1978 fue un año particular: la OMS declaró erradicada la viruela, en el Vaticano el Cónclave escogía a Juan Pablo II como representante de Dios sobre la tierra y en España promulgamos una nueva constitución. Además, ese mes de diciembre, los niños de entonces vimos por primera vez a un hombre volar 'de verdad'. En realidad no era un hombre, era un super hombre. Y lo que estábamos descubriendo era una idea. La idea de lo super: algo que está por encima, algo que es más, algo que es mejor.
En 1978, el viaje de Christopher Reeve, el actor que interpretó a Superman en la película de Richard Donner, hacia su propia humanidad, apenas comenzaba.
La historia es conocida. Tras hacer cuatro películas sobre el personaje y demostrar su valía como actor en otras tantas -'Lo que queda del día' (1993) es un ejemplo notable- en 1995, un Reeve que tenía alergia a los caballos y se medicaba para poder montar, tuvo una caída fatal y quedo paralizado del cuello para abajo.
'No solo arruiné mi vida, sino la de todos los que me rodeaban' aseguraría años más tarde. Reeve probablemente hablaba desde la culpa que le producía la distancia que existió entre él y sus hijos mientras se dedicaba a pilotar aviones, esquiar o a realizar cualquier otra ocupación que confirmara su estatus de hombre de acción. Como montar a caballo.
No es una suposición. Todo eso lo cuentan sus propios hijos en 'Super/man: la historia de Christopher Reeve', el documental que se está en cartelera en estos momentos y en el que lo más probable es que los espectadores realicen un viaje inverso al que se esperan. Porque en realidad situaciones como las que enfrentó Reeve durante sus últimos años de vida -a pesar del coraje que le puso a su recuperación- lo que demuestran es que la verdadera conquista es la de la pasar de ser un 'héroe' (es decir, un ser extraordinario) a ser una 'persona' (es decir, un ser realmente extraordinario). Aunque se gocen de todos los privilegios de ser una estrella de cine, algo de lo que el actor era muy consciente y que está en la génesis de la fundación que el y su esposa crearon a las personas con parálisis que además son menos favorecidas.
Las películas con las que los niños de entonces vimos por primera vez a un hombre volar 'de verdad', dejaron una huella importante en la historia del cine. Bueno, las dos primeras. Pero sobre todo marcaron la carrera de un actor 'serio' a quien uno de sus profesores le dio una vez un buen consejo: "Sr. Reeve, usted debería convertirse en un actor de carácter, a menos que alguien le ofrezca una obscena cantidad de dinero para hacer lo contrario". Lo hizo, gracias a los dioses de Krypton. Y se convirtió en el primer actor que ganaba fama y respeto por hacer de superhéroe. La primera estrella de cine con capa. O a pesar de ella.
Fijaos en una escena de 'Superman', en la que Clark Kent se quita las gafas y de pronto 'se convierte' en Superman ante nuestros ojos sin necesidad de volar, ni de ponerse el traje. El actor que lo logra es en realidad un super actor.
El superhombre que se cayó del caballo se convirtió en un hombre.