El estrellato de Demi Moore duró solo cinco años. Pero menudos cinco años. Cualquiera que estuviera vivo en los 90 los recuerda más largos porque cuando Demi fue una estrella lo fue a lo grande. Pasó de ser la personificación del romanticismo femenino en 'Ghost' (pelo corto, cara lavada, vocación artística como alfarera en contrapunto a su novio banquero) a representar como nadie el erotismo de la cultura de consumo, dentro y fuera de la pantalla.
Moore usaba su cuerpo como una herramienta sobre la cual contar las películas: fue un objeto con un precio en 'Una proposición indecente', un arma en la guerra de sexos y las luchas de poder en 'Acoso', un vehículo para recuperar la custodia de su hija en 'Striptease', un símbolo de la vergüenza en 'La letra escarlata' y una armadura de supervivencia en 'La teniente O'Neill'.
Tal y como ella cuenta en su autobiografía, 'Inside Out, mi historia' (ed. Roca), esa exposición pública de su cuerpo escondía trastornos alimenticios, traumas familiares y un matrimonio sin sentido. Bruce Willis y Demi Moore eran un espectáculo juntos, otro producto de consumo en la industria de Hollywood, pero cuando se apagaban las cámaras no había mucho más.
Moore conoció a Willis en el estreno de 'Procedimiento ilegal' (1987), al que asistió acompañando a Emilio Estevez a pesar de que acababan de romper su relación. "No te quita el ojo de encima, se ha quedado fascinado", le dijo Estevez a su exnovia refiriéndose a la entonces estrella de 'Luz de luna'. Ella charló con Willis y concluyó que era "un capullo": él tenía una cita con otra mujer pero no dejaba de tirarle los tejos a Demi e intentaba seducirla imitando a Tom Cruise en Cocktail.
"Bruce estaba detrás de la barra, agitando la coctelera y lanzando cubitos al aire, un espectáculo que en 1987 era la bomba aunque ahora parezca lamentable", recuerda la actriz en sus memorias. A lo largo de la noche, Willis desplegó su encanto de "caballero pero fanfarrón" (es fácil imaginárselo si uno ha visto alguna película suya) y al terminar se apuntó el número de Demi en el brazo. Su carisma arrollador y desvergonzado le recordaba al de su padre, un estafador alcohólico con quien Demi tuvo una relación distante.
Ella se sintió atraída por la voracidad con la que Bruce vivía la vida: despilfarraba dinero (como anécdota, cuenta que una noche su hija se puso a llorar y él le ofreció mil dólares si le cambiaba el pañal), se lo pasaba en grande con la fama y se regodeaba en lujos como un jet privado para desplazarse.
Demi tenía 25 años y seguía siendo una adolescente tímida y acomplejada, así que en cierto modo la imagen que el mundo tiene de ella (una estrella tan ambiciosa y exhibicionista que llegó a ser apodada Gimme More, "dame más") se moldeó en imitación a la de Willis. Básicamente, lo que escandalizaba a la prensa de la actitud de Demi Moore era que se comportase con la libertad de un hombre. Durante un descanso del rodaje de 'La jungla de cristal', Bruce y Demi se casaron en Las Vegas. Ella se quedó embarazada aquella misma noche.
Pocos detalles definen tanto el matrimonio Willis-Moore como que el estudio para el que trabajaban, TriStar, les produjese una boda exuberante cuando regresaron de Las Vegas: la repercusión mediática sería una publicidad sensacional para sus carreras. Se celebró en un estudio de Warner, Little Richard ofició la ceremonia y Annie Leibovitz hizo las fotos. La combinación de Bruce Willis (el tipo duro, socarrón, con buen fondo) y Demi Moore (sexual, segura de sí misma, femenina) era más grande que la suma de sus dos partes individuales.
Entre 1997 y 1998 fueron la versión noventera de Richard Burton y Liz Taylor y el hecho de que en realidad fuesen bastante más vulgares, menos glamourosos y mucho menos misteriosos que Liz y Richard (vestían, se comportaban y hablaban como lo que entonces se conocía despectivamente como "nuevos ricos") no les jugaba en contra sino a favor: representaban un tipo nuevo de estrellas, insaciables de atención, dinero y sexo. Representaban la mentalidad de los 90.
