No había nadie como él. En los 80 Eddie Murphy fue el primer actor negro en liderar la lista de los más taquilleros de Hollywood, cimentando el camino para que en los 90 Will Smith, Denzel Washington o Whoopi Goldberg fuesen tratados como estrellas globales y no como intérpretes de nicho. "Fui el primer actor negro en ponerse al mando en un mundo de blancos en una película, por eso me volví tan popular", presumía Murphy. "La gente no había visto eso antes, las pelis de blaxploitation tenían lugar en el gueto, nunca en el mundo de los blancos. 'Límite: 48 horas' funcionaba porque yo estaba al cargo y empujaba la trama hacia adelante". Pero fuera de la pantalla Murphy no estaba al mando, por mucho que él creyese que sí, y sus extravagancias le acabaron convirtiendo en un chiste para Hollywood.
En 2020 volvió de su retiro con 'Yo soy Dolemite' (Netflix), un especial de comedia para el que la plataforma de streaming le dio 70 millones, pero donde aquellos chistes racistas, misóginos y homófobos que le convirtieron en el cómico más famoso de los 80 ya no tenían cabida. Ahora, estrena la secuela de la película que hace 33 años le encumbró. 'El rey de Zamunda 2', que se estrenará directamente en streaming en Amazon Prime.
La popularidad de Eddie Murphy salvó 'Saturday Night Live' de la cancelación cuando todo su reparto original (John Belushi, Dan Aykroyd, Chevy Chase) abandonó el programa. En 1983 su monólogo Delirious fue el más influyente en la comedia de la década y empujó a Murphy al estrellato gracias a que (que por aquel entonces apenas tenía programación original) lo emitía constantemente.
Para comprender la magia de Murphy, basta con echar un vistazo al segmento del helado: una mezcla de ingenuidad infantil, complicidad corrosiva con el público y ejecución tan fluida como quirúrgica. Y todo envuelto en un mono de cuero rojo que le hacía parecer una estrella del rock y un improbable sex symbol. Él mismo arrancaba el show verbalizando su sorprendente erotismo: "Si veis que me muevo mucho es para que los maricones no me miren el culo. Las tías salen con sus amigos maricas, les dan besos y luego me quieren besar a mí, repartiendo el sida por ahí".
La polémica por sus chistes homófobos se disipó sin consecuencias y su no-disculpa explica el motivo: "La mayoría del país es heterosexual, cuando leen que a los gays no les gusta Eddie Murphy piensan 'oye, pues qué más da'. Así que [los gays] pueden publicar todos los anuncios [protestando contra el monólogo] que quieran". Cuando le preguntaban si opinaría lo mismo si un cómico blanco hiciese chistes a costa de los negros, aclaraba que "es que eso no tiene gracia, en los 60 sí, pero si ahora veo a un tío haciendo bromas en plan 'tengo miedo de los negros que se acaban de mudar a mi barrio' pensaré que ese tío no está al día. Si lo que yo hago no fuese gracioso la gente no se reiría".
Murphy encadenó una ristra de éxitos ('Límite: 48 horas', 'Entre pillos anda el juego', 'El príncipe de Zamunda' o 'Superdetective en Hollywood', en su día la séptima película más taquillera de la historia), llegó al número 1 con la canción 'Party All The Time' y alcanzó el hito de aparecer en la portada de Newsweek (el titular: Mr Taquilla).
Él solo puso de moda un tipo de humor que hasta entonces no había seducido al público mayoritario (blanco), tal y como admiraba Rolling Stone en 1985: "Su atractivo es directo, te restriega su actuación por la cara y es un listillo callejero pero con un rollo elegante. Sus vibraciones eléctricas son atrevidas, carismáticas y emocionales. Y él sabe todo esto".
Murphy se quejaba de que tenía el peor contrato de la historia de Hollywood (en torno a 6 millones por película), pero una demanda por plagio de la idea de 'El príncipe de Zamunda' obligó al estudio a publicar las cuentas de la producción de la película y la prensa se obsesionó con los detalles: Paramount costeaba el sueldo anual de los 50 empleados de Murphy, además de unos 600.000 dólares extra en cada película para pagar los gastos de media docena de amigos y familiares, un mayordomo, un entrenador personal, un conductor de limusina 24 horas, una caravana de lujo y gastos como un ticket de 235,33 dólares en McDonald's. Todo quedó recogido en un libro, 'Fatal Subtraction: How Hollywood Really Does Business', que utilizaba la contabilidad de 'El príncipe de Zamunda' como ejemplo de los delirantes excesos de Hollywood.
Un reportaje de Rolling Stone describía así el séquito de la estrella: "Vive aislado por una pandilla de viejos amigos y ahora asalariados. Fred, Larry, Jerry, Rough House, Roy, Fruity, Lee, Ray-Ray y varios más. Cuidan de él y lo fortifican, juegan a las carreras con los carritos de golf del estudio (dejan ganar a Eddie), le ríen los chistes y pierden contra él al ajedrez ("¿Qué coño vas a hacer sin la reina, hijo de puta sin agallas?" dice Eddie). Pero sobre todo se limitan a mirar. Eddie se hace sus propios sandwiches de jamón. Sus chicos solo miran. Eddie se tropieza cuando ve a una mujer haciendo footing. Sus chicos solo miran. Y se ríen".
