cintas de video' (1989), 'El día de la marmota' (1993) o 'Cuatro bodas y un funeral' (1994). Más que suficiente para entrar en el Parnaso del cine.
Pero aunque el pico de su carrera parece haber quedado anclado en los 90, lo cierto es que desde hace algunos años MacDowell volvió a hacerse notar por varias razones además de su trabajo como actriz (que se ha mantenido constante, aunque en un perfil más bajo). La primera es que su hija, Margaret Qualley, se ha convertido por derecho propio en una de las mejores actrices de su generación. La segunda, su rizada y negra caballera -toda una seña de identidad para la actriz durante gran parte de su carrera- ha pasado a convertirse en un ícono del pelo cano llevado con orgullo. Y MacDowell lleva ya mucho tiempo defendiendo el 'envejecimiento con orgullo' allá donde se le pregunte.
Esta misma semana, McDowell ha dicho en una entrevista con 'Vogue' (España) ha vuelto a pronunciarse sobre la necesidad de cambiar la percepción lamentablemente hegemónica sobre la vejez como un hándicap: “Deberíamos amar envejecer, es un auténtico privilegio - le ha dicho a la periodista María Quiles-. He visto a amigos perder a sus amistades más cercanas, a gente morir y, definitivamente, vivir es un regalo. Me he dado cuenta de que no hay tiempo que perder. Lo más grande y valioso no es algo material, sino el tiempo”.
El pasado martes, MacDowell junto a una de sus ídolos, Jane Fonda y una serie de modelos 'dispares' -Kendall Jenner, Viola Davis, Camila Cabello o Eva Longoria- desfilaba en la la Semana de la Moda en París en una pasarela organizada por L'Oreal, marca a la que está unida desde hace décadas. Durante el desfile la cantante mexicana Belinda sufrió una caída tras lo cual fue consolada por MacDowell: "Deberías sentirte muy orgullosa porque representas cómo se siente todo el mundo cuando caen y tienen que volver a ponerse de pie", le dijo.
Decidida a convertirse en "una defensora de todas las mujeres de mi edad", Andie MacDowell vive un momento dulce en lo profesional y lo personal. Y como le decía a 'Vogue': “Me encuentro en un momento de la vida precioso y perfecto para entender realmente el concepto de belleza, que va más allá de la juventud. Considero que es un viaje continuo y en este momento de mi vida estoy aprendiendo mucho más sobre quién soy como persona".