Y en cierto modo ellos lo sabían, así que parte de su atracción surgía por la euforia de ascender al triunfo juntos y de que, si las estrellas son productos, ellos valían mucho más casados que por separado. Pero al principio de su matrimonio Willis era mucho más famoso que Moore, así que pretendía que ella se quedase en casa cuidando de su hija mientras él se iba a rodar.
"Si no esto no va a funcionar", le explicó. Ya en 1990, cuando Moore adelantó a su marido en la escalada hacia la fama gracias a 'Ghost', él le dijo antes de viajar a Europa para rodar 'El gran halcón' que no estaba seguro de querer seguir casado. Ella siguió trabajando porque le apetecía, porque ansiaba la validación de la industria y la atención mediática y para rebelarse contra él.
Pero en cuanto Bruce regresó de Europa se quedó embarazada, así que optaron por seguir con su relación como si nada. De aquella época son las sesiones de fotos desnudos, las inauguraciones de Planet Hollywood (la cadena de restaurantes que Willis fundó junto a Stallone y Schwarzenegger, cuyo nombre deja claro lo fascinados que aquellos tipos estaban con su propia fama) y el estreno de 'La teniente O'Neill' con Demi y Bruce rapados al cero.
Cuando le preguntaron en Vanity Fair (un reportaje cuya portada, con Moore embarazada de ocho meses y desnuda, causó enfervorecidas controversias a favor y en contra) si confiaba en su marido, Demi respondió "¿Puedo confiar en alguien? A lo largo de mi vida, muchas personas me han dicho que debo confiar en la gente y eso es lo que hago. Cierro los ojos y corro el riesgo. Pero en el fondo, ¿confío en alguien plena y ciegamente? Creo que no. Seguramente confío en Bruce más que en cualquier persona. Pero si existe alguien en quien confío es en mi hija".
Tras tener a su tercera hija, Bruce y Demi se dieron cuenta de que llevaban ocho años casados y apenas se conocían. Ella tenía tanto miedo a depender de un hombre que levantó muros emocionales a su alrededor para que él no pudiera, llegado el momento, hacerle daño. Pero esos muros también servían para impedir que él se acercase a ella.
"Tengo la sensación de que si no estuviera aquí seguirías con tu vida como si nada, ni siquiera notarías la diferencia", le dijo Bruce a Demi. Ella reflexiona en su libro que su noviazgo "había durado muy poco, ya que enseguida tuvimos a nuestra primera hija. Nuestra pasión, desenfrenada e ininterrumpida, y nuestro amor dieron lugar a una familia. Y todo ocurrió en cuestión de meses. Luego, cuando todo empezó a estabilizarse y nos topamos con la realidad de frente, no sé si realmente nos conocíamos. Llevábamos una vida que se basaba en coordinar detalles y en tratar de sincronizar nuestros calendarios laborales".
Durante los dos primeros años de Tallulah, su tercera hija, cada uno de sus padres rodó ocho películas. Cada uno le dedicaba todo su tiempo y su energía a su carrera y lo único que les unía ya era la ilusión por formar una familia. Los cambios de humor de Willis y el encierro emocional de Moore les llevaron a mantener una relación muy independiente, algo que ambos creyeron que era estupendo hasta que se dieron cuenta de que vivían alejados y ya era demasiado tarde para empezar a conocerse de verdad.
El matrimonio se separó mientras Demi cuidaba de su madre moribunda y Bruce decidió comprar una casa al lado de la residencia familiar, una mansión en medio del campo en Hailey (Idaho), para visitar a sus hijas cada día. Moore se tomó un descanso profesional de cinco años para cuidar de ellas y asegurarse de que el divorcio les afectaba lo menos posible. Cuando ella presentó en sociedad a su siguiente pareja, el actor Ashton Kutcher (con quien estuvo casada entre 2005 y 2010), en el estreno de su regreso al cine 'Los ángeles de Charlie: al límite' lo hizo acompañada también de sus hijas y su exmarido.
Demi Moore explicaba entonces que solo después de separarse aprendieron a quererse y que considera a Willis su mejor amigo. Demi tiene 57 años y Bruce 64. Él ha tenido dos hijos más con su pareja y los ocho pasan las Navidades juntos. La pareja que representó a Hollywood en estado puro aprovechó el estancamiento de sus carreras para comportarse, por fin, como seres humanos normales. Y ambos consideran que ese ha sido el mayor triunfo de sus vidas.