Cuando Paramount hizo magia con la contabilidad para argüir en el litigio que 'El príncipe de Zamunda' no había dado beneficios (recaudó casi 300 millones con un presupuesto de 40) la prensa concluyó que era por culpa de los gastos de Eddie Murphy.
"Como si fuera la única persona en Hollywood con un tráiler y un entrenador" se defendió el actor, "Tom Cruise salió en la portada de Time y no había ni una sola mención a su dinero. Él es un tío joven como yo, soltero, y gana tanto dinero como yo. Pero el reportaje hablaba sobre ecología, sobre cómo Cruise tira de la cadena una vez cada varios días para conservar el agua. Una persona negra rica es una rareza en la sociedad. '¿Cómo has conseguido todo este dinero, negro?", se quejaba.
"Cuando fui a David Letterman solo me preguntó sobre el dinero que gano, algo que nunca, nunca le ha preguntado a nadie antes. Cinco negros juntos son descritos como una 'pandilla' o un 'séquito', mientras que cinco blancos juntos son una reunión. Y lo que en un blanco es visto como excentricidades encantadoras en un negro se consideran defectos del carácter", añadió.
Pero el libro también desvelaba miserias personales (e irrelevantes para al contabilidad del juicio, de modo que su función era meramente sensacionalista) como que tras romper con su novia, Lisa Figueroa, Murphy usó un mensaje de voz de ella como su propio mensaje saliente: cada vez que alguien llamaba a Murphy, saltaba la voz de Lisa gritando entre lágrimas "¡Eddie, por favor! ¡Por favor! Te quiero, Eddie. ¡Vuelve conmigo!".
En medio de esta ruptura Murphy grabó otro monólogo, 'Raw', cuyo éxito lo llevó a proyectarse en cines recaudando 50 millones de dólares. Pero esta vez su humor misógino no resultaba eufórico (en 'Delirious' aseguraba que ligaba tanto que "consigo chochos todo el tiempo, se me caen los chochos de los bolsillos") sino amargo: odio visceral y desconfianza hacia las mujeres, rencor contra los ejecutivos de Hollywood y alardes de su alto nivel de vida.
Una demanda de paternidad y otra por acoso sexual contaminaron su imagen pública hasta el punto de que en 1995, en el propio 'Saturday Night Live', David Space sacó una foto de él en Un vampiro suelto en Brooklyn y exclamó "mirad, niños, una estrella fugaz".
La campaña para lavar su imagen incluyó, por alguna razón, entrevistas en las que se describían los lujos de su mansión (una bolera, unos recreativos, una sala de fiestas y pósters enmarcados de Murphy, quien aseguraba que no había tenido tiempo de poner ninguna foto de su familia), la ausencia de papeleras ("no te preocupes, ya lo recogerá alguien" explicaba el actor cuando tiraba basura al suelo) o anécdotas perturbadoras contadas entre risas por alguno de sus acompañantes: "Una tía vino a una fiesta y se quedó a pasar la noche, pero durmió en un sofá. Deberías ver su apartamento. Duerme en el suelo y dejó escapar una polla de cien millones de dólares".
La misoginia casual con la que Murphy y sus amigos hablaban sobre las mujeres ("quiero que mi mujer sea una zorra solo para mí, no una que haya sido una zorra para todo el mundo, quiero alguien que esté dispuesta a aprender a chuparla genial pero que no lo haya hecho antes" explicaba el actor), sobre cómo "el núcleo de una relación es el tío y se hace lo que él diga" y sobre el malentendido que había desembocado en aquella demanda por acoso sexual ("Yo quería llevar a todo el reparto a cenar, pero [el director John] Landis cogió a [la actriz Shari] Headley y le dijo 'mantente alejada de Eddie, no te acerques porque va a follarte y arruinará mi película, solo quiere tu chocho'") demostró la miopía del actor, quien no solo no era capaz de comprender sus errores sino que se rodeaba de colegas que nunca iban a cuestionarlo.
A mediados de los 90 su carrera se recuperó gracias a una lógica generacional: los espectadores que le habían convertido en una estrella en los 80 ya estaban empezando a tener hijos, así que comedias familiares como 'Doctor Dolittle' o 'El profesor chiflado' (donde interpretaba a siete personajes) arrasaron en taquilla y ni siquiera el escándalo de su arresto con una prostituta deterioró su popularidad.
El 2 de mayo de 1997 la policía le detuvo en su coche con una prostituta transgénero, Shalimar, en una zona de West Hollywood conocida por la afluencia de prostitución homosexual. El actor, que llevaba entonces cuatro años casado, fue puesto en libertad tras comprobarse que no había incurrido en ninguna actividad ilegal y su representante declaró a la prensa que "ella le pidió que la acercase a un lugar en su coche y él quiso ser un buen samaritano y ayudarla, como tantas veces ha hecho en el pasado".
Murphy contó su versión del incidente: "Yo pensaba que era una chica, pero ese no es el tema. No iba buscando a nadie. Y tampoco me preocupa que la gente piense que no soy un hombre. Sé que soy un hombre. Soy un hombre. No saldré en la lista de los 50 más maravillosos, pero tampoco soy un degenerado. Llevo años conduciendo por Manhattan y dando dinero a los sin techo y a las prostitutas para que abandonen la calle. Cuando llegué a casa limpié el picaporte y todo lo que esa persona había tocado".
Los medios señalaron incoherencias en esta versión, como que Murphy aseguraba estar llevando a Shalimar a su casa a pesar de que cuando fue arrestado ya se habían pasado su lugar de residencia. La revista sensacionalista National Enquirer pagó los 15.000 dólares de fianza de la prostituta a cambio de que ella contase los detalles de su encuentro con Murphy en un reportaje titulado "La vida sexual secreta de Eddie Murphy – su fulana travesti lo cuenta todo".
Ella aseguró que el actor le metió dos billetes de cien en el liguero, le pidió que le enseñase su ropa interior y le preguntó qué tipo de prácticas sexuales le gustaban. Murphy demandó al National Enquirer por cinco millones de dólares por difamación, calumnias e invasión de la privacidad (el reportaje incluía declaraciones de otras prostitutas trans) y acabó llegando a un acuerdo extrajudicial con la revista del cual sólo se sabe que él pagó los gastos legales de la publicación.
La fijación de la prensa con (o contra) Eddie Murphy se declaró en barra libre cuando, tras el fracaso de 'Pluto Nash', el actor regresó a la cima con su nominación al Oscar por 'Dreamgirls' en 2007, por la cual ganó varios premios previos y partía como favorito. Pero durante la semana de votaciones se estrenó 'Norbit', una excéntrica comedia tan vilipendiada por la crítica que hoy se sigue definiendo como "el efecto Norbit" a que un actor nominado al Oscar estrene una película tan espantosa que hunde sus posibilidades de ganar.
Norbit, cuyo eslogan promocional era "¿Alguna vez has cometido un gran error?", estaba escrita por Murphy pero en vez de considerarla una comedia de autor los medios le culparon a él de la debacle y el L.A. Times entrevistó a varios votantes anónimos que expresaban su incomodidad ante la idea de darle un Oscar "a ese tío".
Cuando perdió ante Allan Arkin por 'Pequeña Miss Sunshine', la prensa instauró en la cultura popular la anécdota de que Murphy se levantó y se fue ultrajado pero él, sin negarlo, quiso matizar la historia: "De repente el padre de Beyoncé me dice 'ya habrá otras oportunidades', luego Spielberg me toca en el hombro y dice 'no pasa nada, tío', después Clint Eastwood se me acerca en plan 'oye, chaval...'. Así que me negué a pasarme así la noche".
Su personaje en 'Dreamgirls' tenía en común con Murphy un talento extraordinario, un don para la seducción que aplicaba a su arte y a sus negocios y una voracidad por la fama que incomodaba al mismo público que consideraba la ambición como una virtud cuando se trataba de artistas blancos.
Al final caía derrotado por su propia capacidad para la autodestrucción, desilusionado y deprimido, pero ahí es donde se diferenciaba de Murphy: el actor no tuvo problemas en resignarse a la jubilación anticipada, trabajando ocasionalmente en películas de tercera y volviendo a los titulares solo por alguna polémica ocasional, como cuando renegó de la hija que tuvo su exnovia, la Spice Girl Mel B, hasta que un test de paternidad demostró que era suya; Murphy tiene 10 hijos en total.
En 2015 confesó que apenas le llegaban ofertas profesionales y que no volvería a trabajar hasta que no le llegase un guion que mereciese la pena. Cuatro años después, ese guion ha sido 'Yo soy Dolemite'.
"No quería reaparecer sin más" explica hoy Murphy, "quería una película divertida con la que recordarle al público que le caigo bien". El actor se enfrenta con 58 años al tercer acto de su carrera evocando todo lo que le hizo un icono cultural: una secuela de 'Superdetective en Hollywood', otra de 'El príncipe de Zamunda' y un acuerdo con Netflix para grabar un tercer monólogo.
La expectación es tal (de ahí los 70 millones que recibirá) que él mismo ha contado que cuando conoció a Obama lo primero que este le dijo fue "¿Cuándo volverás a hacer monólogos?". El mundo ha cambiado desde los 80 y Murphy tendrá que revisar su humor (o, más bien, a costa de quién lo hace), pero él nunca ha sido de los que siguen las reglas. Quizá lo más transgresor que podría hacer hoy es hacer reír sin insultar a nadie.